Omar, refugiado sirio: "En España no existe odio al refugiado"
El Periodico, , 08-08-2017A punto de cumplirse seis años desde que Omar Jamoul aterrizara en Granada, este joven sirio se muestra optimista y destaca en declaraciones a Efe las “ventajas” que hay en España para un refugiado, como la de que “no existe un odio hacia ellos como en otros países” que impulsan, incluso, algunos partidos.
Este músico, que llegó en agosto de 2011 para completar su formación en el Conservatorio Superior de Música de Granada, nunca imaginó que regresar a Damasco, su ciudad natal, se convertiría en una quimera.
Al contrario que muchos de sus conocidos, tuvo la suerte de salir del país cuando el conflicto apenas se reducía a protestas callejeras, reconoce este joven a
“Hay que luchar y seguir encontrando el camino”, asegura con convencimiento, tras lo que rememora que recibió la ayuda de Cruz Roja en su proceso de solicitud de asilo.
Omar es una de las 8.180 personas procedentes de Siria a las que se otorgó la protección internacional en España durante el periodo 2011-2016.
El primer trimestre de este año el número de sirios que ha adquirido esta condición es de 1.235, según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
Omar explica que las dificultades comenzaron en 2012, cuando con la devaluación de la moneda sus padres solo podían sacar dinero del banco para mantenerse, por lo que “sobrevivió” en España tocando con su guitarra en bares y pequeñas salas.
Según pasaban los meses y veía como se recrudecía el conflicto en Siria, tuvo claro que no podría volver y que su oportunidad estaba en España. En busca de otra ciudad con mayores posibilidades laborales que Granada, en octubre de 2014 se trasladó a Málaga acompañado de su novia Sahar, también dedicada al mundo de la música.
Confiesa que ha tenido que superar muchos obstáculos, porque había semanas de “cero ingresos, en los que dependía de ayudas puntuales de amigos y profesores”. Ahora relata orgulloso que trabaja como profesor de música en dos escuelas de los municipios malagueños de Antequera y Campillo.
Buscando también un nueva vida está Dima, una profesora siria de árabe de 36 años que vivía una vida tranquila en Damasco junto a su marido y sus dos hijos.
Se desplazó temporalmente a Kuwait cuando la guerra estalló en su país y supo que ya no podría regresar. Se vio obligada a “cargar el equipaje y ponerse rumbo a Europa con los niños de 10 y 12 años”.
“Elegimos ir a Suecia donde está la mayoría de la familia”, cuenta Dima, pero como llegaron primero a España, la ley les obligó a tramitar su petición de protección internacional en el primer país al que habían llegado, por lo que tuvieron que regresar desde Suecia a España para tramitar los papeles.
Les ayudó la CEAR y vivieron durante casi un año en un centro de acogida de la organización en Alcobendas (Madrid), donde se les proporcionó además de acompañamiento social, todo lo necesario para cubrir sus necesidades.
Pero, sobre todo, Dima destaca la importancia de las clases de español que recibió y que le han facilitado encontrar trabajo.
“Estamos integrados en la sociedad española y eso es lo más importante”, asegura esta mujer siria, quien confiesa sentirse “más tranquila” desde que vive en España.
Pero un refugiado nunca olvida a la familia que dejó atrás, reconoce Dima, ni a todas las personas que, como ella, “han tenido que escapar” de sus países para sobrevivir.
“Me da pena de verdad la gente que vive en las fronteras de Siria: en Jordania, Líbano y Turquía”, lamenta.
Esta mujer siria recuerda que los refugiados que viven en campos de asentamiento durante años llevan una vida “muy dura”. Su mayor deseo: “Ojalá tengan paz en su país” para poder volver.
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