Cerca de un millar de personas se dedica a la prostitución en pisos y clubes de Gipuzkoa

La mayoría de las trabajadoras del sexo son de origen extranjero y no ejercen en la calle La tarifa media de cincuenta euros por servicio permanece invariable desde hace cinco años «Las autóctonas ahora se están convirtiendo en la élite. Antes, las extranjeras eran lo exótico»

Diario Vasco, 10-04-2006

SAN SEBASTIÁN. DV. Los precios llevan congelados varios años, ya no se hace la calle – aunque hay alguna que otra excepción – , las brasileñas y las colombianas son las más numerosas y algunas acusan a las africanas de «tirar los precios» a la baja por cada servicio… También quedan autóctonas, de entre 18 y 70 años, y hombres que se prostituyen principalmente con otros hombres, que siguen siendo los principales consumidores de la oferta. Así funciona el negocio del sexo en Gipuzkoa.

El debate sobre la regularización de la prostitución abierto en en el seno de una comisión del Congreso ha hecho que las trabajadoras y trabajadores del sexo vuelvan a estar de actualidad. También en Gipuzkoa, donde más de un millar de personas se dedica a diario al oficio más antiguo del mundo, según los datos que maneja Aukera, el programa de intervención psicosocial sobre las personas que ejercen la prostitución en Gipuzkoa subvencionado por Gobierno Vasco, Diputación y los ayuntamientos de Donostia, Irun y Pasaia.

En el gabinete de Aukera, el año pasado atendieron a 500 prostitutas. «Nosotros apenas llegamos a atender a la mitad que realmente existe. Calculamos aproximadamente que sobrepasa el millar», asegura Amaya Lasheras, responsable del programa. Desde que en 1998 echara a andar el servicio, en el gabinete se han ocupado de visitar pisos y clubes de alterne del territorio – por lo menos, los que les han abierto las puertas – y de recibir en su sede a las prostitutas que han accedido a contar con sus servicios por el «boca a boca». Un equipo de psicólogas habla con ellas y les ofrece asesoramiento en temas legales, sociales, sanitarios, de formación y búsqueda de empleo. «Funcionamos con la inmediatez, aunque nos gustaría trabajar más la solidaridad y la conciencia de colectivo», señalan desde el gabinete.

El servicio es confidencial y secreto. De las 500 personas atendidas en 2005, el 92% fueron mujeres o transexuales. De ellas, el 90% son mujeres inmigrantes, principalmente brasileñas y colombianas. «Quizás las autóctonas tienen menos problemas y nos visitan menos. Ahora se están convirtiendo en la élite. Antes, lo exótico eran las extranjeras pero, hoy en día, al haber tanta inmigrante, lo exótico es la de aquí», afirma Lasheras. La media de edad se sitúa entre los 25 y 35 años, aunque «hay jovencitas de 18 años y veteranas de 70».

También hay hombres que se prostituyen. «El 8% de las personas que nos visitan», aseguran desde Aukera. En todos los casos, el cliente siempre es hombre, «casado o soltero, jóvenes o mayores».

En clubes y pisos

Salvo casos aislados de quienes todavía hacen la calle, el negocio en Gipuzkoa se concentra en pisos y clubes. En los primeros, la mayoría se localiza en San Sebastián, mientras que el Bidasoa aglutina a la mayoría de clubes de alterne del territorio, por aquello de acoger la frontera como zona de paso. Un estudio de Emakunde de 2001, contabilizó 34 clubes de alterne, repartidos por todas la comarcas guipuzcoanas, y 37 pisos, la mayoría en Donostia.

Dentro de los clubes, los de menor tamaño van «cerrando poco a poco» en beneficio de grandes clubes, que tienen instalaciones de hotel, donde trabajan hasta 50 mujeres. «Son los llamados clubes de plaza, que conforman una red de locales por toda España, y que funcionan con un sistema de rotación de prostitutas que trabajan cada mes en un local diferente», afirma Lasheras.

En estos clubes se funciona en régimen de hotel. «Las mujeres pagan 50 euros al día por la habitación. Así, los dueños se evitan problemas legales puesto que no son responsables de lo que hagan las inquilinas en sus habitaciones. Además, van a medias con las copas que se consumen». En los pisos, en cambio, lo normal es que se abone el 50% del servicio al propietario de la vivienda y negocio.

En total, la asociación feminista Clara Campoamor calcula que la prostitución mueve al año en el País Vasco 38,5 millones. «Las chicas nos dicen que el trabajo está flojo. En los pisos, hay veces que una mujer se puede pasar un día sin recibir clientes. Hoy en día, son los grandes clubes los que atraen a la mayoría de la clientela», señalan desde Aukera. La tarifa actual es de 50 euros el servicio. «Está congelada desde hace años – añade – y hay casos en los que se baja de ese precio. Ha habido problemas de competencia. Muchas se quejan de que las africanas tiran los precios».

El perfil de las prostitutas que ejercen en Gipuzkoa es de mujeres separadas, con hijos a su cargo, aunque también hay casadas, con carrera universitaria y de alto standing «a las que Aukera no accede». Todas lo hacen «por dinero». En muchos casos se alterna el trabajo de prostituta con otro de cuidado de ancianos o niños, o algún curso de formación.

El problema habitual en todas ellas es la falta de autoestima. «El estigma social que les persigue y el llevar una doble vida, ocultando a los amigos y conocidos la verdadera profesión, al final va haciendo mella y afecta a la autoestima», asegura una psicóloga del centro. No obstante, actualmente «la conciencia de dejar el trabajo cuanto antes se va extendiendo. Esta es una profesión para poco tiempo porque, cuantos más años de experiencia se tenga, menos se gana».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)