4.941 familias reciben alimentos de Cruz Roja

“Me daba apuro pedir comida”

Un bilbaino, un gambiano y una boliviana cuentan por qué se han visto abocados a solicitar alimentos a Cruz Roja Bizkaia. Una organización que el año pasado abasteció a 4.941 familias, unas 1.300 más que en 2015

Deia, Un reportaje de Arantza Rodríguez, 07-01-2017

TRABAJABA en la construcción hasta que “se fue todo a paseo” y se quedó en el paro, con dos hijas y una hipoteca de 735 euros que oprimía como una soga al cuello. En cuanto el colchón familiar pinchó, no le quedó otra que hacer caso a la asistenta social. “Al principio me veía y decía: ¿Pero cómo voy a pedir yo a Cruz Roja nada? Me daba apuro pedir comida”, confiesa este bilbaino de 43 años. Tanto es así que aún no les ha dicho a sus hijas de dónde proceden los alimentos que se llevan a la boca. “Cuando me traen la comida me preguntan que a ver de dónde la he sacado y a mí me da cosilla decirles que me la han regalado o que es de la Cruz Roja porque luego igual lo hablan en el colegio…”, confiesa.

La de este bilbaino es una de las 4.941 familias que recibieron alimentos de Cruz Roja Bizkaia el pasado año, lo que supone un incremento de 1.331 familias con respecto al ejercicio anterior. “Aunque se habla de brotes verdes en la economía, con los colectivos y las familias que trabajamos nosotros no se ven tales brotes. El año pasado tuvimos más demanda y también coincidió que nos llegó más mercancía del Fondo Español de Garantía Agraria”, explica Manuel Calvo, coordinador de Cruz Roja Bizkaia. De hecho, en 2016 repartieron más de 700 toneladas de alimentos, frente a las 478 de 2015.

Aceite, legumbres, cereales y potitos, arroz, galletas, leche, pasta, atún y conservas de fruta y verdura son algunos de los productos que llegan a las despensas de estas familias, una vez acreditan sus ingresos y gastos. La mayoría de los solicitantes, detalla Calvo, son “gente joven con menores a su cargo”. El 62,50% son mujeres, “porque son las que hacen la demanda generalmente”, y las familias suelen ser usuarias de otros proyectos de Cruz Roja. “Muchos reciben kits de ayuda infantil o son usuarios de pobreza energética. La mayor parte permanecen 4 años de media en nuestros proyectos. Por eso hablamos de la cronificación de la pobreza”, concluye Calvo.

“Lo más duro fue sacar a mis hijas de casa”

Hace seis años que se quedó en el paro y hoy es el día en que se pregunta “dónde se está recuperando la economía” porque cada vez, dice, están peor los trabajos. “Te hacen contratos de lunes a viernes, el sábado y el domingo te echan a la calle y el lunes te vuelven a contratar. Así no levantamos cabeza nadie. Y como hay que tragar con todo…”, se lamenta este bilbaino, que tuvo que alquilar su piso para poder pagar la hipoteca e irse a vivir con su mujer y sus dos hijas a casa de su madre. “Lo que más me costó fue tener que sacar a mis hijas de mi casa y ver que no tienes para comer. Te preguntan que si nos ha echado alguien de casa, que por qué nos vamos y no sabes ni cómo explicárselo. Se lleva muy mal, pero por lo menos tienes un sitio a donde ir”, confiesa, consciente de que “la gente que viene de fuera no tiene ni siquiera ese colchón”.

Con los 600 euros que recibía del alquiler y lo que ganaba “trabajando 15 días aquí, 8 allí” le llegaba para “pagar la hipoteca y malvivir”. Su madre le ayudaba con la comida y la ropa de las niñas, pero enfermó y tuvo que alquilar su piso para costearse sus cuidados. Así que la familia volvió a su casa y solicitó la RGI. “Al poco tiempo me puse a trabajar, pero con la hipoteca tan alta que tenía, de 735 euros, me dejaba casi todo el sueldo en eso, pagaba la luz, el agua, el gas y para de contar”.

Fue entonces cuando tuvo que pedir ayuda a distintas organizaciones. “En Koopera me daban vales para la ropa, Cáritas me daba cheques para hacer la compra y Cruz Roja, alimentos cada tres meses: arroz, lentejas, garbanzos…”, detalla. El problema son los productos frescos, que encarecen la cesta de la compra, señala este padre de familia, que mira “los precios al céntimo” y compra “normalmente todo de marca blanca”. No obstante, aclara, “las niñas están en el comedor y durante el día comen bien. Cuando han necesitado ayuda de los tíos la han tenido también, faltar no les ha faltado, no han llegado a ese extremo que se ve por la tele”.

