Políticas de bienestar

HAY QUE REPENSAR las políticas de bienestar en términos de recursos necesarios para gestionar la diversidad cultural

La Vanguardia, 30-03-2006

El ecuador de la legislatura del Govern tripartito es también el momento en el que el político busca transmitir a la ciudadanía la sensación de entrar en una nueva etapa a través de nuevos mensajes que contrasten con la etapa anterior. En este marco, ya hace unas semanas el president Maragall nos dijo: “Ahora abrimos una fase donde dejamos las políticas de identidad y comenzamos las políticas de bienestar”.
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Los que trabajamos la multiculturalidad sabemos que esta separación es falsa. Diría incluso que estos dos tipos de políticas se confunden en la práctica. El principal reto de las políticas públicas es repensar su forma de definir sus objetivos en términos de gestión de identidades; su principal problema es querer mantenerse ante una lógica de hacer del siglo XX. Hoy en día, los que trabajan las políticas saben que, al mismo tiempo que se propone un plan de acción que salga de cualquier concejalía/ conselleria/ ministerio, deben también gestionar temas relacionados con la diversidad cultural. Querer resolver problemas de desigualdad social y económica sin ver que estamos ante un proceso de pauperización paulatina de ciertas expresiones culturales y religiosas puede consolidar la diferenciación de la sociedad por razones de nacimiento y pertenencia cultural. La innovación administrativa y política en esta nueva década tiene hoy un claro componente cultural.
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Vayamos al terreno con ejemplos. Preguntemos al sector laboral si no tienen que gestionar concentraciones de una única nacionalidad (los marroquíes, a la construcción, las dominicanas, a cuidar gente mayor, las filipinas, al servicio doméstico, etcétera); preguntemos al sector sanidad si no deben también socializar a los propios médicos de familia en la multiculturalidad porque cada vez es más evidente que la misma sanidad debe resolver conflictos diarios, dado que cada cultura tiene pautas de interpretación de una enfermedad diferenciada; y si nos adentramos en el sector de la educación, también debe gestionarse la existencia de maestros racistas, de niños que llegan a su casa con síndrome de culpa porque le acaban de leer en libros de texto que los suyos musulmanes invadieron España y que España tuvo que ser reconquistada por un frente cristiano, mientras que nosotros no invadimos los países musulmanes a través del colonialismo, ni los romanos nos invadieron y fueron buenos (Pilato fue una excepción).
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Esto no es un tema pasajero, sino un cambio cualitativo que hay que tener presente. Si bien la política de la segunda mitad del siglo XX fue básicamente una política de bienestar, la del siglo XXI es una política de identidades. El proceso de multiculturalidad, la acomodación de personas con culturas/ religiones diferentes tan dignas como las nuestras, no es una pura especulación académica, sino una realidad que está penetrando en todas nuestras formas de pensar las ciencias sociales en general, las políticas públicas en particular. Hacer política de bienestar hoy en día requiere que los que toman decisiones políticas y sus profesionales tengan una mente multicultural. Esto no es únicamente un tema de formación, sino también de generación. Con esta nueva lógica de pensar y de actuar debemos pensar la política en todas sus dimensiones, tanto la que se transmite y forma en las universidades como la que se practica en los parlamentos. Pidamos, pues, que en esta segunda fase del Govern tripartito se fomente también repensar las políticas de bienestar en términos de recursos necesarios para gestionar la diversidad cultural que tiene un claro componente socioeconómico.
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