Holanda mide la resistencia al populismo
Europa, en vilo, no se fía de las encuestas que pronostican un descenso del xenófobo Wilders
La Voz de Galicia, , 15-03-2017Como un déjà vu, la UE despierta hoy con la esperanza de haber contenido el último envite populista. La misma sensación que en la víspera del referendo del brexit o de las elecciones de EE.UU. Ambas citas terminaron mal para los defensores del proyecto europeo que hoy mantienen la mirada atenta sobre Holanda, primera gran prueba de fuego. Los holandeses acuden a las urnas conscientes de que en su mano está la formación del futuro Gobierno pero, además, el estado de salud de la UE, sus defensas frente al virus del populismo que no deja de propagarse por el Viejo Continente propagado desde el otro lado del Atlántico y fomentado por Rusia.Los últimos sondeos que difundió ayer Ipsos indican que el Partido por la Libertad (PVV), del xenófobo Geert Wilders, se hundiría pasando a ser la tercera fuerza con el 13 % de los votos. El último tramo de campaña parece haber sido más favorable para los liberales de centroderecha del VVD, dirigidos por el primer ministro Mark Rutte, que se afianzaría en la primera posición con el 19 % de los votos, seguido de cerca por los democristianos del CDA (15 %). Los progresistas liberales del D66 se conformarían con el 12 %. Por debajo se sitúa el Partido Socialista (SP) con el 10 % de votos, el mismo porcentaje que los verdes del GroenLinks. Los socialdemócratas del PvdA, lejos de remontar, siguen perdiendo apoyos (7-6 %). De confirmarse la tendencia, la UE podría apuntarse su primera victoria antes de las dos citas de mayor envergadura y riesgo que depara el 2017: las elecciones franceses y alemanas. Ambas, intoxicadas por la retórica xenófoba y eurófoba del Frente Nacional francés, capitaneado por Marine Le Pen, y Alternativa por Alemania (AfD), liderada por Frauke Petry. Con todo, Bruselas aguanta la respiración. Los sondeos también se equivocaron con el referendo británico y con Donald Trump, quien aúpa desde Washington a los ultras europeos. En el bando republicano Wilders ha encontrado muchos apoyos, como el del congresista Steve King. «Wilders entiende que nuestra cultura y demografía son nuestro destino. No podemos restaurar nuestra civilización (occidental) con los bebés de otros», lanzó ayer desde su Twitter. No es la única interferencia que ha habido en plena campaña. El portal Wikileaks filtró ayer cientos de documentos en los que Wilders habla de forjar una alianza internacional para prohibir en Occidente la inmigración musulmana y en los que se transcriben mensajes y contactos entre el ex presidente Obama y Rutte. Los insultos xenófobos de Wilders hacia la comunidad musulmana, el escándalo en las fallas del operativo que se encarga de su seguridad personal y el enfrentamiento entre Rutte y el presidente turco Erdogan, han enfangado hasta el extremo el último trecho de la carrera electoral, enfocada en tres grandes temas: la identidad nacional, el islam y la globalización. Según los sondeos, el proclamado halcón de la nueva derecha europea no ha sabido capitalizar el descontento y las polémicas desatadas desde enero. Todo lo contrario que su contrincante Rutte. El 82 % de los electores aprueban la forma en la que está gestionando la crisis diplomática con Ankara. Su negativa de ceder ante Erdogan parece haberle dado un último impulso en unos comicios que también se recordarán porque el miedo a la interferencia rusa llevó a abandonar el sistema electrónico de voto.La alternativa a la eurofobia ultra
DYLAN MARTINEZ | REUTERS«Quiero que Holanda sea el primer país en detener el mal populismo y su efecto dominó», aseguró esta semana el líder del partido liberal VVD, Mark Rutte. El actual primer ministro ha hecho del rechazo a Geert Wilders su principal baza para erigirse como alternativa a las perturbadoras recetas del eurófobo PVV que plantea la reintroducción de controles fronterizos, la salida de la UE y la prohibición del Islam en Holanda. Rutte conoce bien las debilidades que comparte el votante heterogéneo que respalda a Wilders (miedo a la globalización y a la pérdida de identidad) y no ha dudado en los últimos meses en endurecer su retórica como guiño a esa parte de la sociedad que no quiere dar la espalda a la UE por razones económicas, pero desea que se ponga coto a la llegada de inmigrantes. No es casualidad que, en plena campaña, pidiese a quienes no comparten los valores holandeses que abandonen el país o que esta semana, lejos de pedir disculpas a Erdogan por sus faltas de respeto, le exigiese «perdón». Esta faceta de Rutte de «salvador» frente al populismo es relativamente nueva. El político de 50 años no tuvo reparos en formar gobierno con Wilders en el 2010 después de haber excluido esa opción durante la campaña. Fue una decisión difícil, pero sin líderes alternativos a la derecha de su partido y con la misión de meter en cintura a la economía holandesa, aceptó el reto. Dos años más tarde el PVV le bloqueó los presupuestos y tuvo que convocar nuevas elecciones para llevar a cabo los recortes y reformas que le pedía Bruselas. De la mano de los socialdemócratas, Rutte abrió el camino hacia un período inédito de ajustes en pensiones y el mercado laboral que, si bien le han pasado factura (pasará de 41 escaños en el 2012 a los 24-28 ahora), no han conseguido hundirlo como a sus socios socialdemócratas.El gran perdedor
REMKO DE WAAL | AFPSe suele decir que el electorado de izquierdas es más exigente. Que se lo digan a Lodewijk Asscher, líder del PvdA holandés, y sucesor del malogrado Diederik Samsom. La formación que capitanea desde finales del 2016 ha sido el sostén principal del Gobierno de Rutte, en el que Asscher es ministro de Empleo, alineándose con las políticas de los liberales. Un pecado que sus votantes no perdonan. Como ya pasó con otros líderes de la socialdemocracia europea, a Asscher le toca recomponer a un partido hundido que pasó de ser segunda fuerza (24.8% de los votos y 38 escaños) a ser la séptima (7% de votos y 10-12 escaños). Para convencer a sus votantes desertores, que en algunos casos han huido al PVV (cinturón de Rotterdam) y en otros al Partido Socialista (PS), enarboló la bandera de la justicia social y el empleo, apuntando a los inmigrantes como responsables del deterioro de los salarios, una tendencia a la que se suman con más o menos éxito todos los candidatos. Asscher propuso aprovechar el brexit para reformar la libre circulación y así evitar importar mano de obra barata que hunda los salarios. «Puedes encontrar a un pintor rumano o portugués a los que se les permite hacer el mismo trabajo que a uno holandés, pero ganando dos, tres y hasta cuatro veces menos», se quejó en campaña, ignorando su apoyo a las reformas que han precarizado el empleo y de las que tanto se queja su electorado. Está por ver si el también ex alcalde de Amsterdam cede a la presión de sus votantes o ignora sus llamadas y accede de nuevo a formar coalición con Rutte, maniobra que podría pasarle factura convirtiendo al histórico partido en una fuerza residual. Cualquiera de las opciones hacen de él el gran perdedor.
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