El viaje de los refugiados alrededor de la mesa
El afgano Hamed Ahmadi gestiona en Venecia tres restaurantes cuyos platos plasman las duras experiencias de los asilados
El País, , 10-03-2018“Me tomé la condición de refugiado como una ocasión para empezar una vida nueva”, señala. “Al principio, no había muchos afganos aquí y mi nacionalidad despertaba curiosidad. Pero, afortunadamente, nunca he sido víctima de racismo”. Sin embargo, admite, esta experiencia le ha cambiado. “Antes hablaba mucho, pero ahora me cuesta más. He perdido este aspecto de mi personalidad y no sé si voy a recuperarlo algún día”.
La primera frase que vio impresa en el libro para estudiar el idioma del país de acogida fue: “Italia es una república que fundada sobre el trabajo”. Tomó la enseñanza del primer artículo de la Constitución al pie de letra y empezó a aceptar una serie de empleos que poco o nada tenían que ver con su formación. Hasta distribuyó folletos de propaganda electoral de partidos xenófobos.
El objetivo de Ahmadi es abrir 10 nuevos restaurantes en toda Italia a lo largo de este año
A medida que la esperanza cedía el paso a la violencia en Afganistán, se intensificaron las llegadas de refugiados desde ese país, sobre todo menores de edad. Ahmadi les ayudaba trabajando como mediador, aunque en esa época aún no hablaba muy bien italiano. Visitaba los centros de acogida y organizaba actividades de todo tipo con ellos. “Preparábamos muchas fiestas, hasta que un día nos preguntamos: ¿Y por qué no nos encargamos nosotros mismos de la comida?”. Se reunió con unos 40 chavales de distintas nacionalidades y cada uno propuso un plato relacionado con sus recuerdos, con sus raíces o con los países de tránsito cruzados para llegar a Europa. “Todos tenían en común la experiencia del viaje. Una travesía larga, llena de obstáculos y cara y esto quedó reflejado en un menú variado”.
Los cocineros aficionados pasaban con éxito de un centro de acogida a otro para presentar sus creaciones y Ahmadi entendió que esta idea podía convertirse en un trabajo real para los jóvenes. Llamó a todas las puertas para conseguir el dinero necesario hasta que logró una pequeña suma para arrancar con el negocio.
Antes de abrir el último restaurante, dedicado a la comida africana, el afgano y sus socios —un grupo que ha crecido hasta alcanzar actualmente 14 personas— organizaron el pasado otoño una especie de Masterchef, un concurso para que los refugiados propusieran sus ideas para el menú. Algunos de los ganadores se han sumado a su equipo.
Ahora Ahmedi mira hacia el sur y está a punto de exportar su modelo a Catania, en Sicilia. Su objetivo para este 2018 es abrir 10 nuevos restaurantes en todo el país. “Queremos crear puestos de trabajo para que los jóvenes refugiados puedan ser autónomos. Tienen muchas ganas de actuar y encontrar su lugar en esta sociedad. Sitios como este, además, propician el diálogo y el conocimiento mutuo. La comida es un lenguaje universal”.
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