«Hay que proteger la democracia»
El primer ministro francés defiende prolongar un estado de emergencia que dura ya un año
El Mundo, , 14-11-2016Parisinos, autoridades, supervivientes y familiares de las 130 personas asesinadas en los atentados que golpearon la capital el 13 de noviembre de 2015, rindieron ayer homenaje a las víctimas de los ataques más mortíferos que ha conocido Francia.
Con François Hollande y Anne Hidalgo, alcaldesa de París, a la cabeza, el recorrido por los lugares de la tragedia comenzó a las nueve de la mañana en el Estadio de Saint-Denis hasta el Bataclan, reabierto el sábado con un concierto de Sting al que acudieron algunos de los supervivientes. En pleno estado de emergencia –que dura ya un año– por la amenaza de nuevos atentados, el primer ministro, Manuel Valls, defendía ayer ante la BBC la necesidad de prolongarlo. «Es difícil poner fin hoy al estado de emergencia. Y más cuando vamos a entrar en campaña presidencial con mítines y reuniones públicas. Hay que proteger nuestra democracia», estima Valls.
El premier considera que la amenaza de atentados perpetrados por comandos como el del 13-N «ha disminuido», si bien teme nuevos ataques de «individuos activados directamente por internet y redes sociales a través del Estado Islámico», sin pasar por Siria e Irak, como fue el caso de Mohamed Lahouaiej Bouhlel, autor del ataque de Niza, que acabó con la vida de 84 personas. Para Valls, este dispositivo de excepción permite proceder a «detenciones y controles administrativos eficaces».
El trauma en París volvía a ser ayer visible ante los ojos de muchos vecinos del distrito 11, que se acercaban hasta la esquina de La Belle Équipe, donde las autoridades descubrieron una de las placas. En ella, los 21 nombres de las personas que aquel viernes 13 salían con sus amigos y familiares a disfrutar de una cena y copas en un bar típico del barrio, sin imaginar el desenlace de la trágica noche. A pesar de que la vida de los parisinos ha vuelto a la normalidad, un año después esa inocencia ya no existe y la conciencia de riesgo es omnipresente, aunque no impide que los parisinos hayan vuelto a disfrutar de las terrazas.
La única declaración pública en el aniversario de ayer fue la de Michael Dias, hijo de Manuel Dias, asesinado en las inmediaciones del Estadio de Saint-Denis cuando uno de los terroristas se inmoló. Michael, cuenta ahora, se tranquilizó al escuchar que «afortunadamente» sólo había «un fallecido». Poco tiempo descubriría que se trataba de su padre. Ayer, en el lugar de su muerte y ante el presidente Hollande y otros altos cargos (entre ellos el primer ministro Manuel Valls, el ministro del Interior Bernard Cazeneuve, etc.), el joven hizo un llamado a la «tolerancia, la educación y la integración» como única manera de combatir el terrorismo a largo plazo.
Para Michael es evidente que el aislamiento y la falta de integración convierten en carne de cañón a jóvenes como los que mataron a su padre, de 63 años, inmigrante portugués instalado en Francia desde hacía 45 años. «Podemos arreglar el problema con inteligencia y no señalando a la gente ni cayendo en la división del país», dijo.
Las familias de las víctimas reclamaron actos sobrios para guardar la máxima intimidad posible y para evitar también discursos políticos que pudieran despertar polémica. A pesar de los atentados contra Charlie Hebdo y el supermercado judío en enero de 2015, los ataques de noviembre supusieron un antes y un después en la política del país cuya precampaña hacia las presidenciales está totalmente marcada por cuestiones como la seguridad, la inmigración y la identidad, con la alargada sombra del Frente Nacional.
No todos los familiares quisieron participar en los homenajes, que consistieron en desvelar las placas conmemorativas en cada uno de los lugares atacados con los nombres de las personas que allí murieron. Para otros, en cambio, compartir este momento con otros familiares resulta imprescindible. Así era para Stéphane de Bourgies, el marido de Véronique una de las víctimas de la rue Charonne, que hoy sigue adelante solo con sus hijos y con la asociación en la que trabajaba junto a su mujer, ayudando a niños de Madagascar.
«El dolor lo vivimos solos, con nuestros amigos, con nuestras familias, pero estar con los que sufrieron ese día… en fin, yo no suelo estar en muchas de las manifestaciones que se han organizado pero es evidente que hay que estar hoy aquí».
UNA ENTEREZA QUEBRADA POR EL NOMBRE DE LOS FALLECIDOS
Aunque ninguna autoridad pública se expresó delante de los micrófonos durante el homenaje de ayer a las víctimas de los atentados del 13-N, el presidente François Hollande sí habló directamente con los familiares, así como con bomberos y miembros de los servicios de emergencia que trabajaron aquella fatídica noche rescatando a supervivientes y atendiendo a los heridos.
La mayoría de los afectados entraban en las zonas preparadas para su acogida, delante de las placas, con una impresionante entereza que sólo se rompía al escuchar a través de los altavoces la voz que recordaba el nombre de los suyos. Entre los vecinos, había quien decía conocer a alguna de las víctimas pero también amigos de los familiares y habituales de estos restaurantes del X y XI distrito de París. Valérie Pécresse, presidenta de la región por Los Republicanos, o la antigua ministra Cécile Duflot, de los Ecologistas, se acercaban a las barreras a saludar y a dar las gracias por participar en los homenajes, a pesar de la lluvia que caía sobre la ciudad.
Era día de recogimiento para todos los parisinos: los que salieron a la calle y los que no. «Vivimos en el barrio y fue un trauma ver cómo esto puede suceder en tu barrio, para mi familia y mis hijos especialmente», narró a este periódico una vecina que acudió a uno de los actos con su hija adolescente. «Venimos por los que murieron pero también por nosotros, supongo que es otro intento más de pasar la página». M. D. V.
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