Por detrás de Francia y Bélgica, Alemania compite con el Reino Unido por el tercer lugar en el podio de la amenaza yihadista, tanto por el reclutamiento de «combatientes extranjeros» como por la presencia de células vinculadas al Estado Islámico o terroristas «errantes», según un reciente estudio del Centro para Combatir el Terrorismo (CTC) de la Academia Militar norteamericana de West Point.

El CTC destaca en su informe la existencia de clusters o racimos de terroristas en ciudades como Frankfurt y Dinslaken (en las proximidades de Dormunt), encaramadas al top 25 de las ciudades europeas con un mayor número de yihadistas, en una macabra lista encabezada por Bruselas, Londres y Amberes, y seguidas a no mucha distancia por Ceuta.

Berlín no figuraba hasta ahora como punto caliente del terrorismo en la citada lista, en la que sí estaba, sin embargo, Niza. Se estima que Alemania ha contribuido con más de 700 yihadistas a engrosar las filas del Estado Islámico (una cifra parecida a la del Reino Unido).

En Alemania, como ocurrió en Francia y Bélgica, se ha detectado la presencia de sospechosos de terrorismo empotrados ente los inmigrantes y refugiados. Muchos de ellos han escapado al mayor control que existe en el Reino Unido sobre el flujo de yihadistas que regresan al país de origen.

Las autoridades británicas han alertado recientemente de las conexiones del grupo recién prohibido en Alemania, Die Wahre Religion (DWR), con las actividades del grupo Read Quran Project UK. En el Grupo de Facebook de este último puede observarse incluso la foto del fundador de DWR, repartiendo el Corán en un puesto de Oxford Street. La policía alemana realizó más 200 incursiones en mezquitas radicales y en otros lugares utilizados como centros de difusión y reclutamiento del DWR, dirigido sobre todo los jóvenes musulmanes proclives a la radicalización. El reciente informe del Centro para Combatir el Terrorismo destaca sin embargo cómo la religión no es principal factor que empuja a los yihadistas a las filas del Estado Islámico, sino más bien «la afinidad política y cultural».

Ayer mismo la policía belga detuvo al menos a una persona en varias operaciones policiales llevadas a cabo en el distrito bruselense de Schaerbeek, según informaron medios locales y recogió Efe, sin precisar si se trataba de una investigación antiterrorista.

La Fiscalía federal de Bruselas indicó que no facilitaría información al respecto anoche y que comunicó el resultado de las operaciones hoy en una rueda de prensa.

Las operaciones comenzaron hacia las cinco de la tarde y finalizaron a las siete, acarreando la detención de una persona, el cierre de varias calles y la suspensión de una de las paradas en varias líneas de tranvía.

Dos horas después del inicio del operativo, las autoridades policiales limitaron el perímetro de seguridad en torno a la plaza de Liedts, en el barrio de Shaerbeek, donde se suspendió la parada de tranvía. Fueron movilizados efectivos policiales, que recibieron el apoyo de unidades del ejército, desplegadas en Bruselas desde los atentados ocurridos en la capital belga el pasado 22 de marzo, en los que murieron 32 personas.

El pasado mes de julio Alemania ya vivió el terror del yihadismo en su propio territorio. Fue una semana trágica que comenzó el 18 de julio con la acción de un joven afgano de 17 años, solicitante de asilo, que hirió de gravedad con un hacha y un cuchillo a cuatro pasajeros de un tren alemán y, posteriormente, fue abatido por la Policía. El Estado Islámico no tardó en asumir el ataque. Los testigos calificaron la escena de «carnicería». En el vagón se escuchó el grito de «Alá es grande».

Pocos días después, cundió el pánico en la ciudad de Múnich cuando un germano-iraní de 18 años asesinó a nueve personas en un centro comercial y tras su acción se suicidó. Este golpe en solitario tuvo lugar en un centro comercial y otras 16 personas resultaron heridas.