Doce centros de enseñanza vascos abren las aulas a voluntarios para mejorar las clases

Educadores de calle, estudiantes en prácticas, madres o los bedeles colaboran con los docentes

El Correo, 29-03-2006

Una docena de escuelas de Primaria e institutos de Secundaria del País Vasco han abierto sus aulas a voluntarios y docentes de apoyo para mejorar el desarrollo de las clases y el rendimiento académico de niños y adolescentes. El profesor cuenta con la colaboración de uno o dos adultos más, que pueden ser estudiantes universitarios en prácticas, ex alumnos, educadores sociales, profesores de refuerzo lingüístico y de pedagogía terapéutica, maestros jubilados, madres o los bedeles. Este proyecto, conocido como ‘comunidades de aprendizaje’, apuesta por meter los refuerzos educativos en el aula en lugar de sacar de ella a los chicos que necesitan apoyos, señalan desde el Departamento de Educación.

«Tomando medidas extraordinarias para los estudiantes con bajo rendimiento, chavales con conductas problemáticas o inmigrantes no lográbamos resolver su situación, no mejoraba la convivencia ni el fracaso escolar, por lo que decidimos intervenir en el grupo entero», señala Lorea Aretxaga, orientadora del instituto de Mungia, uno de los participantes en este proyecto para el que dispone de una veintena de voluntarios. «Si sacas del aula a un alumno, lo segregas», opina.

Baja la conflictividad

Los profesores aseguran que contar con varios adultos en el aula baja la conflictividad, reduce las interrupciones en las clases y permite que los alumnos reciban un trato más personalizado. «Por ejemplo, una discusión en el patio puede ocasionar que un chico llegue alterado al aula y no deje que la clase se desarrolle con normalidad. Uno de los adultos puede ocuparse de él hasta que se tranquiliza», comenta Sira Aiarza, directora del centro de Mungia, que tiene un 12% de inmigrantes. En muchas ocasiones, puede ser uno de los alumnos extranjeros que no conoce el castellano o el euskera el que se beneficie de la presencia de un docente de refuerzo lingüístico para que pueda seguir las explicaciones.

No es una clase ordinaria, en la que el docente explica y los estudiantes toman apuntes. Es un sistema de «grupos interactivos» y talleres. El profesor prepara la actividad y establece las pautas que deben seguir los colaboradores. En el aula se forman grupos dirigidos por los adultos, el profesor y una o dos figuras más: puede ser una madre, un educador social o un especialista en Pedagogía Terapéutica. Los voluntarios «no dan clase», sino que «dinamizan» la actividad, aclara Adelaida Otxoa, directora de la escuela de Lamiako, uno de los centros pioneros en el proyecto educativo.

Este sistema de enseñanza permite crear un clima favorable para el aprendizaje, coinciden los expertos. «Todos los escolares intervienen, hablan, colaboran y trabajan. Los que más saben pueden ayudar a los que tienen más dificultades, una situación que es beneficiosa para ambos. Se fomenta la solidaridad y se motiva más los alumnos», comenta Nieves Saratxaga, encargada del programa en Lamiako.

Más implicación

De la docena de colegios e institutos que se han incorporado en los últimos cursos a las comunidades de aprendizaje, más de la mitad son de Vizcaya. Está previsto que el proximo año se sumen otros tres centros a esta iniciativa, uno por territorio. «La sociedad ha sufrido una transformación importante que se refleja en los alumnos, en el aula, por eso hay que introducir también un cambio en la gestión de las clases», argumenta Luisma Landaluze, profesor de refuerzo lingüístico del instituto de Mungia.

Este método, que se desarrolla también en colegios de otras comunidades, exige un mayor esfuerzo e implicación a los profesores. «Necesitan un cambio de mentalidad, ya que no se trata de dar la clase habitual. Tienen que dedicar más tiempo a preparar cada sesión. Hay algunos que son reticentes a implantar grupos interactivos en sus asignaturas», señala la orientadora de Mungia.

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