ONG 'sin techo' para inmigrantes con papeles

El Mundo, 02-04-2006

La plaza entera que ven hace las veces de despacho, el mullido sofá es un banco de madera y los que llegan a esta ventanilla vienen de batirse el cobre en el campo. «¿Y qué necesito para empadronarme, Antonio?». «Oye, Antonio, ¿cómo puedo traerme a la mujer?». Tomen asiento, que hay una ONG sin techo para intentar que los inmigrantes tengan algo más que papeles.

Esto pasa en Pulpí (Almería). Pero parece que sucede en Jauja.Hay una funcionaria del ayuntamiento denunciada por llamar «tamagotchis» en público a los suramericanos. Tenemos a decenas de inmigrantes que han empezado a recoger firmas para reclamar sus derechos.La plaza de la villa se trasmuta los martes y jueves en improvisada oficina al aire libre, donde la asociación que más atiende a los temporeros resuelve sus dudas. Y luego está la alcaldesa – presidenta provincial del PSOE – , negándole un local municipal a este enemigo, con el argumento de que la asociación que trata de resolver los empadronamientos no es gente del pueblo… Con semejantes mimbres, más que hacer una crónica, dan ganas de filmar una película de Berlanga.


La cosa tendría gracia si no fuera porque el 31% de los vecinos es extranjero; porque la imposibilidad de estar en el padrón municipal conlleva no poder solicitar la reagrupación familiar, ni acceder a las viviendas de protección oficial; porque, después de cinco años doblando la espalda en Pulpí, la desidia institucional ha levantado en pacíficas armas a la temporeros, que piden con sus rúbricas que se les trate como a personas; o porque el affaire ha enfrentado a María Dolores Muñoz, regidora del pueblo y presidenta del PSOE en Almería, con la Asociación de Hermandad Hispano – colombiana, una modesta ONG que, hace seis meses, llegó a Pulpí entrometiéndose en la labor que, teóricamente, corresponde al ayuntamiento.


«La alcaldesa no quiere empadronarlos para que no echen raíces en el pueblo, hay discriminación institucional, no quiere que accedan a viviendas, que traigan a sus familias y se queden aquí», nos cuenta Antonio García, presidente de la asociación. «Pero han topado con nosotros y le hemos empezado a arreglar las cosas a la gente. Yo tuve la polio y sé lo que es estar seis años solo en el hospital. Y aquí hay personas que llevan cinco sin ver a su padre o a su madre… Por eso tenemos el valor para hacer todo por ellos, aunque sea sin local. Menos una huelga de hambre, claro… Con este cuerpo que tengo tú dirás».


La gota que ha colmado el vaso tiene como protagonista a una ayudante de la alcaldesa del pueblo. Llevaba ya la ONG varios meses atendiendo a los inmigrantes, que se quejaban de que aquel ayuntamiento era un erial de abrazos. Hasta que un día, el presidente de la ONG lo escuchó: la ayudante de la alcaldesa, en pleno consistorio, llamaba despectivamente «tamagotchi» a una mujer colombiana.


Antonio lo ha denunciado y ha pedido que se abra expediente disciplinario.Intuye él que la alcaldesa no se lo ha perdonado jamás. Y que el local que en un principio le prometían se ha quedado en agua de borrajas.


«Puse una queja», comenta. «En ese momento sabía que, si ponía una reclamación, perdía el local. Y que si me callaba no iba a poder mirar a los inmigrantes a la cara. Decidí denunciarlo, y ayudarles a la intemperie».


La asociación, que cuenta con una veintena de voluntarios y tiene su sede en Aguilas (Murcia), a 20 kilómetros de Pulpí, presta sus servicios los martes y los jueves, todo el tiempo que haga falta al caer la tarde. Antonio llega con su mesita de cámping, saca su varita mágica y trata de hacerla funcionar. Que si arreglar los empadronamientos, que si informar sobre las ayudas, que si intentar solucionar lo de la familia de allá…


Cosas importantes se han conseguido ya. Antes de que llegara la asociación a Pulpí, muchos de los extranjeros habían intentado en vano ser incluidos en el padrón. Así que, cortijo por cortijo, el propio Antonio logró elaborar por fin un listado de estos temporeros y poner en marcha los empadronamientos; consiguió la inscripción consular de los colombianos de Pulpí (para que puedan votar en su tierra); y pelea ahora por disponer de una salita donde poder seguir atendiendo los problemas de los desarraigados: una embarazada a la que le vence la tarjeta de residencia dos días después de dar a luz, un ecuatoriano que quedó viudo acá y que tiene a los críos sin madre en su país…


El ayuntamiento alega que ya existe una oficina para atender a los inmigrantes y que «esta asociación no está incluida en el registro de asociaciones municipal». Un portavoz autorizado del consistorio señala: «Tienen su sede en Murcia, ¿no? Pues esto es Andalucía».


A pesar de sentir la puerta en las narices, lo cierto es que Antonio y su Asociación de Hermandad Hispano – colombiana van a seguir estando los martes y los jueves en la plaza de Pulpí, con su mesa de tijera si no queda otra.


Que se fueran de allí no se lo perdonaría Raúl Correa, colombiano que lleva cinco años viniendo al pueblo a faenar: «Hasta que ellos llegaron, nadie nos ayudó ni puso la mano por nosotros».Que se dieran la vuelta ahora, sería la enésima traición española al temporero Bernardo Flórez: «Estamos recogiendo firmas porque queremos un sitio donde se nos atienda. Porque a los inmigrantes nos quieren bien poco aquí». Menos incluso, dice él, que a los tamagotchis de verdad.

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