Los musulmanes reclaman papeles para sus segundas mujeres y que la poligamia sea legal
Líderes de mezquitas se lamentan de que el Gobierno regule las bodas
La Razón, 16-04-2006Madrid – «La poligamia tiene muchas ventajas sociales. Originariamente, el
Islam propone el casamiento polígamo como solución para los niños que se
han quedado huérfanos y mujeres sin protección. Entiéndame, sabemos que
las mujeres pueden tener independencia económica, pero no se trata sólo de
eso, sino de protección a nivel de representación, ¿comprende?» Quien
habla así es Zakaria Maza, director de la Mezquita At – Tawa de Granada.
«Por eso hemos reclamado que se contemple la legalidad oficial del
matrimonio polígamo. Si el Gobierno ha regulado las bodas entre personas
homosexuales, ¿por qué no se va a regular la poligamia?»
En efecto, la legalización del matrimonio gay, hace ahora casi un año,
abrió la puerta para que colectivos como el de los musulmanes en España
reclamaran legalizar algo que, a día de hoy, viven en semiclandestinidad:
estar casados con varias mujeres. En nuestro país, al contrario que en
Francia, donde se calcula que habitan entre 8.000 y 20.000 familias
polígamas, no sólo no hay datos oficiales, sino que tampoco hay
estimaciones aproximadas. Ni los musulmanes ni las autoridades lo saben,
aunque haberlas, las hay.
Musulmanes españoles. En España viven
800.000 musulmanes, según datos de la Mezquita de la M – 30 de Madrid. De
acuerdo con lo que comentan los líderes islámicos españoles, probablemente
no hay más que unas decenas en las principales ciudades españolas y en
«feudos» musulmanes como Córdoba o como Granada, donde viven entre 15.000
y 20.000 musulmanes, unos 5.000 de ellos, de nacionalidad española.
Los líderes musulmanes están de acuerdo, sin embargo, en que la poligamia
es, en la actualidad, un fenómeno minoritario en nuestro país. «En Granada
yo conozco a cuatro o cinco de estas familias. No hay muchas, porque para
casarte con más de una mujer tienes que estar capacitado tanto material
como espiritualmente. Cada mujer tiene que tener de todo: casas diferentes
para que viva cada una con sus hijos, todo diferente», asegura Maza.
Porque «la mujer es celosa por naturaleza». No hay muchos, por tanto, que
se lo puedan permitir. Quizá por eso, la mayoría son españoles. Eso es, al
menos, lo que comenta Abdul Mumin, que trabaja en el centro de estudios
islámicos de la capital granadina y que afirma que sólo conoce tres casos,
todos ellos de españoles.
Sin embargo, fuera de esta ciudad,
los problemas de los musulmanes son, sobre todo, de inmigrantes.
Marroquíes (los más numerosos), argelinos y también senegaleses o
gambianos, donde la poligamia está más arraigada. Los hombres de estos
países que vienen a trabajar a España y quieren acogerse al reagrupamiento
familiar sólo pueden traer a una de sus mujeres.
Kamal
Rahmouni, presidente de la Asociación de Trabajadores e Inmigrantes
Marroquíes en España (Atime), cuenta que, hace unos años «tuvimos el caso
de un señor, de Almería, que quería traerse a sus dos mujeres y no le
dejaban. El hombre recurrió a nosotros porque no quería renunciar a su
familia, pero no pudimos hacer nada, porque las leyes españolas son las
que son». Rahmouni describe este problema como una preocupación
minoritaria.
Pero reconoce que los casos existen y empiezan a salir
a la luz. Aunque Rahmouni precisa que «los extranjeros tienen problemas
bastante más graves en España» y que, entre los jóvenes, la poligamia está
poco arraigada, no sólo en occidente, sino en países de mayoría islámica
como Marruecos, que no la prohíbe expresamente, pero las leyes que la
permiten ponen muchos límites.
Al margen de la ley. Así que los
polígamos viven en la actualidad al margen de la ley. Su situación no es
la misma que la de las parejas que optan por vivir juntas sin casarse,
porque las esposas, de acuerdo con el Corán, tienen los mismos derechos,
pero el Código Civil sólo se los da a la primera. En nuestro país ya se
han dirimido varios pleitos por esta cuestión, sobre todo, relacionados
con las pensiones de viudedad.
Un juzgado de La Coruña resolvió, en
el año 2001, dividir a partes iguales la pensión de un ciudadano de Gambia
entre sus dos esposas. Un año más tarde, en Madrid, otro juzgado tomó una
decisión similar en el caso de un marroquí casado con dos mujeres que
falleció. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía resolvió lo mismo
que los dos anteriores en 2003.
Pero el año pasado, el Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña le dio la vuelta a una sentencia
parecida. En el año 2001, un juzgado repartió una pensión entre las dos
viudas de un marroquí: 480 euros en total divididos entre las dos mujeres.
La primera esposa no quedó conforme con la resolución judicial y con los
240 euros al mes que le correspondían y recurrió. El Alto Tribunal le dio
la razón y decidió que el subsidio fuera sólo para ella, la esposa
«legítima» a los ojos del juez, ya que la poligamia no está permitida en
nuestro país.
Quizá, para evitar estas situaciones, algunos de
los musulmanes que viven en España han decidido renunciar a lo que su
religión considera un derecho de los hombres. Es el caso de los
responsables de la madrileña mezquita de la M – 30, el templo al que acuden
cada viernes gran parte de los 60.000 musulmanes de la Comunidad de Madrid.
«Aquí, cuando se presenta una pareja que quiere casarse, les exigimos el
certificado de soltería. Los musulmanes en España cumplimos las reglas y
la ley de este país». Lo asegura Mohamed El Afifi, responsable de
comunicación de la mezquita. «Es necesario porque los matrimonios que
celebramos en esta mezquita dan derecho al libro de familia español»,
señala. Además, «la mayoría de los musulmanes en España son trabajadores
jóvenes, muchos, solteros».
Sin embargo, al igual que
otros colectivos de inmigrantes, algunos llegan a España ya casados. Un
miembro de la familia, muchas veces el hombre, viene, encuentra trabajo y
luego trata de traer a su familia acogiéndose al reagrupamiento familiar,
que permite entrar en el país a los hijos menores de 18 años y a la
esposa. Sólo a una. Lourdes Labaca, profesora de Derecho de la Universidad
del País Vasco, aboga por, en los casos de poligamia, permitir reagrupar
«a todas las esposas». Aunque matiza que eso «no significa legalizar el
matrimonio polígamo, sino hacer frente a una situación real».
Una realidad sobre la que en España se sabe poco. La sombra de los
matrimonios forzados, otro hecho sobre el que tampoco hay cifras, planea
sobre estas uniones. La Fundación Mujeres ya ha detectado que las niñas
marroquíes salen antes de la escuela que los niños. «Eso dice mucho sobre
las expectativas que depositan sus familias en ellas y en ellos», aseguran.
Labaca, sin embargo, defiende regular las familias polígamas «como mal
menor» para que los hijos no estén condenados a perder de vista a uno de
sus progenitores, y se lamenta porque «estamos desintegrando unidades
familiares».
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