OLA DE FRÍO EN BIZKAIA
600 platos calientes y un sorbo de cariño
EL comedor de Irala, uno de los refugios para los sin techo de la ciudad, protege estos días del hambre y el frío
Deia, , 07-02-2018Cada día 600 comidas responden en Bilbao a lo que Iñigo Pombo no dudó en definir recientemente como “la llamada del hambre”. Se refería a que en los últimos meses prácticamente se han duplicado las personas sin hogar que viven en las calles de Bilbao, pero no por un efecto llamada para recibir ayudas sino al abrigo de algo caliente que comer, y más estos días que las bajas temperaturas consumen la reserva de energía de los sin techo de la ciudad. “Se está calentito aquí dentro”, confiesa Pedro de 52 años. Su hijo se ha apiadado de él estos días y le ha permitido dormir en su casa, pero mañana tendrá que volver a buscar algún sitio donde cobijarse. Lo que no le falta es el plato caliente del comedor de Irala, donde los franciscanos llevan décadas dando de comer a las personas que lo necesitan. El hermano Toño, después de muchos años supervisando los fogones que reconfortan algo más que el estómago, es quien mejor sabe cómo es la situación de la gente que no tiene hogar. Para estos días en los que el invierno quiere hacerse notar con más fuerza que de costumbre en estas tierras, el menú es reconfortante. Ayer, lentejas, albóndigas con tomate y fruta. Pueden repetir, aunque las raciones son más generosas que lo que ha sido el destino con esta gente y hasta se permiten ese lujo de dejar lo que no apetece sabiendo que mañana pueden volver y no les faltará comida. El hermano Toño admite que en Bilbao ahora se dan dos comidas en lugar de tres, para que así llegue a todos los que lo necesitan que ahora son bastantes más, pero también afirma que “nadie se queda con hambre”, e invita a comprobarlo.Lo cierto es que a las doce del mediodía comienzan a llegar al comedor hombres y mujeres de diferentes edades y nacionalidades hasta prácticamente ocupar todas la mesas dispuestas. “Rara vez se llenan, aunque ahora los huecos son menos”, reconoce el hermano Toño. En concreto, este comedor tiene 108 plazas para comidas y cenas. Ayer se acercaron noventa comensales.Entre ellos, Pedro y Raquel, amigos de la calle, que se han conocido en esta ruta de la supervivencia. Pedro lleva años sin trabajar. “Tuve un piso, tengo seis chicos y una chica que viven en Valencia con su madre, salvo uno que se casó en Bilbao y estos días de mucho frío me ha permitido dormir en su casa”.Pedro aprovecha para pedir que las instituciones les ayuden. “Es que por fuera parece que estamos bien, pero la tragedia es por dentro”. Lo dice porque tanto él como su compañera se presentan en el comedor de Irala con aspecto cuidado. “Mi amatxo lo decía, la limpieza y la pobreza no están reñidas”.Su amiga Raquel tiene 42 años y desde hace un tiempo cobra una ayuda con la que puede pagarse una habitación y ayudar a sus dos hijas que viven con el padre en Otxarkoaga. “He pasado mucho tiempo viviendo en la calle y no hay nada tan duro y eso que Bilbao es una ciudad segura. Siempre hay patrullas que vigilan la noche”. Dormía en la calle porque se le acabó el pase para el albergue pasadas las tres noches autorizadas. “Una vez tuve que amenazar a la asistente porque no me dejaba dormir dentro y eso que no soy violenta. Al final me permitió pasar más noches”.El hermano Toño dice que el perfil de las personas que acuden a este comedor ha cambiado con los años. Ahora, la mayoría son jóvenes de entre 25 y 30 años, sin papeles, ni posibilidad de ayuda que buscan algún curso que realizar. “Apenas hay adicciones y más bien son gente bastante sana con problemas de idioma y que están situándose”. El 53% son magrebíes, el 18% subsaharianos, el 10% del resto del mundo (polacos, albaneses, algún latino…) y el 10% nativos”.Hocine, argelino, tiene 26 años y solo lleva nueve meses en Bilbao. Por el día estudia castellano en un colegio y por la noche duerme en el albergue. Lo mismo que Mohamed, senegalés de 52 años. Ya ni se acuerda de su odisea en patera en busca de un mundo mejor. “No tengo un sitio donde dormir en concreto, puede ser en un cajero o debajo de un puente. Lo que más asusta es el frío porque no estamos acostumbrados”. Estos días aún puede dormir en una pensión gracias a una ayuda de emergencia social, pero el próximo mes volverá al ras del cielo. “Al menos la comida no falta”.
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