«En el cine español apenas hay filmes sobre la emigración»

La Voz de Galicia, 01-04-2006

Carlos Iglesias (Madrid, 1959) ha debutado como director en el cine con una película que relata una historia personal, la suya, dentro de un contexto que marcó a varias generaciones de españoles: la emigración. Un franco, 14 pesetas – que cuenta con producción gallega y se estrena el próximo fin de semana – narra la aventura en la que se embarcan dos trabajadores que se marchan a Suiza en los años sesenta. Iglesias, autor también del guión, por el que recibió un premio en el Festival de Málaga, reconoce que sus recuerdos sustentan «el 60% del filme, pero el 40% restante procede de lo que me contaron otros emigrantes. Durante dos veranos entrevisté a 58 familias de emigrantes españoles e italianos, pero también a suizos, para que me contasen cómo vivieron aquellos años. Así que no me he inventado nada».

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– En sus descartes influiría el tono que le quería imprimir al filme.

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– Quería contar lo que nos pasó a nosotros y nunca se ha contado. Siempre me ha sorprendido que la única película sobre la emigración era Vente a Alemania, Pepe . En el cine español apenas hay filmes sobre la emigración, en la que participaron más de cuatro millones de españoles. No se ha contado que el milagro español fue posible gracias a los ahorros de los emigrantes porque políticamente era incorrecto: Franco decía que en España se vivía como en ningún lado y era cierto, pero por otros motivos. No entendía que al volver me preguntaban si me habían tratado mal los suizos, porque en mi experiencia siempre nos trataron con dignidad.

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– Además del ahorro, fue un soplo de aire fresco para muchos.

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– La emigración nos abrió los ojos: vimos cómo se vivía en Europa en un tiempo en que España era de lo más casposo. Suiza en los sesenta ya era como ahora, no habían destruido su paisaje, como nosotros. Los emigrantes decían que llegaban a un jardín. El problema no era la ida, sino el regreso. Cuando yo volví a Madrid lo pasé fatal, durante dos años iba de casa al colegio y del colegio a casa. El único árbol que había en mi barrio, San Blas, estaba tronzado. Los niños apedreaban a los gatos, no había parques…

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– ¿Habló con emigrantes gallegos para su película?

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– De las 58 entrevistas, cuatro fueron con familias gallegas. Además, la familia de mi abuela materna era de Lugo, y todos con los que hablé venían de aldeas de la zona.

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– ¿Cree que el público le ha encasillado por sus papeles en televisión?

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– Durante los primeros cinco minutos la gente cree que va a ver a Pepelu o a Benito, pero enseguida se acostumbra. A nadie le ha parecido raro y todos han captado el tono. En el estreno en Málaga nadie se acercó a decirme «qué gracioso estás». Y tampoco rehúyo la sonrisa, porque hay situaciones de humor que lo pide.

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– ¿Y qué tal se sintió en la silla de director?

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– Escribí el guión pero no pensé nunca en dirigirlo. Se lo envié a Eduardo Campoy y a las 48 horas me contestó que quería hacer la película, pero sólo si la dirigía yo. Si la hacía otro, no tendría ni mi alma ni la suya, dijo. Se lo consulté a mi mujer, que fue quien me animó y dije que sí.

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– ¿Ha pensado alguna vez qué sería de su vida de haberse quedado en Suiza?

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– Sí, mi padre me ha dicho que tal vez habría sido mecánico fresador, como él, que tampoco está mal. Pero tengo amigos allí que están en la banca o son arquitectos, y no han seguido el trabajo del padre. Quién sabe, igual ahora también sería actor en Suiza.

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