La esperanza de los que llegan

Miles de personas esperan en Belgrado una oportunidad para acceder a la Unión Europea Entidades guipuzcoanas aprovechan el Europeo de atletismo celebrado en marzo para donar material deportivo con el que hacer más llevadera la vida en los campos de refugiados

Diario Vasco, KAREL LÓPEZ | BELGRADO, 09-05-2017

El deporte tiene la grandeza de ser capaz de distraer, y también de sacar la sonrisa a quienes menos motivos tienen para hacerlo. La situación de los refugiados que se encuentran en Belgrado y que tratan de alcanzar la Unión Europea para conseguir una vida mejor es difícil. Es una carrera de fondo. Meses después de la tremenda ola de frío que golpeó a Europa del Este, también a los más de 7.000 refugiados que sobreviven en Serbia, EL DIARIO VASCO ha tenido la oportunidad de visitar la otra cara de la conocida como ‘ciudad blanca’, con motivo del Campeonato de Europa de atletismo que se celebró del 3 al 5 de marzo. El campo de refugiados de Krnjaca se convirtió durante unas horas en la ‘ciudad txuri-urdin’.

El viaje del delegado de atletismo de la Real Sociedad, Helí Rodríguez, y de quien firma este reportaje al país balcánico para asistir al campeonato deportivo sirvió para conocer de cerca la realidad de ese otro Belgrado fuera de las pistas. Y fue utilizado además como oportunidad para llevar el material donado por varias entidades guipuzcoanas, entre ellas, la sección de atletismo de la Real Sociedad, EL DIARIO VASCO, Real Sociedad Fundazioa y Fly Group, empresa organizadora de la Zurich Donostiako Maratoia junto a la Federación Atlética Guipuzcoana. Y con la equipación reglamentaria, los habitantes de Krnjaca jugaron su propio torneo de fútbol y practicaron un poco de atletismo.

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La primera parada era obligada. Antes de volar, el contacto fue Edin Sinanovic, cabeza visible de la organización Refugees Foundation Serbia. El encuentro es en una cafetería del centro de la capital, primero, y después en su oficina. «En estos momentos hay 6.500 refugiados dentro de los campos y más de mil fuera, muchos en la estación de tren; otros en casas abandonadas», señala este hombre de 25 años mientras combina inglés y castellano, idioma que ha aprendido en poco tiempo y por su cuenta. «Solo en Belgrado hay 17 campos, muchos reformados hace poco por el gobierno de Serbia. En realidad, en los campos actualmente hay sitio para todos los refugiados, que han tenido que escapar de sus países, aunque muchos no quieren acceder para no estar controlados y porque hay varios en el sur, lejos de Hungría. Lo que quieren es acercarse lo máximo posible a la frontera para cruzarla y así entrar en la Unión Europea», explica.
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¿Y cuál es su destino? «Antes todos decían que Alemania; ahora, han escuchado rumores sobre que allí no los quieren y muchos dicen que desean ir a Francia. Saben de dónde vienen; no su destino. El 50% de los de Serbia son afganos, un pasaporte muy problemático. El 20% de Irak y, el 10% de Siria. Hay más de 50 cubanos. Muchas nacionalidades», enumera Edin, quien explica que «solo 10 personas, y de lunes a viernes, pueden pasar cada día de forma legal la frontera entre Serbia y Hungría. Se apuntan en una lista. Son más o menos los mismos que llegan cada día al país».

El campo de Krnjaca

La cita para acceder junto a Edin al campo se produce tras el Europeo de Atletismo. El campo de refugiados de Krnjaca es el principal de los que se han organizado en Belgrado, una de las puertas de entrada a Europa. Y lo que iba a ser un recorrido por el terreno para conocer la situación, derivó en la organización improvisada de un torneo de fútbol y una sesión de atletismo.

Krnjaca está situado al otro lado del río Danubio. En la furgoneta, Edin indica que a la entrada existe un «gueto de gitanos». Lo que se ve es un control policial para entrar en el recinto que «cuenta con duchas y alguna calefacción para las familias que se han visto obligadas a residir allí».

Una vez allí, la propuesta deportiva cobró fuerza. Una decena de afganos menores de diez años nacionalidad mayoritaria y otra veintena de refugiados se apuntan. Se dirigen hasta una zona deportiva cercana. Y en el trayecto, niños como Sajat, que tiene nueve años, y Zenat, la única chica que se une al juego, aprovechan para imitar al piloto Fernando Alonso y a su ingeniero con el conocido «keep pushing, Fernando».

