Pizarra sin fronteras
Los jubilados Javier Medrano y Juana Mari Lazcoz enriquecen su vida como voluntarios de Cruz Roja dando clase de castellano de nivel avanzado a personas refugiadas e inmigrantes
Diario de Noticias, , 02-02-2017“Los chicos y chicas tienen mucho interés y están aprendiendo muy deprisa”
pamplona – En la pizarra, una multitud de verbos en pasado, presente y futuro se entremezclan con sustantivos, adjetivos, subrayados y algunos tachones. Es el resultado de una clase de castellano en las aulas de la sede de Cruz Roja. Inclinado sobre la mesa, Youssef se afana en apuntar todo en su cuaderno. “Ahora mi nueva vida es solo estudiar y aprender”, confiesa este irakí, que hace algunos meses volvió a nacer a bordo de una endeble lancha motora cargada de sueños rotos.
No obstante, y a pesar de que ha cambiado el escenario, la batalla de Youssef por un futuro digno no ha terminado. Tras ganar la pelea a las bravas y mortíferas aguas del Mediterraneo, este joven irakí se enfrenta a dos nuevos contrincantes; un nuevo alfabeto y un nuevo idioma, el castellano. Sin embargo, en esta ocasión no está solo ante el peligro. Capitaneados por Javier Medrano y Juana Mari Lazcoz, Youssef y varios chavales más se esfuerzan día tras día por conseguir la llave de su nuevo futuro y por aprender a hablar castellano.
“Estas clases son una oportunidad muy importante para nosotros y ellos son muy buenos profesores”, apunta Youssef, que, sin saberlo, es la mejor garantía de lo que dice. Apenas lleva ocho meses en Pamplona y ya habla castellano fluido. “En mi país estudié algo de inglés, así que conocía el alfabeto. Además, hay muchas palabras parecidas”, señala, mientras, a su lado, Mohammed, Anastasia y Olaxender asienten con la cabeza. “A nosotros nos gustan mucho estas clases, estamos muy contentos”, apostilla Anastasia, que al igual que su compañero Olexander, es natural de Ucrania.
“Los ucranianos tienen la desventaja de que su idioma natal no es una lengua románica, pero son todos listísimos y están muy acostumbrados a aprender otros idiomas, por lo que el resultado final es una maravilla. Tienen una disciplina de estudio maravillosa”, interviene Javier Medrano, encargado de uno de los grupos y ex profesor de Lengua en el Instituto Plaza de la Cruz. Mientas que, en el caso de los alumnos y alumnas que hablan francés, la situación es la contraria. “Ellos lo tienen más fácil, porque muchas veces les sirve como vehículo para aprender. Al fin y al cabo, son lenguas hermanas”, explica este catedrático de lengua y literatura, que no dudó en asegurar que “tenemos unos alumnos muy buenos y muy aplicados”.
No obstante, a pesar de la ilusión y las buenas intenciones del grupo, el ritmo de aprendizaje está sujeto en gran medida al nivel cultural de los integrantes del mismo. “Por aquí han pasado ingenieros, abogados, licenciados en empresariales… y es increíble lo rápido que aprenden”, subraya Medrano. Además, la naturaleza nómada de los alumnos y alumnas también es un factor que influye, y mucho, en el desarrollo de las clases. “Los cursos suelen comenzar en septiembre, pero el funcionamiento suele depender en gran medida de ellos, que no suelen ser unos personajes muy estables y tampoco suelen quedarse todo el año. Van yendo y viniendo y, eso, para un profesor, es bastante complicado, ya que resulta imposible hacer una programación anual”, apunta.
“Antes de comenzar, yo no imaginaba que esto iba a ser así”, confiesa Juana Mari Lazcoz, maestra y responsable de otro de los grupos del nivel alto, sorprendida y emocionada por “todo lo que me aportan”. Aunque ella tampoco se queda atrás. “Yo he estudiado música y les propuse empezar a dar clases de guitarra, a ver si les gustaba. Han mostrado muchísimo interés, no han faltado un solo día y me he quedado impactada con lo rápido que aprenden”, explica Lazcoz, que no duda en asegurar que “son muy aplicados y tienen muchísima ilusión por aprender”.
Para Youssef, que en Irak era cantante, esta oportunidad de volver a abrazar su amada música fue la forma perfecta de sentirse un poco más cerca de casa. “Juana Mari me ayuda mucho”, afirma orgulloso y dispuesto a alejar a golpe de acorde aquellos días en los campos de refugiados de Grecia, esperando una oportunidad para comenzar a vivir.
“Hace siete meses que llegué a Pamplona, este es mi octavo mes aquí y ya llevo a Pamplona en el corazón. La gente es muy sociable y no tiene problemas con los extranjeros. Ahora quiero trabajar en una peluquería. Aún no tengo títulos, pero sí que tengo algunos conocimientos y estoy esperando para apuntarme en un curso. Ahora las plazas están agotadas y me he apuntado a uno de limpieza que empieza en abril. Así en agosto podré apuntarme al de peluquería”, detalla Youssef, que se licenció en empresariales en Irak.
A más largo plazo, Youssef tiene claro que “me gustaría mucho quedarme en Pamplona”. “Me gusta mucho la ciudad y la gente es muy buena”, afirma este refugiado de 26 años que, cuando recibió el destino de su país de acogida no lo dudó un segundo. “En Grecia no me sentía integrado, no estaba bien. No les gustaban las personas extranjeras y yo tenía que estar en un campo de refugiados con 5.000 personas más. Así que inscribí mi nombre en una lista y ellos hablaron conmigo. Luego me llevaron a Atenas y me dieron un papel en el que ponía el país que me cogía y yo dije que sí, que quería ir a España”, rememora Youssef, a quien los parentescos entre ambas culturas y la certeza de que “si no coges, pierdes la oportunidad” animaron en gran medida a emprender este viaje. Además, él tuvo la suerte de conservar su documentación. “Los que vendían los billetes de la lancha tiraron mi mochila al mar, mucho peso. Mi documentación estaba ahí, pero tenía una fotocopia”, explica.
acogida La importancia y el valor que los alumnos y alumnas otorgan a estas clases de castellano es inmensa. Y no solo porque gracias a ellas consiguen las armas necesarias para enfrentarse a este nuevo futuro, sino porque entre tiempos verbales, vocabulario y tizas, Javier Medrano y Juana Mari han logrado tejer las bases de una familia multicultural y diversa, que siempre está dispuesta a acoger a un nuevo miembro.
“Antes de comenzar a dar clases aquí, yo ya había dejado la enseñanza… Y no me imaginaba que me podían llegar a aportar tanto. Son de países diferentes, tienen vidas interesantes y, en muchos casos, historias muy duras detrás. Han sufrido mucho y yo me alegro de poder ayudarlos”, confiesa Juana Mari, que, al igual que su compañero Javier Medrano, se ha convertido en un gran apoyo para todos aquellos que llegan a Pamplona en busca de una vida mejor y un futuro digno.
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