Pena máxima de prisión por un 'crimen de honor' en Alemania
El Mundo, 14-04-2006El brutal asesinato hace algo más de un año de Hatun Sürücü, una joven turcoalemana de 23 años, a manos de su hermano, conmocionó a toda Alemania. Ayhan Sürücü le propinó tres tiros a bocajarro, a plena luz del día en Berlín, porque el estilo de vida de su hermana, que había abandonado el domicilio familiar y vivía sola con su hijo de seis años, le «repugnaba» y había manchado el honor familiar, confesó Ayhan, que entonces contaba 18 años.
Ayer era condenado a nueve años y tres meses de cárcel, la pena máxima que pedía la Fiscalía de la Audiencia Territorial de Berlín. El veredicto no obstante despertaba aplausos entre algunos ciudadanos de origen turco sentados en la sala. Porque sus dos hermanos mayores, Alpaslan (25) y Mutlu (26) eran exculpados por falta de pruebas.
«La maté yo solo»
«Yo maté a mi hermana ( ) yo solo ( ) nadie de mi familia me ayudó», repitió Ayhan durante los 14 meses que duró el proceso.Pero poco después de conocer el veredicto, y convencida de que los tres fueron cómplices del asesinato, la Fiscalía presentaba un recurso de casación.
De poco ha servido el testimonio de Melek, la que fuera novia de Ayhan, que testificó con chaleco antibalas. Aseguraba que el autor del homicidio le contó cómo los tres hermanos planearon el asesinato. Mutlu habría comprado el arma y Alpaslan habría permanecido vigilante mientras Ayhan disparaba a su hermana en la parada de autobús. Pero no hay otras pruebas que respalden su testimonio.
Lo que Ayhan Sürücü y las voces más conservadoras – aisladas – de los casi tres millones de turcos que viven en Alemania calificaron de «crimen de honor» originó una amplia polémica, que sacaba a la luz los problemas de integración de los inmigrantes. Son los hijos de los que contribuyeron al milagro económico alemán, muchos de los cuales se sienten hoy ciudadanos de segunda.
El padre de la asesinada llegó en 1974 a Alemania. Trabajó 25 años en Berlín como panadero. Sus nueve hijos crecieron bajo una severa disciplina religiosa. Hatun fue obligada a casarse en Turquía, pero abandonó a su marido y volvió a Berlín junto con su hijo, donde comenzó una vida independiente. Realizó una formación profesional y optó por un estilo de vida más occidental.
El caso de Hatun no es aislado. Más de 40 mujeres han muerto a manos de familiares durante la pasada década porque no se plegaban a los cánones más tradicionales. No obstante, los mal llamados «crímenes de honor» no constituyen la principal preocupación de los inmigrantes en este país. El alto nivel de paro y la falta de competencia lingüística son los problemas reales de la mayoría.
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