La isla de Chios, 'prisión' para 2.000 refugiados
El Periodico, , 01-08-2017Apenas tiene 8 años y ha vivido el horror de la guerra a tal límite que muchos adultos no lo hubiesen podido soportar. En Siria, su país natal, un bombardeo destruyó la escuela donde estudiaba y todos sus compañeros de pupitre murieron. Ella sobrevivió al ataque, pero las secuelas psíquicas le hacen arrancarse mechones de pelo. Se llama Aida, lleva sombrero y por miedo a las bombas no quiere volver a pisar una clase. Desde el pasado mes de mayo vive con su familia en un campo de refugiados en la isla griega de Chios como otros 2.000 refugiados, mientras sus padres esperan solucionar los trámites para poder entrar en una Europa que de momento permanece cerrada y sin llave.
Desde principios de 2015, Grecia ha sido la puerta de entrada a Europa de más de un millón de personas refugiadas y migrantes en busca de una vida segura. Mientras las fronteras estuvieron abiertas, las personas que llegaban a las islas griegas podían continuar el viaje primero hacia Atenas y luego hacia el resto del continente europeo. Pero cuando la frontera entre Grecia y la antigua República Yugoslava de Macedonia cerró, más de 62.000 personas quedaron atrapadas en Grecia, incluyendo a 14.300 en las islas. Los datos oficiales hablan de que, de ellos, 20.300 son niños y 2.200 han hecho el viaje solos.
Desde la entrada en vigor del acuerdo UE-Turquía, las llegadas a las islas griegas han descendido de manera significativa, pero las mafias siguen operando aprovechándose de la desesperación de las familias. Como muestra, en junio de este año llegaron 2.012 personas refugiadas a Grecia. A pesar de las dificultades, las familias respiran aliviadas al poner pie en Europa porque significa que han dejado la guerra atrás.
Saida y Mohammed tienen cuatro hijos de 4, 9, 5 y 7 años y ella está embarazada de cuatro meses. Él en Siria trabajaba en la construcción, tiene tres hermanos en Alemania y allí es donde le gustaría ir. “Hemos intentado entrar en Grecia cuatro veces, y por fin lo conseguimos”, nos explican sentados en el espacio con el que cuenta Save the Children dentro del campo de refugiados de Vial, en Chios. Los niños nunca han ido a la escuela.
Texto Alternativo
Save the Children asiste a estas personas en los campos de refugiados griegos, donde las condiciones en los barracones no son desde luego las mejores para que una familia pueda tener una vida digna. En Save the Children tenemos espacios reservados para que las madres puedan dar el pecho con tranquilidad a sus bebés y también se da información a las madres primerizas. Tenemos además equipos de trabajadores sociales, psicólogos y abogados para ayudar a los recién llegados.
En Save the Children nos preocupa especialmente la situación de esos 2.200 menores que están en Grecia solos, la mayoría de ellos procedentes de Afganistán. Primero, porque sus necesidades no están cubiertas (solo hay plazas de alojamiento para 1.200 de ellos por lo que hay al menos un millar que se han quedado fuera del sistema) y porque su situación de especial vulnerabilidad requiere una mirada humanitaria que les trate como niños, no como migrantes o como jóvenes adultos. Además, estos menores no pueden ser deportados.
El padre de Aida, la niña del sombrero, llegó eufórico a Chios pero poco a poco su energía ha ido bajando. Como la de otras muchas familias que ven que los meses pasan y su situación no se desbloquea. “No queremos quedarnos aquí, queremos irnos a Canadá donde podamos empezar en paz. Mi hija, cada vez que escucha un ruido se arranca el cabello. Es una niña muy lista y no ha vuelto a la escuela ¿Quién nos ayuda? No veo donde está la humanidad de Europa”, concluye este hombre, resignado, mientras la tarde avanza en la isla y él la vive como una prisión.
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