ola de frio en bizkaia

Smain prefiere su chabola

Bensayah llegó a Euskadi hace ocho años y tras dejar de percibir la RGI se vio obligado a vivir en la calle

Deia, Un reportaje de J. Basurto, 07-02-2018

“Puedo estar más caliente en un albergue, pero te dan una cosa buena unos días y luego te la quitan”, afirma Bensayah Smain

CUANDO se le pregunta Bensayah Smain por qué no quiere ir estos días a dormir a un albergue, insiste en su respuesta: “No me gusta, no me gusta”. Este hombre, nacido hace 43 años en un pueblecito de Argelia, prefiere pasar las gélidas noches en una chabola en un monte cercano a un barrio de Bilbao. Reconoce que pasa “mucho frío” a pesar de tener varias mantas, “que no son suficientes”, confiesa, pero no deja la chabola porque “en otras ocasiones me han robado y no quiero abandonarla unos días”. También tiene otra teoría sobre su negativa a ir a un albergue municipal. “Reconozco que puedo dormir caliente en un albergue, pero solo van a ser unos días, hasta mañana, jueves, y después qué”, se pregunta. Por eso repite que “no quiero ir porque te dan algo bueno unos días y luego te lo quitan”. Para eso prefiere continuar en su chabola en compañía de un amigo, aunque ese amigo ha optado estos días por aceptar la oferta de los servicios municipales de emergencia y dormir en un albergue. “Él ha ido porque no está a gusto aquí y se quiere volver a Argelia, pero yo no, yo quiero seguir aquí en Euskadi”. La relación de Bensayah con el País Vasco comenzó hace más de ocho años cuando llegó huyendo del escaso porvenir que tenía en su país. Tras muchas peripecias acabó cobrando la RGI, lo que le permitió poder pagar una habitación en un piso de alquiler. Pero se le acabó la Renta de Garantía de Ingresos, lo que le abocó a vivir en la calle. Los servicios municipales le facilitan desde entonces el sustento, pero no la pernoctación. Bensayah acude todos los días al comedor de las Apostólicas en Indautxu. Allí se asea y llena el estómago antes de volver a su chabola. “Hay que aguantar”, dice resignado. Mientras tanto, confía en que algún día pueda arreglar su situación legal en nuestro país para poder trabajar. “Eso es lo mejor que hay en la vida: trabajar”, dice Bensayah, que antes de llegar a Euskadi trabajó de pintor, en carga y descarga, “y también tengo experiencia como comercial”. Pero nada puede hacer si su país no le renueva el pasaporte. “Las autoridades argelinas me han arruinado la vida”, señala, “porque no me dan el pasaporte”. Un documento que, según él, lo podría conseguir a base de dinero porque Bensayah no tiene pelos en la lengua al afirmar que “en mi país hay corrupción y si tienes 500 o 600 euros consigues un pasaporte”. Como no tiene medios para conseguir el documento de esa forma, Bensayah confía en que algún día se lo concedan sin tener que recurrir al soborno. No pierde la esperanza. Acude al comedor que regenta Cáritas en busca de alimento y comprensión, que eso encuentra entre los voluntarios que dan de comer a los más necesitados.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)