Las encuestas señalan a su partido, el ultraderechista Yisrael Beiteinu, como la gran sorpresa de estas elecciones, al igual que ocurriera con el Shas en los 90 o con el Shinui en los pasados comicios. De confirmarse, supondría la consagración política de uno de los líderes más extremos del panorama israelí, defensor del intercambio de población y territorios y de la creación de dos estados étnicamente puros como solución al conflicto con los palestinos.

Nacido en 1958 en la entonces república soviética de Moldavia, Lieberman, apodado el zar por su electorado – emigrantes rusos como él – se afincó en Israel con 20 años. Licenciado en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén, fue fundador del Foro Sionista para Judíos Soviéticos.

Ejerció como director general del ultraderechista Likud entre 1993 y 1996, antes de incorporarse a la oficina del entonces primer ministro Bibi Netanyahu en calidad de director general. Sólo se mantuvo en el puesto un año; en 1999 abandonaría el Likud para fundar Yisrael Beiteinu (Nuestro Hogar Israel), una formación ultraderechista secular destinada a la comunidad ruso – judía al frente de la cual obtuvo escaño en las elecciones de aquel año. En marzo de 2001 fue nombrado ministro de Infraestructuras y en febrero de 2003 se encargó de la cartera de Transportes. Su oposición a la retirada unilateral de Gaza le hizo romper con Ariel Sharon en junio de 2004.

«Mi principio es simple. Ellos [los palestinos] en su casa y nosotros en la nuestra. La historia muestra que los pueblos con cultura y religiones diferentes no pueden vivir juntos», señalaba en su último mitin. Cuando los periodistas le recordaron cómo la purificación étnica derivó en un baño de sangre en los Balcanes, alegó: «De todas formas aquí corre la sangre; al menos que lo haga para [lograr] una solución viable».