EL CAPITÁN del cascarón con 500 inmigrantes a bordo, que había partido de a saber cuál puerto africano, perdió su oportunidad de hacerse famoso.

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La bañera se arrastraba lentamente hacia Canarias desafiando a los alisios cuando, en un alarde de tecnología de la comunicación, todos supimos lo que se avecinaba. Prensa, televisión, Internet¿

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Seguramente el capitán navegaba feliz cuando recibió la llamada de sus cómplices, o quizá oyó la noticia en la que le llamaban negrero. Todo a estribor y proa hacia donde antes estaba la popa fue su decisión, acertada o no, pero que salvó muchas vidas¿ al menos por el momento, pues no se ha dicho la última palabra.

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Veremos muchos más barcos, tantos más cuanto más altas sean las murallas que levantemos.