«Piensan que por ser inmigrantes no tenemos derecho ni a los festivos»
Empleadas del hogar reivindicaron condiciones laborales dignas en la XXII Marcha contra el racismo y la xenofobia que recorrió el centro de Donostia
Diario Vasco, , 26-03-2018Cruzaron fronteras con una maleta repleta de ilusiones y la esperanza de una vida que se les negaba en su país de origen. Sin embargo, aquel viaje que les obligó a renunciar a familia y amigos se resiste a escribir el ansiado final feliz. El trabajo doméstico y de cuidados se ha convertido en la única salida laboral para infinidad de mujeres que han reivindicado condiciones laborales dignas. Sus peticiones han protagonizado la XXII Marcha contra el racismo y la xenofobia que, organizada SOS Racismo, junto a varias asociaciones, ha tratado de denunciar la triple discriminación que sufren las empleadas de hogar por ser mujeres, inmigrantes y dedicarse a un sector especialmente precario. Una pancarta con el lema ‘Somos trabajadoras, no criadas’ ha abierto la manifestación que ha salido, a las 12.30, de la plaza Gipuzkoa para recorrer las principales calles del centro de San Sebastián.
Entre quienes la portaban ha estado Gina Medina, una ecuatoriana que desde hace 23 años reside en el País Vasco. En ese tiempo ha trabajado para varias familias. Su experiencia, que no ha dudado en calificar de «mala», le ha llevado a demandar que «haya un poco más de dignidad en este ámbito». «Venimos a vivir en un país como un ciudadano más y acabamos viviendo como ciudadanos de segunda», critica.
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A pocos metros, María Auxiliadora Pérez ha recordado cómo desde que llegó desde su Nicaragua natal hace nueve años ha trabajado de interna en casas que apenas le dejan tiempo libre para formarse. «Siempre he querido estudiar, pero aquí no hay otra oportunidad para nosotras que trabajar en el sector doméstico. Me he pagado algunos cursos para salir adelante. Me matriculé en una academia de costura y en un centro de corte y confección. También busqué cursos de geriatría, pero están llenos y te piden esperar. Cuando hay sitio, tienes que renunciar porque el trabajo no te deja tiempo libre o los empleadores no te dan permiso», explica.
Su mayor aspiración es lograr que las mujeres inmigrantes lleguen a disfrutar de los mismos derechos que los trabajadores de cualquier otro sector. «Algunos piensan que por el hecho de ser inmigrantes no tenemos derecho ni a los festivos. Nuestro trabajo no es menos importante. Al contrario, si no hubiera empleadas domésticas, los demás no podrían ir a trabajar», declara. Lo mismo desea Marta, una joven latinoamericana que sueña con derechos «iguales para todos». «Es lo que pedimos todas hoy aquí», dice.
En medio de tantas historias de sueños truncados también ha habido espacio para otras que animaban a seguir luchando, como la de Rocío Calderón, una colombiana que reside desde hace cerca de una década en Gipuzkoa, donde ha conseguido homologar sus estudios y trabajar como abogada. «Estoy en la ONG Adiskidetuak de Irun, que me permite ayudar a otras mujeres y en general, a todo el colectivo de extranjeros», afirma. Reconoce que llegar a trabajar en su profesión no fue fácil, «pero no hay cosas imposibles». Así se lo transmite a cuantos acuden al servicio jurídico en el que asesora en materia de extranjería a quienes tratan de regularizar su situación. «La vulneración de derechos es muy común, pero no solo de las trabajadoras del hogar, sino de todos aquellos que cruzan el charco para sacar adelante su familia», asegura.
Manifiesto reivindicativo
Las canciones que han acompañado la marcha han hablado de esos mismos viajes, incluyendo el drama de las pateras. «Inhumanas fronteras desnudan nuestro sistema», han dicho algunos de los carteles que se han mostrado durante la movilización. «Nadie es ilegal», han proclamado otros. Los mensajes han pedido «puentes, no muros» y, sobre todo, «¡derechos humanos!».
Al término del recorrido, se ha dado lectura, en euskera y castellano, a un manifiesto que no cesa de sumar adhesiones. El texto señala que el trabajo doméstico y de cuidados es la base es la cadena reproductiva y laboral de la sociedad. «Pero nuestra situación laboral y vital es insostenible», lamentan sus autoras, por lo que realizan una serie de reivindicaciones. Desde una jornada máxima de 40 horas a la cotización a la seguridad social por los salarios reales para una prestación por desempleo y unas pensiones dignas, pasando por un salario acorde a las horas realizadas e indemnización por cese. Reclaman, asimismo, el establecimiento de condiciones concretas de salud y seguridad laboral, entre otras cuestiones.
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