Este último año la familia está más desahogada. “He hecho una carencia del piso y estoy pagando 26 euros al mes, pero dentro de cinco años me vuelve a subir a 735. Ahora tengo un trabajo en una empresa de limpieza, parece que la cosa va bien, me siguen llamando y estamos bastante mejor, pero luego volveremos a lo mismo de antes”, reitera con la cautela de quien se ha visto con el agua al cuello, sin perder de vista que toda prórroga tiene su fin. “Hay que guardar para poder hacer frente a los pagos cuando vengan las vacas flacas. A ver si se arreglan las cosillas un poco mejor y empieza a haber trabajo”, confía, consciente de que ahora que tiene un sueldo dejará de percibir ciertas ayudas, como los juguetes que ha recibido de Cruz Roja para sus hijas las pasadas Navidades. “Lo veo bien, porque si no lo necesito…”, asegura.

Después de todo lo que ha sufrido, echa la vista atrás y nunca habría imaginado verse en una situación de extrema necesidad. “En la vida se podía imaginar nadie que iba a pasar eso. Encima es que fue de la noche a la mañana. La mayoría de la gente de aquí que estaba en la construcción se quedó en el paro”, rememora el embate de la crisis. Aunque ahora dispondría de más dinero “cobrando la RGI que trabajando”, tiene el claro empeño de vivir de su empleo. “Hay que trabajar y ganarse el dinero. De la otra manera no cotizas un duro y el día de mañana… Cuando me han estado llamando para dos o tres días, yo me he ido de cabeza a trabajar”, da su palabra.

Todos, en cambio, no muestran tanta disposición. “Vi como a una persona le decían que tenía que ir a trabajar al monte, porque cuando cobras la RGI te buscan trabajo, y el chaval decía que no iba a ir y que no le podían quitar la ayuda porque tenía hijos a su cargo. Alguna gente se hace cómoda”, denuncia, al tiempo que reclama mayor control para que se concedan ayudas solo a quien lo necesita. “Deberían hacer algo porque hay gente que cobra la RGI y luego trabaja de escaqueo. Igual el sueldo es pequeño y tampoco les llega. No se puede generalizar”.

“Trabajaba 15 horas al día y me daban 60 euros”

Aunque nació en Gambia, este treintañero lleva ocho años viviendo en Bilbao y está muy agradecido a Cruz Roja Bizkaia, que le ha “ayudado mucho con alimentos, ropas, casa… Estoy muy feliz con ellos, muy contento”, reitera. Tal es así que ahora que no tiene trabajo colabora como voluntario “para ayudar a otra gente” que está en su misma situación. “Cuando vienen aquí a explicar su historia me siento mal porque ellos tampoco tienen. Les damos información, comida, ropa… También viene gente que está durmiendo en la calle y le ayudan”, explica este joven, que ha asistido a un curso de español para inmigrantes y a veces echa una mano haciendo de intérprete.

Cocinero y camarero profesional, no ha tenido demasiada suerte en su vida laboral. De hecho, cuenta, estuvo empleado en Tenerife, pero le “engañaron”. “Trabajaba 15 horas al día y me daban 40 o 60 euros. Solamente tuve dos meses de paro porque no me habían hecho contrato. No me enteré hasta el último día, cuando me dieron la nómina. Hablé con la abogada y me dijo que no estaba bien, que no podía trabajar sin contrato en esas condiciones”, explica, con la esperanza de poder ganarse algún día su propio sustento. “Estoy buscando. Si encontrase algo, mejor, para no tener que depender de la ayuda de la Cruz Roja, que ahora me da leche y alimentos”, comenta. Porque si algo tiene claro este joven es que “si tienes documentos, tienes que trabajar. No hay que esperar a que te den ayudas”, insiste.

Él, que se ha visto sin poder llenar por sí mismo la cazuela, entiende mejor que nadie la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los usuarios que se acercan hasta la sede de la organización benéfica en busca de alimentos. “Colaboro como voluntario de corazón, para ayudar a la gente. A las personas mayores les llevamos la comida a su casa porque ellos no pueden, a los inmigrantes que no tiene qué comer les explicamos las cosas…”, señala.

“Me han ayudado cuando más lo necesito”

Estudiaba en Bolivia hasta que un embarazo doble dio un vuelco a su vida. Tuvo que dejar los libros y trasladarse a vivir con su madre, que trabajaba como empleada del hogar en Bilbao. Sus bebés no llegaron con un pan debajo del brazo. “Mi mamá se quedó sin trabajo un tiempo y unas amigas me dijeron que solicitara la ayuda de alimentos”, explica. Con dos recién nacidas no hubo tiempo para reparos. “Lo hice por las niñas. Tengo que pedir porque luego nadie nos va a ayudar”, afirma.

Muy agradecida a la Cruz Roja “porque me ha ayudado en el momento en que más lo necesitaba”, en cuanto pueda buscará un empleo. “Yo sola con dos bebés lo tengo más complicado porque a veces no hay para pañales, ni para la leche. Con lo que nos dan me salvo, pero me gustaría trabajar porque luego crecerán y necesitarán más cosas”, se adelanta y lamenta la mala suerte de que, en plenas Navidades, les hubieran entrado a robar. “Se llevaron el dinero que mi mamá tenía. Las hemos pasado con lo que había”.

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