Una fábula de Philippe Claudel aborda la emigración actual

La Vanguardia, 31-03-2006

No sin mi nieta. Así podría sintetizarse la odisea del abuelo protagonista de La nieta del señor Linh (Salamandra/ La Magrana), un hombre mayor que encuentra fuerzas para abandonar su país y llevarse con él a su pequeña, un bebé de pocos días cuyos padres han sido asesinados. Esta fábula casi minimalista, una mirada humana sobre un tema que a menudo se presenta únicamente desde su lado conflictivo, es obra de Philippe Claudel (Nancy, 1962) y, a juzgar por los 200.000 ejemplares vendidos y la respuesta de la crítica, ha conmovido al país vecino.
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Claudel – de visita estos días en Barcelona – es el autor de la celebrada Almas grises, “un libro sinfonía, coral, polifónico”, según su propia definición, ambientado en la campiña francesa. Como reacción a esta obra, precisamente, se planteó el reto de “intentar decir más cosas, pero con muchos menos instrumentos: menos personajes, menos acción y una narración simple”. El personaje central “es uno de los muchos hombres que veo todos los días, venidos de fuera, un poco perdidos en nuestro mundo, que ni siquiera hablan nuestra lengua y que deambulan en una sociedad que no hace gran cosa para acogerlos. El señor Linh llega con toda su fragilidad, su soledad y su ingenuidad, en el sentido más noble del término. Es él quien se me apareció un día y me dio el tono del libro”.
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Con final sorpresa y escenarios indefinidos – “me interesa la verosimilitud, no la exactitud histórica” – , la obra narra también el encuentro de dos almas solitarias, la del señor Linh – que camina siempre con su nieta en brazos – y la del señor Bark, el europeo que, un día, se sienta en su mismo banco y se pone a hablar con él. A pesar de que no pueden comprenderse por razones lingüísticas, irán trabando una amistad. “Son dos personas a quienes la vida ha ido aislando y que van a construir una historia común, dándose fuerzas mutuamente”. De hecho, se trata de los dos únicos personajes realmente perfilados. “A su alrededor, todo son sombras, seres flotantes”, comenta el autor, para quien, de hecho, “en nuestra sociedad no vemos a la gente, pasan por nuestro lado cientos de caras que no retenemos”.
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Para Claudel, la integración de los emigrantes es, en principio, “una cuestión de tiempo. A los italianos y polacos de hace cien años, los franceses los llamaban ´los sucios´. Sin embargo, antes existía una religión común a todos, el catolicismo. Ahora se produce un bloqueo de los franceses ante el islam y un bloqueo de los musulmanes ante nuestra sociedad. El problema es que, para algunos emigrantes, su religión es identitaria, es decir, ellos se sienten parte de una ´nación islámica´, y eso es bastante difícil de integrar, porque se presupone que, cuando uno va a vivir a otro país, tiene un cierto deseo de formar parte de él”.
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