BALEARES

Voluntarias: su tarea sigue en casa

Cuatro jóvenes que fueron a Grecia a ayudar a los refugiados relatan a EL MUNDO sus experiencias Consideran tan importante su trabajo allí como concienciar a la gente al regresar

El Mundo, ANSELM LÓPEZ PARÉS, 09-08-2017

Todas se fueron a Grecia para echar una mano tras la llegada masiva de refugiados que huían de la guerra. Y las cuatro se desviven por contarlo. Después de su vuelta a Mallorca, han organizado conferencias, exposiciones y hasta proyecciones. Para ellas, una parte de su voluntariado, quizá tan importante como la otra, es explicar lo que han visto conviviendo con quienes huyen del horror. También quieren contar sin tapujos la raíz del problema.La primera en acudir fue Sofía Tomás. Se fue para colaborar como voluntaria dos semanas y al final ha estado un año y dos meses en Ritsona, un campo de refugiados al norte de Atenas. Organizó una exposición para difundir la situación que se encontró en Grecia. Allí fue Ariadna Suari, que salió convencida de la necesidad de hacer algo. Al cabo de poco tiempo cogería un avión para pasar casi dos meses en el campo.Bet Biddle y Maria Antònia Roig no fueron a un campo de refugiados, sino a un squat, un antiguo colegio en el centro de Atenas que ahora es un centro de acogida de refugiados autogestionado. Ellas, como Sofía, acaban de volver, y aún tienen la sensación de estar allí.¿Son útiles?Ahora Ariadna ve su partida con perspectiva y es crítica con la figura del voluntario: «Deberíamos ir todos más concienciados o preparados, y yo fui un poco a la aventura». Aún así, cree que fue enriquecedor y útil para crear conciencia aquí.Según Sofía, aunque no se pueda cambiar una situación tan compleja, «sí que se puede cambiar el día de unos niños, hacerlos reír». Para Ariadna, es tan necesario el trabajo allí, como aquí «de información y concienciación». María Antònia defiende de que solo para verlo ya vale la pena: «Verlo y vivirlo allí es muy diferente».

Sofia Tomás, Ariadna Suari, Maria Antònia Roig y Bet Biddle: cuatro voluntarias. ALBERTO VERA
Pero coinciden en que un exceso de dependencia en los voluntarios puede ser contraproducente. «Allí todo lo hacían las oenegés, todo. Eso crea una dependencia que desposee de los derechos más fundamentales», opina Ariadna sobre su experiencia en Ritsona. Cree que es importante que sean los propios refugiados los que terminen llevando el peso dominante en la gestión de estos espacios.Como explica Maria Antònia, en un squat las cosas funcionan algo distinto a los campos de refugiados: «Nos hicieron una formación, donde se nos remarcó que aquello es su casa, que nosotros no éramos los europeos que veníamos a hacerles todo el trabajo, sino que nos teníamos que adaptar a ellos». Los refugiados tienen que concebir el sitio como su casa, así que son ellos quienes lo gestionan todo.Después de regresar, todas han experimentado la misma sensación: que los problemas de Mallorca son poco importantes comparados con los que han vivido allí. Pero como dice Sofía, al final una tiene que acostumbrarse a que «ellos tienen su vida, tú la tuya»: «No puedes dejar de vivir tu vida, hay que encontrar un equilibrio».Alertan de que la situación de incertidumbre que viven los refugiados crea mucha frustración. Han llegado a ver como algunos se autolesionaban. Viven el horror como algo normal, cotidiano: «Hace falta ayuda psicológica».Todas siguen en contacto con algunos de los refugiados que conocieron. Maria Antònia estaba hace un momento hablando por videoconferencia con uno de ellos. Sofía se sorprendió hace poco ante la pregunta de una amiga: «¿Pero cómo te comunicas con ellos? ¿Tienen móvil?». Sí tienen. Como comentan, a muchos conocidos les cuesta entender que viviendo en esas condiciones, puedan tener móvil. «¡Cómo si tener móvil significara que están muy bien!» Como recuerda Bet, quienes han llegado a Grecia vivían bien en su país, se podían permitir móvil. Muchos lo necesitan para comunicarse con los familiares que se han quedado en el lugar de origen.«Te lo dan todo y no tienen nada», dice Sofía. La amabilidad de los refugiados las ha sorprendido a todas. Les ofrecían platos de comida hasta reventar. Las raíces del problemaNo todos vienen de Siria, sino que hay algunos de otros países, como Afganistán. Una sorpresa desagradable ha sido el racismo entre refugiados de distintas procedencias, incluso entre niños. Las voluntarias han tenido que luchar contra el odio al diferente tanto aquí como allí.Insisten en que es necesario ir a la raíz del problema: la guerra. Además, recuerdan que si hay tantos refugiados retenidos es por la escasa acogida en Europa. Ariadna cree que se ha apelado en exceso a la caridad: «Eso perpetúa el problema, no hay que dar pena». Cree que todo tiene un origen político. «Es una guerra de todos», dice Bet, «…pero se mueren allí», sentencia Maria Antònia.Recomiendan ir a Grecia para verlo de primera mano, aunque aseguran que también se puede hacer acciones desde Mallorca, donde ya se han acogido algunos refugiados. Subrayan la gran importancia del conocimiento: «Hay que leer. Informarse».

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