La tradición andina se rebela en «Madeinusa»

En su primera película, la peruana Claudia Llosa reflexiona sobre las costumbres y los contrastes de su país

La Razón, 31-03-2006

Aunque parece lo contrario, Claudia Llosa ha acometido su debut en la
dirección pensando más en el espectador occidental que en el inca,
introduciéndole de lleno en un mundo a la vez remoto y actual, con el
objetivo de plantearnos osadas preguntas sobre qué es y qué no es la
civilización. Porque el diminuto pueblo de Manayaicuna en el que se
ambienta «Madeinusa», si bien es ficticio, bien podría existir. Desde el
Viernes Santo hasta el Domingo de Resurrección, la localidad celebra la
peculiar festividad de «Tiempo Santo», durante la cual se considera que el
pecado no existe y sus habitantes pueden hacer lo que les viene en gana:
desde el robo hasta el adulterio, pasando incluso por el incesto. Al lugar
llega por accidente Salvador, un joven procedente de Lima que contempla
consternado el panorama. Su relación con la joven Madeinusa, elegida
Virgen de las fiestas, hará que ambos se replanteen sus creencias.
   
reivindicación y autocrítica
   
Claudia Llosa (cuya familia guarda parentesco con la del escritor Mario Vargas
Llosa) reconoce que todo es una invención, pero afirma que la premisa
«está basada en tradiciones reales que viví de niña, aunque recicladas
para dar una visión subjetiva pero sin prejuicios, y ofrecer una
autocrítica sobre nuestra propia cultura». Como ella reconoce, la película
aporta más preguntas que respuestas, aunque con un tono reivindicativo:
«Quería reflejar esa fricción entre la cultura occidental y la quechua,
la difícil dialéctica entre ambas. Muchas veces se ha tratado el mundo
andino de forma edulcorada y romántica, lo que ha llevado a subestimarlo.
El Salvador de la película aparece soberbio porque se cree capaz de ayudar
a Madeinusa. Sin embargo, durante la festividad de Tiempo Santo, el
pueblo vive una liberación utópica y genera su propia catarsis. Al final
de la película, reafirmo esa identidad», comenta.
   Para
empaparse bien de esta cultura, Llosa se desplazó hasta la cordillera
andina buscando su Manayaicuna particular. Y encontró justo lo que quería:
un pueblo aislado del resto del mundo, con el que negociaron el rodaje a
través del trueque. «Trabajamos con ellos cuatro meses antes de empezar a
rodar. Nos proporcionaron todo lo que necesitábamos y viceversa. Por
ejemplo, no pagamos por usar sus infraestructuras, como las iglesias, pero
si ellos necesitaban una olla, nosotros se la facilitábamos. Fue fácil
hacerles participar en el juego de la película», dice. De momento, ha
convencido allá donde viaja, desde Sundance hasta el último Festival de
Málaga, donde resultó triunfadora en la sección Territorio Latinoamericano.
   
una televisión grande
   
Esta búsqueda de raíces por parte de Llosa tiene su personificación en la
actriz Magaly Solier, que encarna a Madeinusa. Su historia merece una
capítulo aparte: La directora buscaba iglesias para inspirarse y en las
escaleras de una de ellas descubrió a esta joven de 19 años vendiendo
comida. El flechazo fue instantáneo, casi tanto como el que viven Salvador
y Madeinusa en la película. Por supuesto, su relación con el cine era
inexistente. «Cuando vi la película era la primera vez que entraba en una
sala de cine. No me lo podía creer… ¡una televisión tan grande! Y
además, verme a mí misma actuando», comenta la actriz.
   Tanto le gustó la experiencia que no descarta dedicarse
profesionalmente a la actuación: «Me gustó sobre todo el entrar en el
mundo de otra persona, reemplazar mis ilusiones y tristezas por las del
personaje. Me encanta actuar frente a una cámara y luego volver a mi vida».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)