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De Tandarei a 'Barchonela'
El Periodico, 15-04-2006De pronto, en medio de aquella colmena de rostros desconfiados, la palabra Barcelona surte efecto y, como si del abracadabra de un sortilegio se tratara, frases en castellano cobran vida por todas partes. “Yo vivo en Barcelona”, dice Florin, un joven, desatando una reacción en cadena. “Yo en Getafe”, dice otro. “Yo vengo de Valencia”, salta Litasol, un chaval vivaracho vestido de rapero y que, como prueba de su hispanidad, enseña un enorme colgante de oro que reproduce el estadio de Mestalla.
Ahí, en la calle de Libertate, en el corazón de Strakina, el barrio gitano de Tandarei, el castellano es la segunda lengua. De esas calles polvorientas han salido la mayoría de los rumanos de etnia gitana que se han instalado en España, sobre todo en Badalona y Barcelona.
La ciudad ha vivido un éxodo rom. “De los 6.000 gitanos que vivían aquí, se han marchado unos 3.000”, dice un policía de Tandarei. Esta localidad rural, con 15.000 habitantes, tiene uno de los mayores índices de paro de Rumanía. No obstante, no está entra las zonas con más población gitana.
Ganar algo de dinero
Los gitanos de Strakina tienen claros los motivos de su marcha. “Aquí no hay nada con lo que hacer dinero”, clama Florin. “He ganado algo de dinero y he vuelto a arreglar mi casa”, comenta mientras muestra la nueva valla de madera que rodea una vivienda tradicional de una planta. Como la suya, decrépitas casas languidecen a un lado y otro de la avenida. Tras los cercados, niños semidesnudos juguetean con las gallinas como si la gripe aviaria no existiera.
Justo en ese momento, sus tres hijas salen de la casa a la carrera para sumarse al enjambre de niños que aparecen por doquier. “Aquí tenemos muchos hijos y sólo si emigramos podemos sacarlos adelante”. “Mi hija pequeña nació en el Hospital de Sant Pau”, comenta orgulloso.
A Daniel, un muchachote sonriente, también parece gustarle la capital catalana. “No pude sacarme los papeles y tuve que regresar”, dice, aunque insiste en que volverá para allá: “Vas a Barcelona, trabajas, ganas dinero y ayudas a tu familia. Es normal que todos los jóvenes rom nos queramos marchar”. “Unos trabajan en el campo, otros en la construcción y otros venden La farola”, comenta sin complejos. Según su particular estadística, Daniel sostiene que de cada 10 gitanos que abandonan Tandarei, tres se van a Barcelona. “Aquí todos hablamos ya un poquito de español”.
Avrica, otro veinteañero, también estuvo en España. “Estuvimos – – narra – – en un centro de acogida y luego dormimos en un coche. Como no nos daban papeles, volvimos. A la que pueda, regresaré a España”.
Su coche, un destartalado Opel con matrícula de Valencia, avala su historia. Junto a Avrica, su mujer sonríe y muestra una reluciente dentadura cuajada de dientes de oro. “Vamos a por el sexto”, dice enseñando su barriga de embarazada. “Queremos tener 10”.
La mayoría de los gitanos del barrio de Strakina se han convertido en los últimos meses a la iglesia pentecostal. Florinel, el pastor del templo de la calle de Libertate, aplaude el comportamiento de los que se han ido a España. “Nos están ayudando mucho con el dinero que mandan a sus familias”, explica, mientras el resto escucha atentamente sus palabras. Daniel asegura: “Desde que somos pentecostales, ni bebemos, ni fumamos ni hacemos cosas malas”.
El pequeño Litasol es sin duda el mayor defensor de España. “España me gusta mucho más que Rumanía y quiero hacer mi vida allí”. Aunque está en edad escolar, asegura que ha regresado a Rumanía “porque, como han empezado los calores, estamos de vacaciones”. Cuando se le dice que ahora no hay vacaciones escolares, comenta desenfadado: “Aquí también me he metido en la escuela”.
Pasaportes en Slobozia
En el servicio de pasaportes de Slobozia, la principal ciudad de la comarca de Ialomita, conocen bien la afición de los gitanos de Tandarei por Barcelona. “Vienen aquí a hacerse el pasaporte y, como no saben nada de España, nos dicen que quieren para ir a Barchonela”. La sala del servicio de pasaportes avala sus palabras. Ante el mostrador, los únicos que esperan turno son varios hombres gitanos.
El nivel económico del que disfrutan aquellos que se fueron es la comidilla en la comarca. La mayoría usa el dinero ganado en España para mejorar sus precarias casas. No obstante, en mitad de la decrepitud arquitectónica de Strakina han irrumpido flamantes mansiones de tres plantas, en que el mármol releva a la madera de las casas tradicionales y que atestiguan que un grupo de esos rom gana mucho dinero en España.
En Tandarei, no es difícil ver relucientes BMW o todoterrenos con matricula española. “Hay gitanos que con la emigración de sus familiares están ganando millones en España e invierten aquí ese dinero”, señala el periodista local. “Vienen con coches de lujo, se construyen casas enormes y compran tierras de cultivo. Son los nuevos potentados”.
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