«Me gustaría borrar mi etapa con las drogas»

Marroquí, de 44 años, lleva cinco en Donostia, está en Proyecto Hombre, ha pasado varias noches invernales en Intxaurrondo. Aspira a trabajar y a crear una familia

Diario Vasco, 06-04-2006

Su aspecto físico contrasta con su débil voz. Reconoce que se debe al abuso de las drogas – hachís y cocaína – durante muchos años. Lleva casi cuatro alejado de ellas, en Proyecto Hombre. Dice que el leve tartamudeo se debe a la ingestión de una pastilla para curarse. No quiere ver más que su futuro y reniega de su pasado como drogadicto. Ha estado acogido en el centro contra el frío que Cáritas dispuso en la iglesia vacía del convento de las hermanas de la Sagrada Familia, en Intxaurrondo Viejo, que se cerró el día 31 con la llegada del buen tiempo.

– ¿Cómo se vive en un lugar de acogida de caridad como éste?

– Me siento bien, muy ayudado gracias a ellos y a los voluntarios. De verdad, de corazón, son buena gente. Me duele que se cierre porque ¿dónde voy a dormir? Llevo casi cinco años en San Sebastián. Antes otros cinco en Bilbao, Ba – leares, recogiendo fruta en Lérida y anteriormente en las ferias.

– Me dicen que está en Proyecto Hombre.

– Llevo seis meses para recuperarme de las drogas. Me medican, me ayudan, hay un abogado, una asistenta social… Hacemos terapias por la mañana y manualidades por la tarde. Cuando salgo vengo aquí a dormir. Estoy intentando conseguir documentos para trabajar pero no me los dan. Por eso me siento muy dolido.

– ¿Se duerme bien en un centro de acogida con gente que no se conoce y que también tiene problemas?

– Duermo bien. Pienso en lo que me ha pasado con la droga. La he dejado totalmente. Pero siempre estoy solo. No tengo ningún amigo. Pienso que si sigo solo no hay ningún peligro de volver a la droga. Me meto pronto a la cama.

– ¿Qué le ha pasado en la vida?

– La droga me ha estropeado la cabeza. Tengo la mente muy débil de la cocaína. Hasta que llegué a Proyecto Hombre con un amigo. Llevo tres años limpio.

– ¿De qué zona de Marruecos es?

– De Marrakech. Allí está mi familia pero no tengo relación con ella. Les mando dinero. Son muy pobres.

– ¿Se fue a buscarse un futuro?

– Yo trabajaba bien como guía de turismo pero en verano no había trabajo. Hablo inglés, francés, castellano, un poco de alemán y de italiano. En verano venía a España a trabajar en el campo.

– ¿Cómo un hombre preparado como usted cae en la droga?

– La soledad mata. Empecé en las ferias, con porros, alcohol y luego cocaína.

– Todo eso es muy caro.

– Trabajaba mucho para pagarme ese vicio, para drogarme. Cuando estaba mal dejé todo para recuperarme. Ahora me siento bien aquí, tomando pastillas. Sólo me dan envidia los que vienen a dormir con sus papeles en regla. Si los tuviera trabajaría en la construcción porque tengo experiencia. Y podría formar una familia.

– ¿Conoce a alguna chica?

– Sí, una española que vive en Pamplona. Nos llamamos alguna vez, viene ella a verme. Si obtengo la residencia iré a vivir con ella y a trabajar allí.

– ¿Se ha arrepentido muchas veces de entrar en el mundo de la droga?

– Sí, muchas veces. Hasta he llorado. Me he sentido muy frágil porque no tengo ni amigos ni familia y llevo así cuatro años.

– ¿Hay mucho trapicheo?

– Para mí era fácil encontrarla después de trabajar en las ferias.

– ¿Con quién se relaciona mejor: con otros inmigrantes o con la gente de aquí?

– Con los de aquí. La verdad es que me siento muy integrado. No me gustan los paisanos que están llegando ahora.

– ¿Por qué?

– No respetan a la gente de este país. Si hay cola, se van adelante, como las vacas, sin importarles los que esperan. Algunos roban bolsos a las personas mayores. Eso hace que la gente diga que todos los marroquíes somos malos. Pero yo siempre me he sentido querido por los vascos. Me da mucha rabia ese mal comportamiento.

– ¿Volver a Marrakech no es una posibilidad?

– No. ¿Qué hago allí si llevo media vida aquí? Tengo 44 años y salí hace 18. Estoy acostumbrado a la vida de aquí. Allí no sabría qué hacer. No hay trabajo ni futuro.

– ¿Le da miedo el futuro ahora que se cierra este centro?

– Siempre da miedo porque la calle es muy dura si no tienes trabajo. He estado así muchos años, aunque dormía en pensiones o centros de acogida.

– ¿De qué vivía, de la limosna?

– ¿No! (digno). Ni he pedido dinero ni he robado nunca. Vivía de lo que tenía ahorrado del trabajo.

– Todo el día sólo en la calle se tiene que hacer muy duro.

– Mucho. Paseaba, me sentaba en un banco de un parque, pensaba. Hasta la hora de venir al centro de acogida.

– ¿Pensaba en su futuro, en su terrible pasado?

– Lo pasado ya pasó. No pienso más en él. Reniego de mi pasado como drogadicto. Hay que tener los pies en el suelo y pensar en el futuro. Me siento muy mal y espero que alguien me ayude. Ya he hablado con SOS Racismo.

– ¿Por qué cree que no le dan los papeles de residente?

– Porque han cambiado las leyes. Tengo amigos que me guardan un trabajo para ayudarme. Pero no puedo hacerlo sin papeles porque les metería en un lío y sería otro para mí. Espero sólo a que se solucione y poder quedarme a trabajar y a fundar una familia.

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