Malik Kane Gueye, senegales de 20 años: «Seguiré hasta que pierda la vida»

Deia, 18-03-2006

Malik Kane Gueye, senegalés de 20 años, tiene la mirada herida y yace recostado, entre olores pestilentes, en la comisaría mauritana de L’Awaina (Nuadibú) a la espera de ser deportado; detenido hasta tres veces este año cuando pretendía llegar a Canarias en cayuco, afirma: «Seguiré hasta que pierda la vida».

Malik habla un poco de castellano. Lo aprendió durante los dos años que trabajó en la pesca del atún en aguas de su país a bordo del “Nuevas brisas de Torrontero”, con sede en Bermeo, y “El Aguilar del Mar”, en el que conoció a su amigo José Portillo, a quien quiere ir a ver algún día a Bilbao. «Tiene sesenta y un años y se ha jubilado. Pero él me dará trabajo», sueña el inmigrante, mientras que un compatriota suyo, entre tanto hombre tirado por el suelo, lee un libro sin pastas, escrito en francés, sobre un destino por encima de nuestras cabezas: los viajes del hombre a la Luna.

Junto a Malik, en la comisaría hay otros 130 inmigrantes detenidos en los últimos días por la Policía mauritana en su camino a Canarias. La mayoría son de Senegal, pero también hay muchos de Mali y Guinea. «No vamos a España para vender drogas, ni para robar, sino sólo para trabajar, para traer dinero para casa. Nada más», explica el joven senegalés.

En su pueblo de Senegal, Thiaronye sur Mer, tiene siete hermanos que esperan de él que algún día logre su objetivo de entrar en Europa. Malik habla despacio y cuenta que su familia ya ha empeñado mucho dinero en sus tres viajes fallidos para llegar a Canarias. Por eso, recuperar todo ese dinero, es un reto y una obligación para él. «Lo voy a intentar siempre hasta que pierda la vida», asegura. «¿Por qué?… Pues para hacer mi vida, para poder dar dinero a mi familia, a los pobres…y a los otros también. Tengo 20 años y no quiero estar sentado en casa para esperar que mi padre me dé la comida; quiero trabajar para ayudarle», sostiene Malik, que dice no tener miedo, «aunque sé que durante el viaje puedo morir, porque estamos en el océano, que es muy grande para los cayucos. Durante el primer viaje perdí a dos amigos; en el segundo a uno, pero la última vez no pasó nada; sólo nos detuvieron», relata.

Malik Kane Gueye es fuerte, a su mirada le quedan reflejos de color de acero y sus facciones son duras; protege su cabeza con un trapo con los colores de la bandera senegalesa; pasa el día tirado en el sueo, esperando a que le devuelvan a su país, «quizá esta tarde», dice. Pero asegura: «Si me expulsan, en una semana vuelvo a intentarlo, hasta que entre en España o muera». Malik entregó el jueves una carta a la delegación española que visitó Nuadibú, en ella pide ayuda al Rey de España para cambiar su destino. «¿Y crees que él, el Rey, va a ayudarme?», pregunta Malik con gesto apesadumbrado.

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