Activista feminista negra: Hay un racismo cotidiano del que no se habla
La Vanguardia, , 30-04-2018La activista feminista negra Mary Ilda Antonio, miembro del colectivo EFAE (Empoderamiento Femenino Afrodescendiente en España), denuncia que existe un racismo cotidiano que se manifiesta en expresiones como “esto parece una merienda de negros” o “trabajar como un negro”, pero del que no se habla porque incomoda.
Mary Ilda Antonio, nacida en Salamanca hace 25 años aunque “madrileña de corazón”, considera que no se habla de este racismo, que ella misma ha sufrido, no solo porque incomoda, sino porque resulta violento y “la gente se siente muy atacada”.
Tras haber participado en una mesa de debate en TEA Tenerife Espacio de las Artes sobre “El poder de la autorrepresentación. Feminismos negros”, esta activista critica en una entrevista a Efe que la discriminación racial está interiorizada y es consecuencia de una mala educación que enseña a los niños desde pequeños que todas las personas son iguales.
“Ahí está el problema: No todos somos iguales, deberíamos abrazar las diferencias y aceptarnos entre nosotros”, afirma May Ilda Antonio, quien defiende que esto no quiere decir que, a pesar de las diferencias, haya que llevarse mal.
Advierte de un racismo cotidiano que “oyes todos los días y que, poco a poco, desgasta” y que pone de relieve que perviven actitudes que hay que limpiar.
Se refiere a comentarios del tipo “tengo curiosidad por acostarme con una negra” o chistes racistas “hechos con cariño” que están muy integrados dentro de la cultura española y que, en vez de generar carcajadas, ofenden, explica la joven, quien también censura la representación de los negros en series de televisión y películas.
Por lo general, el negro que sale en la televisión vende droga y la negra es prostituta, asegura Antonio, quien señala que este tipo de estereotipos alimentan el imaginario y el racismo en España, donde dice que nunca la consideran del país y siempre, por el color de su piel, le intentan sacar las raíces africanas.
“Me preguntan de dónde son mis padres y, aunque les diga que mi madre también es española, porque ya tiene la nacionalidad, me preguntan por mi padre y, si no, por mis abuelos”, asevera.
Hasta que no dice algo relacionado con África, “no se quedan tranquilos y entienden por qué soy negra”, ironiza la activista, quien no ha estado más de seis veces en Cabo Verde y Angola, países en los que nacieron sus padres.
Antonio admite que cuando va a África es “la de Europa” y cuando está en España “la africana”.
Sin embargo, ella se siente madrileña y cree que el agua de Madrid es la mejor, que en la capital se está “muy bien” y le encanta “la Renfe” y coger el metro todos los días paran ir a la facultad de Filología Hispánica, estudios que compagina con el activismo y con un trabajo de teleoperadora.
“Me costaría más adaptarme a vivir en Cabo Verde que a cualquier país europeo, por eso digo que soy afroespañola”, señala Mary Ilda Antonio, a quien en el futuro le gustaría dar clases de español en Asia y publicar el libro que escribe de microrelatos sobre su experiencia de negritud.
Mientras tanto, lucha en España por el empoderamiento de la mujer negra en España dentro del colectivo EFAE Empoderamiento Femenino Afrodescendiente, del que forman parte 65 mujeres de diferentes puntos del país.
En su opinión, ser mujer negra supone una doble exclusión y la hace víctima de cosificación sexual y exotificación, discriminaciones que la llevaron a fundar en 2016 el colectivo EFAE con otras nueve mujeres negras reunidas en el parque de El Retiro, en Madrid.
Recuerda cómo se conocieron en Twitter, donde intercambiaron mensajes y se dieron cuenta de que todas tenían los mismos problemas, por lo que decidieron abrir un grupo de WhatsApp, un blog y una página de Facebook y comenzaron a dar conferencias y a acudir a eventos para pelear por un feminismo interseccional.
Dos años después siguen explicando en sus charlas que “racismo no es solo que te insulten por la calle sino el poder que tiene esa persona sobre ti” y continúan reuniéndose cada dos semanas en un espacio cedido en Matadero Madrid para hablar de lo que no se habla en España, del racismo.
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