LOS PROBLEMAS DE LOS NUEVOS CIUDADANOS // LAS VÍCTIMAS >> REPORTAJE

Cuando mamá no está

Muchas extranjeras violadas son adolescentes. Los agresores aprovechan las horas en que los padres están en el trabajo

El Periodico, 21-03-2006

ANTONIO BAQUERO

BARCELONA

Apenas llevaba mes y medio en España, cuando aquel hombre brutal hizo que su mundo saltara en pedazos. Esta adolescente había venido desde Bolivia para reunirse con su madre, con quien vivía en Barcelona en un piso sobreocupado repleto de compatriotas. Aquella mañana se había quedado sola. “Mi madre se había ido a trabajar y yo me quedé en el piso con otro de los inmigrantes que vivía allí”, cuenta esta boliviana de 16 años.
La joven fue a darse una ducha. Al salir, el hombre, aprovechando que no había nadie más en la casa, la asaltó y la agredió sexualmente, con violencia. Cuando su madre regresó a casa la encontró acurrucada en la cama, histérica y presa del pánico. La joven le explicó lo que había ocurrido y su madre presentó denuncia contra el agresor, que fue detenido y que está en prisión preventiva. La joven no se ha recuperado de aquella agresión. Tanto es así, que la madre se está planteando regresar a Bolivia.
Como en este caso, muchas de las víctimas de las violaciones en pisos sobreocupados son adolescentes, incluso niñas, acabadas de llegar a España, que quedan solas en unos apartamentos donde viven con gente extraña pues sus padres pasan todo el día en el trabajo.
La presidenta de la Associació de Dones per l’Igualtat de Premià de Mar, Celia Olmo, alerta de que cada vez les llegan más agresiones sexuales a menores producidas en esas viviendas. “Las autoridades tendrían que investigar lo que ocurre con esas niñas y adolescentes en esos pisos”, exige.

Con el hermano pequeño

La familia de Verónica, una joven colombiana, parece que sí empieza a dejar atrás una pesadilla que comenzó en agosto del 2005. Esta joven de 15 años residía con sus padres y su hermano pequeño en una habitación que les alquilaba un español, que vivía en ese piso.
“Yo tenía una relación normal con el dueño de la casa”, cuenta. Pero todo cambió un día en que sus padres se habían ido a trabajar y ella se había quedado en el piso con su hermano. El dueño de la casa la llamó y la obligó a entrar a su habitación, donde abusó de ella. “Me dijo que no dijera nada”, explica Verónica, que recuerda como la mirada de aquel hombre la aterrorizaba y le impedía explicar a sus padres lo ocurrido. “No sabía cómo contarles lo que pasó”, dice.

Insistencia materna

El hombre intentó comprar su silencio y le regaló unos CD. Ella, como cada vez que estaba ante él, se quedó bloqueada y acabó cogiendo aquel obsequio. Fue ese regalo lo que destapó los abusos, que se repitieron a los pocos días. “¿De dónde sacaste esos discos?”, le preguntó su madre. Su insistencia hizo que la joven se derrumbara y, entre las lágrimas, le confesara lo ocurrido.
Al enterarse, el padre fue a buscar al agresor. Cuando le echó en cara lo ocurrido, el hombre, desafiante, le contestó: “He hecho con tu hija lo que tú haces con tu mujer”.
El padre de la joven saltó y, de no ser por la intervención de otras personas, le habría agredido. La familia se mudó a casa de unas amigas. “Mis padres me ayudaron mucho. Insistían en que debía denunciar”, explica esta joven risueña y que sigue conservando su candidez. “Ahora estoy mejor, pero lo he pasado muy mal. He pasado mucho miedo y me he sentido muy culpable”.
Esa culpabilización, común en muchas mujeres violadas, se acentúa en las inmigrantes. Mariana González, psicóloga de la AADAS, explica el motivo: “Se resisten a contar a sus padres lo que les ha pasado porque no quieren crearles otro problema. Saben que la vida del inmigrante es muy difícil para su familia y no desean ser otra carga”.

Desubicadas

González ha atendido a decenas de mujeres, tanto locales como inmigrantes, agredidas sexualmente. En las extranjeras ha percibido “más miedo a hacer pública esa agresión sexual”. “Al no estar en su país, se sienten desubicadas”, detalla.
Esta psicóloga destaca que estas víctimas no tienen un recuerdo terrible de la vida en los pisos sobreocupados. “Normalizan la vida allí, se acostumbran a ella”, cuenta.
Todo cambia tras la agresión. “Vivir – – explica la psicóloga – – bajo el mismo techo que el agresor es terrorífico. Temen que pueda volver a agredirles. Además,la violación es una experiencia cercana a la muerte. Creen que quien ha sido capaz de violarlas puede ser capaz de matarlas”.

Explicar lo ocurrido

Esta especialista señala las dificultades que tienen las inmigrantes musulmanas para explicar lo que les ha ocurrido. “Tenemos a una chica marroquí que aún no ha sido capaz de contárselo a sus padres”. Con las suramericanas es muy distinto. “Tienen una gran capacidad para expresar sus emociones y sentimientos y para poner nombre a lo ocurrido. Lo verbalizan más fácilmente que las españolas”.

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