El fiscal de Trump, forzado a renegar del Ku Klux Klan
Sessions trata de ahuyentar las acusaciones de racismo en su comparecencia ante el Senado Califica el ‘waterboarding’ de «tortura ilegal e inapropiada»
El Mundo, , 11-01-2017«Detesto al Klan y a lo que representa y a su ideología de odio». El senador Jeff Sessions, al que el presidente electo de EEUU, Donald Trump, ha propuesto para el cargo de fiscal general –cargo que equivaldría en España al de ministro de Justicia– arrancó ayer su sesión de confirmación en el Senado tratando de despejar con esas palabras todas las controversias sobre su pasado. El Klan es como se conoce coloquialmente al Ku Klux Klan (KKK), la organización supremacista blanca y protestante que ha marcado la Historia de EEUU a base de linchamientos (o sea, palizas, castraciones, y asesinatos) de negros, hispanos, católicos y sindicalistas.
El que el máximo responsable del aparato legal de Estados Unidos tenga que explicar en la sesión ante el Comité de Justicia del Senado que no respalda al KKK es una muestra del veneno inyectado en la vida política de ese país. Aún más inusual es que en la confirmación de un senador –Sessions– para un cargo del Ejecutivo vaya a prestar declaración en su contra otro senador. Tan inusual que no ha ocurrido jamás. Pero hoy, en la segunda jornada del examen de Sessions, una de las estrellas del Partido Demócrata, el afroamericano Cory Booker, muy bien conectado con la élite de Silicon Valley –empezando por Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook– y con ambiciones presidenciales, va a dirigirse a sus colegas para que voten no a Sessions.
Sessions marcó ayer la pauta de lo que va a ser esta temporada de confirmaciones. El senador, que antes fue fiscal general de Alabama y vio en 1986 su nombramiento como juez federal rechazado por el mismo Comité de Justicia ante el que ayer habló –debido, precisamente, a sus presuntas simpatías hacia el KKK–, llevó cabo una intervención bien calibrada, en la que reafirmó sus principios básicos y dio marcha atrás en los más controvertidos.
En materia de aborto, por ejemplo, aseguró que «creo firmemente que viola la Constitución», pero también dejó claro que va a respetar la ley. De todos modos, ésa es una discusión bizantina. Los republicanos han bloqueado el nombramiento de un nuevo juez del Supremo durante un año, y ahora le corresponde a Trump proponer un candidato. Si el nuevo miembro del Tribunal se opone al aborto, éste podría ser prohibido, ya que ese órgano está en la actualidad partido en dos entre partidarios y adversarios de esa práctica.
También dijo ahora estar en contra del waterboarding (ahogamiento simulado que él apoyó y que el propio Trump consideró en campaña una técnica de interrogación eficaz) y lo calificó de «inapropiado e ilegal, como cualquier otra forma de tortura». Además de declarar que será un contrapeso al presidente y le dirá «no», si se «excede».
Sessions también esquivó sin problemas el hecho de que él ha sido el principal asesor de Donald Trump en materia de inmigración, donde tiene algunas frases para la Historia –que ayer le fueron recordadas en el Senado–, como la de que «prácticamente nadie que venga de la República Dominicana a EEUU tiene ninguna habilidad que beneficie a este país». Tampoco se vio apurado cuando le fueron recordados sus llamamientos en favor de que los presos estén encadenados cuando realicen trabajos forzados, una práctica que todavía aplica en la ciudad de Phoenix, en Arizona, el sheriff Joe Arpaio, que ha apoyado a Donald Trump.
Sessions, que es de lejos el político con más experiencia del equipo de Trump, también supo eludir sin problemas la que va a ser la pregunta más complicada para todos sus colegas: aquella que empieza con un «Donald Trump ha dicho que…».
Para ello, jugó la baza conciliadora y la de la independencia. Declaró que, si Hillary Clinton es investigada por el uso de su servidor de correo electrónico, él se inhibirá, algo que no hizo la todavía fiscal general, Loretta Lynch. Insistió en su independencia con respecto a Donald Trump, y se distanció de éste en relación a un posible procesamiento de Hillary motivado por cuestiones políticas. «Este país no castiga a sus enemigos políticos, este país se asegura de que nadie está por encima de la ley», dijo, antes de recalcar que «no debe permitirse que una disputa política se convierta en una disputa penal», añadió el senador.
De modo que Sessions logró el respaldo de los republicanos, que controlan el Senado, mientras que todo indica que no consiguió el de los demócratas. Ésa parece que va a ser la pauta general en las demás confirmaciones. Sólo hay una que presenta algún tipo de conflicto serio: la de Rex Tillerson, el candidato a secretario de Estado. Tillerson ha sido cuestionado por demócratas y algunos republicanos por la relación de la petrolera Exxon Mobil con el Gobierno ruso, y su audiencia, que se celebra hoy, puede ser dura.
Trump se ha rodeado de conservadores multimillonarios, que en general tienen poca o ninguna experiencia en política, y con un historial de declaraciones, acciones, y relaciones comerciales y personales que son carne de cañón para unas audiencias de confirmación televisadas. A eso se suma el hecho de que cuatro de ellos todavía no ha presentado toda la documentación exigible sobre su patrimonio, lo que ha sido objeto de duras críticas, puesto que puede ocultar conflictos de interés. Aunque, en materia de conflictos de interés, la controversia es ahora con el yerno de Trump, Jared Kushner, al que el presidente ha nombrado asesor senior, en una medida que podría violar la ley.
Otra bronca es que la futura portavoz del Comité de Seguridad Nacional, Monica Crowley, cometió plagio en su tesis doctoral en la Universidad de Columbia y en su libro What the (beep) just happened’(un título traducible como ¿Qué XXX ha pasado?’, donde XXX puede ser cualquier palabra malsonante que le venga a la cabeza al lector). Crowley no fue muy sofisticada en el uso del concepto que la escritora española Lucía Etxeberría calificaría de intertextualidad: entre sus fuentes están, según la prensa estadounidense, Wikipedia y un libro de Podología, una disciplina, a priori, escasamente relacionada con la geopolítica.
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