Emigrantes y desarrollo sostenible

La Vanguardia, 07-04-2006

Dicen que la incesante llegada de inmigrantes preocupa en las sociedades receptoras. Porque surgen dificultades en proporcionarles vivienda digna, educación, atención sanitaria. Porque hacen bajar los salarios al aceptar cualquier trabajo y mal pagado. En sentido contrario, se aprecia su presencia porque cuando trabajan como legales cotizan en las arcas de la Seguridad Social.
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Sea cual sea la perspectiva, las emigraciones son un hecho que no lleva camino de desaparecer. Las diferencias entre países son tan enormes y perceptibles, que los individuos desventurados no cejarán en aspirar a una vida mejor. Salir de su casa representa, muy a menudo, cambiar la guerra por la paz; y siempre, aumentar sus ingresos, su esperanza de vida, la protección social. Por todo esto murieron 1.800 personas intentando entrar en España durante el año 2005. Un dato que debe espeluznarnos y que, cuando así es, conduce a reclamar ayudas al desarrollo de los países pobres para que nadie tenga que emigrar por necesidad perentoria.
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Se habla de un comercio sin barreras que les permita exportar, de contribuir a su desarrollo industrial, de que manufacturen para su propio consumo y no sólo para el exterior. Ahora bien, si el modelo que han de seguir es el de los países avanzados, ¿tamaño desarrollo sería sostenible? ¿Concebimos que países emergentes como India, China o Brasil consuman al mismo nivel que el área occidental? Más aún, ¿acaso nuestro modelo es sostenible aunque no se incorporen nuevas economías? La crisis de los hidrocarburos está a la vuelta de la esquina, y la respuesta presenta tres frentes: ocupación de los países con reservas, centrales nucleares o energías renovables. Por tanto, guerras, dependencia del uranio y riesgo de accidentes, o tecnologías alternativas. Si la mejor opción es la tercera, ¿por qué ni las compañías ni los gobiernos acometen ya el cambio?
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La rentabilidad de explotar hasta el fin sus inversiones en hidrocarburos, por parte de la industria, y el coste político de marcar nuevas directrices, por parte de los mandatarios, frena una decisión que cuando resulte ineludible también resultará traumática ante la ausencia de previsión.
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Los estudios de la ONU sobre el calentamiento del planeta ponen al descubierto que la temperatura media global aumentó 1,13 º durante el siglo pasado. Calculemos, pues, la contaminación que se generaría si los millones de chinos e indios progresaran económicamente copiando nuestro sistema actual. Más millones de automóviles con motor de gasolina, más millones de aires acondicionados funcionando con electricidad no ecológica, más cientos de centrales nucleares y las consecuentes luchas violentas por el control del uranio. Por otra parte, si las emisiones de CO no se reducen 2 de forma significativa, el cambio climático conllevará pobreza y emigración para millones de personas, en especial de Asia y África.
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¿Es éste el mundo que legaremos a nuestros nietos? ¿O preferimos edificaciones eficientes, utilizar el aire y el sol, estudiar el uso del hidrógeno y de la energía nuclear de fusión?
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Ni a la demanda y el consumo hay que responder con un sistema creador de conflictos y contaminación, ni se puede impedir el desarrollo de los países atrasados. Es el modelo de crecimiento de las economías punteras el que debe transformarse y arrastrar tras de sí a las emergentes. Entonces, la emigración dejará de ser un horror para los pobres y una vergüenza para los ricos.
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