No partes de cero si eres gitano

Elisabeth y Jordi son una excepción. Los gitanos apenas representarn el 1 por ciento de los universitarios, unos 13.000 en España

ABC, Érika Montañés , 05-02-2018

Elisabeth Borja y Jordi Maldonado se saben «una excepción». Son jóvenes preparados y con arrestos para luchar contra la desigualdad que sufre el pueblo gitano con armas como la educación exquisita que no está al alcance de muchos. De hecho, se calcula que solo del 1% al 2% de la población universitaria son gitanos (en el entorno de las 13.000 personas). Y, sin embargo,estos dos jóvenesenfrentan también agravios y descalificativos que responden a una sola razón: su etnia.

Para muestra, un botón. Este es un caso real: en un hospital de Hellín (Albatece) un familiar de una persona gitana hospitalizada interpone una demanda tras escuchar este comentario vertido entre enfermera y celadora: «A este no le pases mucho la esponja que no acostumbran a lavarse». Y estas trabajadoras no son precisamente una salvedad: según el CIS, al 40% de los españoles les molestaría mucho o bastante tener como vecinos a gitanos; y a uno de cada cuatro padres no les agrada que sus hijos compartan aula y pupitre con gente como Jordi o Elisabeth.

65% se sienten marginados
Como ellos, según las estadísticas de la Fundación Secretariado Gitano, el 65% de los gitanos que se sienten marginados no llegan a los 30 años, lo que hace de este colectivo un segmento de edad especialmente vulnerable. Es por ello que recientemente esta organización puso en marcha la campaña Partir de Cero, que pone el foco sobre esas situaciones que algunos dirán son inimaginables o de una sociedad incivilizada, pero que se producen cada día.

La espina dorsal de la campaña es un corto de animación que ha redactado Maxìm Huerta y que locuta el actor Antonio Resines para simbolizar que la comunidad gitana no parte de cero. Lo hacen de la mano de la protagonista del filme, Samara, a la que «cierran todas las puertas en un mundo donde no todos parten en igualdad de condiciones». «¿Quién no puede estar de acuerdo en que todos debemos tener las mismas oportunidades?», se pregunta a voz alzada Resines. Pero el director general de la Fundación, Isidro Rodríguez, no puede más que disentir porque el punto en el que todo empieza se difumina para miles de gitanos. Algunos tienen que escalar más alto para poder llegar a los peldaños de arriba. Elisabeth y Jordi creyeron que lo conseguirían con un título. Y en ello están, para convertirse en parte de las primeras «hornadas» de gitanos en licenciarse.

Entradas vetadas, alquileres rescindidos…
A sus 24 años, Elisabeth es técnica de Igualdad para la integración del pueblo gitano en Cantabria. Estudia cuarto de Derecho, y quizás nazca de ahí su vocación por litigar por los pleitos a priori perdidos, como las reclamaciones en los supermercados por la persecución a gitanos de los vigilantes de seguridad. «En discotecas, vetando la entrada; en conciertos, con pases anulados; camareros que no te sirven lo que pides… Hay muchos gitanos cuyos derechos se ven mermados por el hecho de serlo», dice Elisabeth en el encuentro de la fundación en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España para proyectar el corto. Y sus palabras casan con otro caso, de los más habituales según la ONG: «Alquilado un piso, y pagado el primer mes de alquiler, a una familia gitana en Huelva, el propietario les rescinde de inmediato el contrato al enterarse de que son gitanos».

Lecciones de vida
Jordi es catalán, está metido en plena vorágine de 4º de Pedagogía, que realiza con la voluntad de enseñar a las nuevas generaciones lo importante que es la educación como mochila vital. «Es fundamental para tener futuro, sueños y metas». «No soy más por ser gitano, pero tampoco soy menos», apela. «He jugado a fútbol toda mi vida afirma. Éramos algunos gitanos, y los padres de chicos de otros equipos decían que les íbamos a hacer más daño por serlo». Jordi, que entrena a chavales del equipo de La Trinidad de Barcelona, se muestra orgulloso de haber salvado agunos prejuicios entre los menores a los que adiestra. «Ha habido un cambio a mejor, pero cuesta mucho», dice.

Elisabeth insiste en otro problema añadido: la doble discriminación que sufres si eres gitana y mujer. «Tienes que ser madre de familia, ama de casa, y romper con esos roles de género es más difícil todavía». «La diferencia son los estereotipos que nos ha prefijado la población a los gitanos. Derribarlos pasa por la visibilización», arremete.

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