Europa rebaja el tono para intentar encandilar al euroescéptico Trump

Los 28 se desentienden de la carta de Tusk en la que califica a EE UU de «amenaza» y cierran filas para afrontar el incierto futuro sin Reino Unido

Diario Sur, ADOLFO LORENTE , 04-02-2017

Y ahora, de nuevo, vuelta a la moderación. Sosiego, luces largas, inteligencia… La Unión Europea tuvo ayer terapia de autoestima en el diván maltés para rearmarse moralmente en plena batalla de Twitter decretada por el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, un euroescéptico de manual. No se trata de ponerse de perfil, pero sí de lanzar un mensaje de calma tras el incendio provocado esta semana por el presidente del Consejo Europeo, que aseguró que la nueva Administración estadounidense es «una amenaza exterior» para Europa como también lo pueden ser Rusia o China. Fue el martes. 72 horas después, fue radicalmente desautorizado por los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, que en la práctica usaron a Tusk de ‘poli malo’ para lanzar un recadito a Washington. «¿Alguien piensa que escribió la carta sin el aval de Berlín?», aseguran fuentes diplomáticas.

La UE ha comenzado a sufrir un 2017 que será recordado como «el año que vivimos peligrosamente». Esto, en el mejor de los casos. Los jaleos internos en forma de elecciones en los grandes países fundadores y el ‘brexit’ han quedado eclipsados por la aversión que la Casa Blanca está mostrando hacia el proyecto comunitario. Pero si Trump quería que Europa entrase al trapo, no lo va a hacer. «No podemos mantener esta tensión, no al menos por nuestra parte. Se trata de estar unidos y actuar con firmeza; de hablar de nosotros, de lo que queremos hacer y ser, no hablar de los demás», resume una alta fuente a este periódico.

¿Que qué piensa Europa? Escuchen a Angela Merkel, siempre. «Tenemos nuestro destino en nuestras propias manos. Cuanto más claros seamos la hora de definir nuestro papel en el mundo, mejor podremos ocuparnos de nuestras relaciones transatlánticas», recalcó hasta en dos ocasiones. A su llegada, primero, y en rueda de prensa final, por si acaso no le habían escuchado todos. El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, siguió a pies juntillas la narrativa redactada por Alemania. «Lo importante es estar unidos y a partir de aquí, llevarnos bien con quienes quieran llevarse bien con nosotros», manifestó.

Ocurrió en La Valeta, en Malta, en una cumbre extraña en la que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se reunieron primero a 28 y luego a 27. Por la mañana, hablaron de inmigración y la necesidad de taponar la ruta del Mediterráneo Central para evitar que Libia convierta a Italia en la nueva Grecia, en ese punto negro donde la llegada masiva de personas demandando un mundo mejor provocaron un lío monumental en la UE con cierre de fronteras incluido.

Coyuntura internacional

Durante la comida y tras un paseo turístico de hora y media por la ciudad (crucero incluido), abordaron durante el almuerzo «diferentes asuntos de la coyuntura internacional». Sí, qué pasa con Donald Trump. «Es evidente que hay cierta preocupación. No se trata de fomentar el antiamericanismo, sino de defender lo nuestro, nuestros ideales y valores. No podemos permanecer callados. Como en toda buena relación, tendremos que decir claramente cuándo creamos que esos principios son pisoteados», recalcó el primer ministro de Malta, Joseph Muscat, que compareció junto a Tusk y el presidente de la Comisión, Jean – Claude Juncker.

¿Europa ha reculado, hay cambio de estrategia, una bajada de tono en el diapasón de las relaciones con Trump? Lean las palabras de Donald Tusk y juzguen. De «amenaza exterior» a… «No tengo dudas de que para todos nosotros sigue siendo la máxima prioridad política, proteger nuestra relación con Estados Unidos contra nuestros enemigos». Entre una y otra frase pasaron 72 horas. El terapeuta recetó calma e incluso alguna sonrisa. Y si se habla de humor, Juncker es invencible. Primera pregunta: ¿Quién representa una mayor amenaza para la UE, Trump o Putin? «Yo», zanjó entre las carcajadas del auditorio. Tusk también se sumó a la fiesta. «Tengo el respaldo de mis colegas y muchos ya me llaman ‘nuestro Donald’, al menos me quedo con eso», bromeó. Y claro, Muscat no iba a ser menos: «Vamos a llamar el edificio del Consejo la Tusk Tower».

Ni Europa está bien ni mucho menos para bromas, pero nunca está de más rebajar el ambiente sobrecargado que últimamente se respira en el club de clubes. Porque aunque hubo toque de corneta para rebajar el tono con Trump a modo de estrategia, en la práctica, hay enfado y mucho.

De nuevo, el presidente francés, François Hollande, fue la cabeza visible de la indignación comunitaria. «No puede aceptarse que haya, a través de determinadas declaraciones del presidente de EE UU, una presión sobre lo que debe ser Europa o dejar de ser», zanjó. El problema, su problema, es que es un pato cojo al que apenas le quedan tres meses. Se irá gritando… ¿Y ? Merkel, por contra, parece eterna, de ahí que su sala de prensa internacional tuvo el doble de asistencia que la del francés.

Ya por la tarde, la británica Theresa May se montó en el avión camino de Londres mientras los 27 se volvían a sentar en el diván para decidir qué quieren ser de mayor, qué van a pactar en la cumbre de Roma del 25 de marzo en la que se cumplirá el 60 aniversario de los Tratados.

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