Mare Nostrum: inmenso y anónimo cementerio marino

Diario de Noticias, Maialen Aguinaga Alfonso, 12-11-2016

Conrad dijo que “nacer es caer al mar”. El autor de El corazón de las tinieblas no se habría imaginado al escribir esta frase su hondo y profético calado. Cuando en sus obras captura a esos héroes fracasados, perseguidos o condenados, advertimos tristemente que la vida sobrepasa cualquier ficción por trágica e increíble que parezca. En efecto, más de 4.000 inmigrantes, por causas tan diversas como sus procedencias, se han ahogado en el Mare Nostrum a lo largo de este año de la Misericordia, así proclamado por el papa Francisco. ¡Paradojas de la vida! Aquel mar que hizo grande al Imperio Romano y en el que se formó el viejo continente, Europa, del que tan orgullosos nos sentimos por su aporte a la cultura y a la civilización, ha engullido en un solo un año miles de gentes huidas de sus lugares nativos en busca de una vida mejor en un continente atemorizado que les cierra sus puertas o les teme porque tendrán que compartir más. Y mientras se levantan muros de cemento, alambradas o cierran sus fronteras, caemos en el peor de los males denunciados por Francisco: la indiferencia. Estos miles de héroes anónimos mueren, víctimas que huyen en miserables barcazas atestadas de gente, con lo puesto, a cargo de unas mafias que les roban lo poco que les queda: su dignidad humana.

¿Qué ha sido de aquel mar surcado de rutas de especias de lejanos países conquistados, de viajes, de culturas que engrandecieron nuestra historia y ampliaron nuestras fronteras, desde las columnas de Hércules hasta el Finisterre Atlántico, de aquel Egeo que fue escenario de los poemas homéricos en una cultura llena de mar? Un mar que forma parte de nuestra identidad europea y que nunca debió convertirse en barrera, y mucho menos en un triste cementerio marino. En este fin del Año de la Misericordia tengamos al menos un emocionado recuerdo para estos héroes desdichados que cruzaron el Mare Nostrum en este mes de los difuntos, aquellos que salieron en busca de una prosperidad de la que carecían en sus tierras de origen y se encontraron en el mar de la muerte. Digámoslo con Jorge Manrique en sus inmortales Coplas: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar que es el morir”. ¡Descansen en paz y pidamos a Dios les haya otorgado la felicidad y prosperidad que aquí les denegamos.

A estas víctimas les dedicamos la estrofa final del conocido poema de Paul Valéry (1920) titulado Cementerio marino: ¡Álzase el viento! ¡Intentemos vivir! / ¡Mi libro abre y cierra el aire inmenso, / la ola brota del polvo de las rocas! / ¡Todas volad, enceguecidas páginas! / ¡Olas romped, romped de aguas de júbilo /la mansa bóveda que hurgan los foques!

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