«El 50% de los refugiados que están en Serbia son afganos; dicen que la policía búlgara les pega y les roba»

«Solo diez personas pueden pasar diariamente la frontera entre Serbia y Hungría legalmente»
La zona deportiva es una casa que gestiona la Fundación Adra, que cuenta con un gran patio y con las infraestructuras necesarias para practicar diferentes deportes y para dar clases. Al descargar el material de la furgoneta, un voluntario bosnio de Adra reconoce las camisetas de la Real. «Meho Kodro», dice recordando al exjugador realista, compatriota suyo. Se reparten los balones, las camisetas txuri-urdin y las de la maratón donostiarra y la ropa de atletismo y deporte entre los jóvenes. Se forman cuatro equipos, con voluntarios incluidos. El árbitro hace el sorteo. Y, a jugar.

¡A jugar!

Durante tres horas, en un campo con pequeñas porterías, se disputaron varios partidillos antes de las sesiones atléticas una iniciativa que parte de la sección atlética de la Real, para aprovechar el viaje al Europeo y extender el atletismo. Los jóvenes practicaron salidas. Los había rápidos, aunque también los que no dejaban de hacer salidas nulas… En los partidos de fútbol, cada gol era celebrado como si de un partido de Champions League se tratara. Sabían de fútbol.

A la final llegó un equipo compuesto por refugiados afganos que vestía la camiseta de la Real y otro, con varios voluntarios, en el que la equipación era la camiseta de la Maratón de San Sebastián. No hubo color. Los afganos ganaron por 4-0. Y porque no quisieron más… Acabado el torneo, todos los participantes se fundieron en abrazos. Deportividad en medio de una situación dramática de la que al menos desconectaron durante varias horas.

De nuevo en el corazón de Krnjaca, Edin se compromete a utilizar todo el material para seguir «organizando actividades deportivas dentro del campo, que hagan disfrutar a los refugiados. A muchos les encanta hacer deporte». Pero sigue habiendo una brecha. Pocas mujeres participan en este tipo de actividades. «Es un aspecto cultural. Ellas, salvo en casos contados, se quedan en el campo con la familia. Allí tienen un horario para comer y también reciben clases y hacen otras actividades», explica el voluntario.

«Los taxistas les engañan»

«La policía serbia suele ayudarles bastante, como los ciudadanos locales. Son conscientes de lo mal que lo están pasando. La policía búlgara, en cambio, les pega cuando pasan por allí y también les roba», apunta Andjela Usljebrka, una mujer de 27 años que vive a veinte kilómetros de Belgrado y que también echa una mano en la organización Refugees Foundation, tras el torneo. Hay que tener en cuenta que la capital serbia fue bombardeada hace menos de veinte años y que salió de una guerra hace poco.

«Paso más tiempo con ellos que con mi familia. A cambio recibo la satisfacción de saber que estoy ayudando y de que estoy haciendo lo que debo», confiesa visiblemente emocionada. «Empezaron a llegar hace dos años aproximadamente. Viajan en bus, coches… y las fronteras las cruzan andando. Me da pena decir esto, pero hay taxistas aquí que cuando entran en el país les engañan. Hay una región en Serbia en la que prácticamente todos son húngaros. Saben que quieren llegar allí. Los taxistas les prometen que les van a dejar en Hungría, les cobran mucho dinero y les dejan en esta región…».

La conversación continúa con Edin y con Andjela. Ambos conocen perfectamente la realidad. Relatan que han visto casos de refugiados que han vivido auténticos dramas, aunque también hay quienes echan una mano. «Un grupo nos comentó que tras pasar la frontera de Bulgaria, ya en Serbia, se encontraron con un hombre que estaba con un hacha. Empezaron a correr pensándose que iría a por ellos. Era un leñador. Para su sorpresa, no solo no llamó a la policía, sino que decidió ofrecerles agua. Se sorprendieron por la solidaridad de los serbios».

Edin y Andjela también confirman que en menos de un mes tendrán que dejar el local que tienen en el centro de Belgrado porque se desplazarán a ayudar a otro campo de refugiados situado al sur del país. Les da pena, pero saben que también allí su colaboración es bienvenida y necesaria.

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