«Nosotros queremos que Italia no se convierta en un país multiétnico ni multicultural. Estamos orgullosos de nuestra cultura y de nuestras tradiciones. Abrimos nuestras puertas a los extranjeros que huyen de países en los que su vida o su libertad corre peligro, pero decimos ‘no’ a aquellos extranjeros que quieren venir a Italia a hacer daño a los italianos». Esa es, en resumen, la posición política que Silvio Berlusconi mantiene respecto a la inmigración. ‘Il Cavaliere’ en persona se encargó ayer de exponerla durante una entrevista a una emisora de radio.

Berlusconi considera que los inmigrantes que llegan a Italia tienen la obligación de adaptarse a las costumbres y al modo de vida del país transalpino. «Me entraron escalofríos cuando, hablando sobre la posibilidad de enseñar el Corán en la escuela, Diliberto [el líder de los Comunistas Italianos] me dijo que no había ningún problema porque dentro de 50 años tendremos la mitad de estudiantes católicos y la mitad de musulmanes. Esta es la política de la izquierda a la que nosotros nos oponemos», afirmaba el primer ministro. Sus palabras desencadenaban automáticamente una tormenta política. «La posición de Berlusconi mantiene respecto a la inmigración una doctrina reaccionaria que recupera el viejo lenguaje de inspiración fascista», subrayaba Paolo Cento, coordinador de Los Verdes.