Emigración africana a precio de saldo

Se calcula que son unos 6.000 los candidatos a dar el salto desde una ciudad sorprendida por la avalancha de inmigrantes

La Vanguardia, 18-03-2006

El mercado de la emigración africana está de saldo. Desde Mauritania es mucho más barato embarcarse en una piragua rumbo a Canarias que antes desde Marruecos en patera hacia Andalucía. Las piraguas están de ganga porque las políticas mauritana y de laUE han arruinado la pesca artesanal que realizaban estas embarcaciones. Más de 3.000 barcas llevan en el puerto de Nuadibu un año sin faenar. A los emigrantes los ha puesto de rebaja el cierre del paso a través de Marruecos. La ruina de unos y el sueño de otros hacen que las piraguas y los emigrantes se atraigan como el imán y el hierro.
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No hay mafias. Los grupos de emigrantes se ponen de acuerdo, compran la barca por 6.000 euros y con otros 3.000 la equipan con todo lo necesario para navegar los cuatro días que tardan en arribar a Canarias. Al final, se montan 40 pasajeros que pagan menos de 300 euros por cabeza, precio irrisorio para lo que se llegó a cotizar el cruce del estrecho de Gibraltar desde la costa marroquí, alrededor de 1.500 euros. Al contrario que antes en Marruecos, los pasajeros de estas embarcaciones no necesitan patrón que les guíe en la travesía. Durante los meses que pasan en Nuadibu aprenden con los pescadores del lugar cuatro reglas de la mar y el manejo del navegador vía satélite.
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El tiempo y la palabra son lo único que abunda en este tipo de sociedades. Los emplean en dar con alguien que tenga una piragua disponible o con un grupo que prepare una expedición. No es difícil desde que el golpe militar de agosto paralizó los fondos que financian la actividad de las empresas frigoríficas, a las que surtían de pescado estas embarcaciones. Para colmo, los grandes barcos europeos, subvencionados por la UE, esquilman el caladero. “Aquí ya sólo viven los grandes”, asegura un empresario vasco con empresa en Nuadibu.
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Las piraguas o cayucos son de diez o doce metros de eslora, hechas con fibra de vidrio en la propia ciudad. Son muy marineras y si no fuera porque las sobrecargan de pasajeros, su seguridad no tendría nada que envidiar a cualquier barco de más tamaño. Los pescadores de la zona las usan para salir a alta mar y permanecer allí durante cinco o seis días. A bordo comen, duermen y hasta hacen fuego para calentarse. Suelen estar equipadas con motores de 40 caballos. Para llegar a Canarias, algunas piraguas montan dos motores, uno de repuesto, y cargan una tonelada de combustible en diez garrafas de cien litros.
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Sólo así es posible entender que recorran los 400 kilómetros que separan Canarias de la costa africana en línea recta. Pero no todas parten del punto más cercano. Muchas arrancan de la desembocadura del río Rosso, en la frontera de Senegal, distante 680 kilómetros, e incluso de las playas senegalesas, y bordean la costa hacia el norte hasta situarse a la altura de Nuadibu. Habrán pasado ya tres o cuatro días de viaje. Entonces enfilan la proa mar adentro y siguen el rumbo que les marca la pantalla del GPS. Les quedan otros tres días. Cuando se les pregunta cómo pueden sobrevivir tanto tiempo dentro de una barca, responden que están acostumbrados a vivir con poca cosa.
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Las autoridades de la segunda ciudad del país calculan que al mes llegan unos 1.500 emigrantes, un 45 por ciento senegaleses, otro 45 por ciento malienses y el restante 10 por ciento, de otras nacionalidades. A las afueras de Nuadibu han brotado barrios enteros de chabolas y en el puerto abunda la mano de obra dispuesta a hacer cualquier trabajo para ganar algún dinero. Los que tienen mucha suerte se enrolan en los grandes pesqueros, los que tienen suerte a secas pueden salir a bordo de los pocos cayucos que todavía pescan. Los demás no tienen suerte.
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El fenómeno es nuevo y ha sorprendido a las autoridades. Nuadibu siempre ha sido una ciudad de paso, pero el cierre de Marruecos desde el otoño al paso de los emigrantes le proporciona una ocasión de oro para convertirse en el principal trampolín de salida. Hasta el invierno pasado llegaban pocos centenares y lograban pasar a Canarias enrolados en los barcos de pesca. Domingo, uno de los más veteranos marineros de Nuadibu, natural de Canarias, reconoce que “fuimos nosotros los primeros que les abrimos los ojos”. También los pescadores portugueses han ganado mucho dinero llevando emigrantes.
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Si desde noviembre o diciembre llegan unos 1.500 y sólo logran salir alrededor de 300 al mes, la ecuación indica que la bolsa de candidatos a dar el salto está en torno a los 6.000. Las autoridades reconocen que el año pasado detuvieron a alrededor de 100 indocumentados en todo el 2005 y 3.000 en lo que va de año. Hay que descontar los muertos, que sólo en las últimas semanas suman 80. Los servicios funerarios no dan abasto. Ayer permanecían detenidos unos 150 africanos en varias comisarías. Son pocos los que aceptan el destino y aseguran que, si les devuelven a sus países, volverán a intentarlo. No tienen nada que perder y mucho que ganar.
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