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EEUU

Diario de noticias de Gipuzkoa, Por Begoña Errazti, 28-01-2017

La política es una continua fuente de sorpresas y, para muestra, lo que está ocurriendo en EEUU con su extraño presidente Trump. Se han hecho muchos chistes sobre su aspecto (pelo, maquillaje, los morritos que pone…), pero no seré yo quien insista en la evidente vulgaridad, prepotencia y chulería de ese empresario acusado de numerosas corrupciones en distintos lugares del planeta.

Es como un matón de barrio que, jaleado por una multitud descontrolada y rabiosa, llega al paroxismo teatral en sus mítines, rebosando odio y aupándose en el malestar de muchos millones de estadunidenses que todavía no comprenden su mala situación económica. Fomentar la hostilidad, el desprecio, la xenofobia y el enfrentamiento es muy fácil, lo difícil es dar marcha atrás y hacer política de la buena; es decir, aquella que vela por el respeto a todos los derechos de las personas. Eso no está pasando en los Estados Unidos de Ámerica. Y los próximos tiempos vienen peor.

Nunca pensé que fuera a poner en práctica las bravuconadas de la campaña electoral. Me confundí, como lo demuestran las primeras decisiones de ese hijo de inmigrantes: bajar tanto los impuestos que será imposible mantener hasta el precario sistema social actual, construir un muro de 2.000 kilómetros en la frontera con México (y hacérselo pagar), atacar a las organizaciones de derechos democráticos (ha empezado por aquellas que velan por los derechos de las mujeres), defender la tortura asegurando que se va a utilizar, amenazar a otros países, intentar destruir la Unión Europea (dando aire al brexit de May), etcétera.

Mientras, a la primera dama no se le ocurre más que poner un salón de belleza en la Casa Blanca. El político es él y en nuestra cultura europea afortunadamente lo de los y las consortes no suele formar parte de las crónicas políticas, pero allí sí; por eso me atrevo a escribir que todos los estereotipos de género se reúnen en esa señora trofeo y florero. Una pena.

El mundo mira hacia el norte de Ámerica con preocupación ya que Trump está demostrando que es muy capaz de liarla. Por eso, en este punto se impone la responsabilidad de los gobiernos del resto del mundo que tienen la oportunidad de mostrar un perfil distinto, garantizando los derechos y no dejándose avasallar por ese provocador profesional. El presidente de México ya lo ha hecho, al negarse a reunirse con él; lo que, probablemente, le costará la presidencia.

Las alianzas internacionales en defensa de los valores democráticos son más necesarias que nunca frente al despropósito gubernamental norteamericano. Reforzar la ONU (nunca le ha gustado mucho a EEUU y, aunque se le pueden poner muchas pegas, más vale tenerla que no tenerla) o reformular la Unión Europea para que, respondiendo realmente a los intereses de la ciudadanía, sea freno a la quema de los derechos humanos, pueden ser dos ejemplos para contrarrestar esa tendencia fascistoide y populista que no augura nada bueno.

Aun con todo, pienso que quienes más perderán serán los y las americanas que sufrirán una ruptura social aún mayor de la que había hasta ahora. Las consecuencias de esa falta de cohesión social son bastante previsibles: la violencia interna y la inseguridad aumentarán – bien provocada por el miedo o por la permisividad de los cuerpos de seguridad – , las posibilidades de desarrollo personal e intelectual disminuirán y la mejoría económica prometida a costa de la inmigración está por ver.

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