Los ultras alemanes, a la caza del tercer puesto en la recta final de la campaña

Ante la hegemonía de Merkel, la lucha la libran AfD, verdes, liberales e izquierda

La Voz de Galicia, Patricia Baelo Berlín / corresponsal , 18-09-2017

Los refugiados, las tensiones con Turquía y la necesidad de asumir un mayor liderazgo en la Unión Europea han marcado la agenda de las elecciones alemanas del 24 de septiembre. También asuntos de política interna, como la amenaza terrorista y el consiguiente debate sobre la seguridad, el aumento del presupuesto de defensa, la rebaja fiscal, la brecha salarial o la reducción de las emisiones contaminantes a raíz del escándalo del diésel. Sin embargo, ninguno ha logrado despertar el interés de la ciudadanía ni de los medios, sumidos en el sopor de una campaña que entra en su recta final tan anodina y huérfana de contenidos como la inició.

La culpa es de la ambivalencia de la canciller alemana, acostumbrada a atraer así a votantes de todas las vertientes, además de su indiscutible supremacía, que a una semana de los comicios la consolida como favorita con el 36 %, según los sondeos. «En Alemania no hay un sistema de elección presidencial. Aquí votamos a partidos». Así justificaba hace unos días Angela Merkel su negativa a medirse en un segundo duelo televisivo a su rival, el líder del el Partido Socialdemócrata (SPD), Martin Schulz. Pero la jefa de la bancada conservadora se equivoca. Si el electorado se decanta por la Unión Cristianodemócrata (CDU) es solo porque considera a la dama de hierro la única capaz de hacer frente al brexit y los populismos.

«Merkel la inquebrantable», titulaba Der Spiegel en mayo, cuando la CDU conquistó el land más poblado del país, Renania del Norte-Westfalia, en las terceras elecciones regionales consecutivas que perdía el SPD. El llamado «efecto Schulz», que en enero consiguió adelantar a los conservadores en apenas una semana, se había esfumado.

Desde entonces, el aspirante socialista a la Cancillería centralizó su discurso y se limitó a atacar a su oponente, en vez de recuperar la identidad de su formación, que experimenta una crisis sin precedentes y, con el 23 % de intención de voto, debe decidir si sigue desgastándose dentro de la gran coalición o se retira a las filas opositoras.

La verdadera lucha es la que libran Los Verdes, La Izquierda, los liberales del FDP y los ultraderechistas de AfD por el tercer puesto. Todos ellos se mueven en la horquilla del 8 % y el 10 %, por lo que se juegan convertirse en socios del futuro Gobierno de Merkel, que probablemente necesitará al menos a un partido bisagra. La canciller ha descartado una alianza con La Izquierda y con Alternativa para Alemania (AfD), a la que busca desacreditar sin darle más categoría. Una tarea titánica para la cual su tradicional tono conciliador no surte efecto.

Entretanto, la AfD la abuchea y le lanza tomates en cada mitin, mientras no deja de ganar puntos. «A estas alturas está bastante claro que conseguirá un resultado de dos dígitos. Entrará con fuerza en el Bundestag e incluso podría liderar la oposición parlamentaria si se reedita la gran coalición, lo que tendría un simbolismo muy duro para un país» con una historia como la alemana, explica el periodista alicantino Andreu Jerez, que acaba de publicar junto a Franco delle Donne Factor AfD. El retorno de la ultraderecha a Alemania.Un conservador desencantado y una lesbiana neoliberal

la AfD, que nació en el año 2013 como un movimiento económico contrario a los rescates del sur de Europa y cogió impulso en el 2015, tras haber capitalizado el rechazo de la población a la llegada de inmigrantes, se presenta a las elecciones con dos candidatos. Uno de ellos es Alexander Gauland, un jurista de 76 años que inició su carrera como miembro de la CDU, con la que fue jefe de despacho del Ejecutivo del estado federado de Hesse. A pesar de haberse ganado una cierta fama de intelectual después de haber publicado varios libros, hoy destaca por sus arrebatos radicales.

Gauland ha llegado a defender que nadie desea tener de vecino al futbolista de padre ghanés Jerome Boateng o que la responsable de Inmigración del Gobierno, la germano-turca Aydan Özoguz, debe ser «tirada a la basura en Anatolia». El 2 de septiembre fue un paso más, al pedir que Alemania deje de reprocharse su pasado nazi y esté «orgullosa« de los soldados que lucharon en las dos guerras mundiales. «Es el ideólogo central de AfD y la argamasa que de momento permite mantener unidas a todas las facciones», asegura Andreu Jerez en su libro.

La lucha de poder quedó reflejada el pasado abril, cuando Frauke Petry, del ala más moderada, renunció a la cancillería. Su lugar lo ocuparon Gauland y la doctora en Economía de 38 años Alice Weidel. Consultora de empresas y residente en Suiza junto a su compañera, presenta un perfil más liberal que de extrema derecha. Aunque hasta hace poco era una desconocida, últimamente ha protagonizado titulares por pagar en negro a una refugiada siria como empleada del hogar, al igual que por un presunto correo electrónico en el que califica de «cerdos» y «marionetas de las potencias vencedoras» a los representantes del Gabinete.

La novata Weidel y el veterano Gauland están decididos a quitarse la espina que se le quedó clavada a AfD en las elecciones generales del 2013, cuando no logró el 5 % mínimo para entrar al Parlamento. La famosa frase de Franz-Josef Strauss, el padre de los socialcristianos bávaros, «a la derecha de la Unión (CDU/CSU) no puede haber ningún partido elegido democráticamente» será así historia, concluye Jerez.

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