"Soy Yusra. Soy una refugiada y estoy orgullosa de defender la paz"

Yusra Mardini, la refugiada siria que nadó para salvarse y después nadó en las Olimpiadas, escribe una carta hablando de su nuevo nombre: 'refugiada'. Con esta carta recuerda que no siempre vivió huyendo pero "llegó la guerra y lo cambió todo"

Público, Yusra Mardini, refugiada siria / EUROPA PRESS , 13-01-2017

MADRID. – Mi nombre es Yusra. Sí, la chica que nadó para salvarse y después nadó en las Olimpiadas. Ahora, quiero contaros mi otra historia. Va sobre mi otro nombre, mi otra identidad. Ya veis, mi nombre es ‘refugiada’. Al menos, así es como me llaman. A mí y a los otros 21 millones que nos hemos visto obligados a huir de la persecución, la guerra y la violencia.Pero, ¿quién es esta refugiada? Bien, una vez fui como vosotros. Tenía casa, raíces. Como vosotros, vivía mi vida día a día, preocupada de mis propias esperanzas, pasiones y problemas. Entonces llegó la guerra y lo cambió todo.

La guerra me dio un nuevo nombre, un nuevo papel, una nueva identidad: refugiada. De repente tuve que irme, dejar todo, escapar para vivir. Deja tu casa, familia, amigos y corre. No fue hasta que había cruzado la frontera cuando me di cuenta que había perdido más que mi casa y todas mis posesiones. Había perdido mi nacionalidad, mi identidad, mi nombre. Ahora era una refugiada.

Ninguno estábamos preparado para ese viaje

Ninguno estábamos preparado para ese viaje. Los rezos desesperados en el mar, la larga travesía, la humillación de la alambrada. Sabíamos que, a pesar de lo duro que era, no había vuelta atrás. Lo habíamos perdido todo, no teníamos otra elección que seguir corriendo, en busca de refugio, de paz.

Y entonces, de golpe, el viaje terminó. Estábamos a salvo. En algún lugar, en una tienda, un campo, un refugio, comenzó la siguiente etapa: la larga espera. Creo que en ese momento fue cuando nos rompimos. No hacíamos otra cosa que llorar por lo que habíamos perdido. Sabíamos realmente lo que significaba ser refugiados.

Así que aquí estamos, en una nueva vida que ninguno de nosotros sabe cuánto durará. De media, pasaremos 20 años en el exilio, sin pertenecer nunca a ningún lugar, sólo esperando el final de la locura para que podamos volver a casa. Eso es la mitad de la vida, perdida, sin ser otra cosa que extraños en una tierra extraña.

Luchamos con nuestras vidas. Luchamos para estudiar, trabajar, aprender un nuevo idioma, integrarnos.

Luchamos con nuestras vidas. Luchamos para estudiar, trabajar, aprender un nuevo idioma, integrarnos. A menudo las barreras son demasiado altas, las opciones se amontonan contra nosotros, pero sabemos que debemos sacar lo mejor de este giro extraño e inesperado en nuestras vidas. Sacar lo mejor de ser un refugiado.

Ésta es nuestra lucha. Pero no es sólo nuestra, también es tuya. Muchos de vosotros ya sabéis lo que esta en juego. Por mi parte, en los próximos meses asumiré un nuevo papel. Tengo un importante mensaje que enviar. Los refugiados no desapareceremos, seremos más. Si la humanidad quiere afrontar el reto, debe conocernos por quienes somos en realidad.

En algún momento, algunos de vosotros perdisteis eso de vista. Cuando nuestras muertes en el mar se volvieron normales, nuestra miseria en las fronteras algo común. Nos desvanecimos, empujados tras puertas cerradas. A veces, una imagen verdaderamente horrible os obligó a encarar nuestro sufrimiento. Un bebé muerto en la arena de la playa, la cara de un niño aturdido y ensangrentado en una ambulancia. Y después, la vida sigue. Muchos nos olvidáis.

Los que nos tienen miedo son los que más gritan

El silencio deja espacio para que crezcan otras voces, las de quienes nos tienen miedo y nos odian porque parecemos diferentes, hablamos diferente, rezamos diferente. Los que nos tienen miedo son los que más gritan. Difunden viejas mentiras sobre nosotros, dicen que elegimos venir aquí, porque somos codiciosos, peligrosos, criminales, que amenazamos vuestra forma de vida.El miedo se introduce y algunos de vosotros comenzáis a dudar. Desde hace mucho tiempo, las fronteras y las barreras, tanto físicas como emocionales, han surgido de todas partes. Refugiado se está convirtiendo en un insulto, en un nombre para herir y humillar.Pero no es vergonzoso ser un refugiado si recordamos quiénes somos. Si recordamos que ser un refugiado no es una elección. Que nuestra única elección era morir en casa o arriesgarnos a morir intentando escapar. Era elegir entre una bomba y ahogarnos en el mar.

¿Quiénes somos? Seguimos siendo médicos, ingenieros, abogados, profesores, estudiantes. Seguimos siendo madres y padres, hermanos y hermanas. Fue la violencia la que nos dejó huérfanos. Fue la guerra la que nos convirtió en padres aterrorizados, que sacrifican todo para salvar a nuestros hijos de una masacre. Fue la persecución la que nos hizo irnos de casa para buscar la paz.Eso es un refugiado. Es lo que soy. Es lo que todos nosotros somos, esa población que crece sin un país. Ésta es mi llamada para que todos estemos ahora, juntos, bajo el nombre que compartimos: refugiado. Soy Yusra. Soy refugiado y estoy orgullosa de defender la paz, la decencia y la dignidad de todos los que huyen de la violencia. Uníos.

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