«Ha sacado una navaja y le ha acuchillado»
Los dos presuntos implicados en el asesinato de un joven en la noche del Bando huyeron con tanta prisa que se dejaron hasta el televisor encendido
La Verdad, , 29-04-2018Mientras la ciudad bullía ahí afuera entre vapores etílicos y ecos de estridentes carcajadas, los dos agentes uniformados del Z – 70 completaban su aburrida custodia de un detenido en las Urgencias del hospital Reina Sofía. Entre el habitual ajetreo provocado por la llegada en tropel de jóvenes afectados por comas etílicos o por fracturas y contusiones de muy diversa índole derivadas de peleas y caídas, la entrada en escena de un joven tendido en una camilla, inconsciente y con el tórax ensangrentado por dos cuchilladas mucho más que evidentes, les sacó de golpe del ensimismamiento propio del servicio que prestaban.
Con los médicos de Hemodinámica ya enfrascados en tratar de reparar lo que no tenía remedio, los policías nacionales se precipitaron hacia la puerta de Urgencias y se toparon con dos policías locales – los integrantes de la patrulla ‘León – Mike 1’ – , que habían sido testigos de la llegada del herido. «Lo han traído en un Seat León de color azul – en realidad, se trataba de un Seat Altea – ; el conductor lo ha dejado en la puerta y ha gritado: ’¡Han sido dos gitanos de La Fama!». Seguidamente, el chico se había precipitado a emprender la marcha. Algo que nadie podía reprocharle teniendo en cuenta que un numeroso grupo de personas de etnia gitana, que esperaban frente al hospital la llegada de noticias sobre un familiar apuñalado en otra reyerta, había rodeado el coche en actitud poco conciliadora y le había convencido de que el aire en esa zona estaba viciado y que más le convenía cambiar de lares.
Unos minutos más tarde, los dos mismos policías locales localizaban en el hospital a un hombre que, por ir vestido con un chándal blanco plagado de rosetones de sangre, resultaba evidente que había estado tan cerca del apuñalamiento como se pueda estar y vivir para contarlo. «Estábamos mi amigo Javier y yo en el polígono de La Paz, cuando han llegado dos hombres de etnia gitana y nos han pedido que les lleváramos al Punto.com (un local del Infante). Les hemos dicho que no, se ha montado una discusión y entonces uno de ellos ha sacado una navaja del bolsillo izquierdo y ha apuñalado a Javier a la altura de los pulmones. Después han salido corriendo», relató.
Ya en comisaría, el testigo ofreció una descripción bastante fiel de los dos presuntos implicados: «Uno era muy gordo, de unos 120 kilos, alto, de 1,85 metros, y piel muy morena, y el otro tenía la piel blanca, relleno, de unos 90 kilos y 1,75 metros de altura».
- «¿Podrías reconocerlos si volvieras a verlos?», le interpeló uno de los agentes de Homicidios.
- «Sí, seguro».
Poco más tarde, los especialistas en delitos de sangre de la Jefatura Superior de Policía le ponían delante un buen puñado de fotografías tipo carné, y el amigo de la víctima reconocía «sin género de dudas» a Manuel M.U., de 47 años, como el presunto autor material del apuñalamiento, y a Mariano S.G., de 48 años, como el hombre que le acompañaba. Pocas veces una investigación había ido tan rodada de inicio, aunque todavía quedaba echarles el guante encima a los sospechosos. Y eso iba a ser más complicado.
El registro que los agentes realizaron con la mayor premura en el piso del presunto homicida les permitió confirmar que la jaula estaba vacía. Que el pájaro había volado, y además con mucha prisa. Hasta la televisión se había dejado encendida.
Encima de un armario encontraron un cuchillo de grandes dimensiones – unos 50 centímetros de longitud – , una espada de mango rojo y una catana de 40 centímetros. Aunque ninguna de esas armas blancas parecía reunir las características de la utilizada en el homicidio, los policías las decomisaron para enviarlas a analizar.
Intervención de los teléfonos
Con el asunto prácticamente resuelto, al menos desde el punto de vista de la investigación, quedaba lo más complejo: localizar a los dos sospechosos y poder ‘cantarles’ al oído los muchos derechos que les asistían en su condición de detenidos. De ahí que pidieran a la juez del caso que procediera a intervenir los teléfonos de Manuel y Mariano, con la esperanza de que los utilizaran y las antenas de telefonía móvil les soplaran el lugar en el que se encontraban.
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