Nos gana el populismo
Canarias 7, , 26-04-2017Marine Le Pen no ha ganado, pero los franceses han abierto una puerta, la que trata de romper el modelo de convivencia construido en Francia y en Europa después de la II Guerra Mundial. La ultraderecha, representada por Marine Le Pen, y la ultraizquierda de Jean-Luc Mélenchon copan el 68% de los votos que entienden que Europa es un problema para Francia y no comparten los valores de libertad, unidad, solidaridad y tolerancia, en los que se ha sustentado la sociedad francesa y europea. Populistas y antisistemas se han hecho fuertes y amenazan con arrastrar al mundo occidental hacia postulados peligrosos para la convivencia. El populismo, en Estados Unidos, en el seno de la Unión Europea, y las democracias dictatoriales como la rusa y la turca, constituyen una auténtica amenaza para millones de ciudadanos que hemos crecido y vivido en los valores democráticos que ha generado la mayor época de paz y prosperidad de la reciente historia europea, en la que hay que incluir a España.
¿Qué ha fallado para que millones de europeos opten por el populismo de izquierda o de derecha? El enquistamiento de una clase política y económica que perdió de vista algunas de las razones básicas de una socialdemocracia. Una casta que protegió sus intereses, los económicos y políticos, y abandonó a su suerte a los pobres, a las clases populares y medias. Una tradicional élite que olvido el principio de la redistribución de beneficios y de cargas. Las soluciones y el coste de la crisis se han hecho a costa de los ciudadanos, que han visto drásticamente reducido su nivel de vida y su posición en el sistema, mientras los más poderosos mantenían y defendían su estatus con el dinero de todos.
El desencanto, la desilusión, la falta de perspectivas económicas, el aumento de la inmigración, la falta de liderazgo europeo, el problema de los refugiados y la inseguridad que provoca el terrorismo islamita, son los factores que ha terminado por levantar muros en el corazón de Europa. La revolución tecnológica y la globalización son otros dos aspectos que han influido en nuestras vidas y en la del viejo continente, que no supo situar los dos grandes retos de finales del pasado siglo, perdiendo su hegemonía en el mundo.
«Hoy, en la mayor parte de Europa triunfa lo políticamente incorrecto, los exabruptos, el odio, el egoísmo cerril y las viejas ideas que creímos desterradas de gran parte de la sociedad»
Hoy, en la mayor parte de Europa triunfa lo políticamente incorrecto, los exabruptos, el odio, los muros, el egoísmo cerril y las viejas ideas que creímos desterradas de gran parte de la sociedad. Recordemos que el crecimiento del populismo y la xenofobia se ha extendido por toda Europa. Ni las sociedades socialdemócratas más tradicionales, como la austriaca o la sueca, han resistido la ola que provoca la inseguridad y el miedo que nos lleva a echarnos en manos de quien nos promete refugio seguro. Los pueblos de Europa, los que creíamos soberanos, avanzados, formados y preparados, resultan tan frágiles en sus convicciones como las sociedades que derivaron hacia el nazismo o el comunismo en el primer tercio del siglo XX. En términos culturales, la respuesta de los europeos a los retos constituye el mejor test sobre el fracaso cultural y educativo de sociedades llamadas a seguir avanzando en los valores democráticos y socialdemócratas.
Enmanuel Macron, con un partido que tiene como patrimonio seis meses de vida, un programa impreciso y desconocido, se alzó con la victoria en la primera vuelta y lo hará en la segunda. Frente a los partidos tradicionales, de derechas y de izquierdas, un desconocido logra salvar el régimen francés y la estabilidad de Europa, lo que no deja de ser una paradoja. Francia no sólo se dejó seducir por el populismo, sino que ha roto todas sus tradiciones políticas, entre ellas la alternancia en el poder de la derecha y la izquierda, para ponerse en manos de un hombre y un partido que no tiene suficientes anclajes para gobernar, pero que se ha convertido en la esperanza de los que aún siguen creyendo en las bondades de la democracia, de Europa y de sus valores. Macron es para Francia un mensaje, un lema, una esperanza de los que creen en el modelo del bienestar y apuestan por renovarlo. Maneja a la perfección el mensaje que no ha sabido articular la política clásica, perdida en su entrega a los poderes fácticos y sin proyectos alternativos. Macron es la única alternativa viable a la vieja política, esa que no ha sabido afrontar los retos de nuestras sociedad con opciones claras y con las personas como prioridad absoluta.
España no es Francia, pero debemos tomar nota. El núcleo del análisis no difiere mucho. Como toda Europa, pasamos por la misma crisis, crecieron los populismos y las alternativas, aunque ninguna con la fuerza suficiente para gobernar, pero sí para cambiar el modelo político. Rajoy encaró la crisis económica con las mismas armas que Francia, de hecho, ha sido un modelo para los socialistas franceses. La salida de la crisis se cargó sobre las espaldas de los más débiles. La brecha abierta entre los que más tienen y los que lo han perdido todo es demasiado grande. Rajoy ha logrado encarrilar la crisis económica, pero ¿sabrá enderezar el rumbo para acabar con el desaliento social? ¿Podrá ilusionar a España con algún proyecto político? ¿ O seguiremos renqueando entre los viejo y lo nuevo, entre lo imposible y lo irremediable?
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