EUROPA

Luz verde para los radicales del Viejo Continente

El Mundo, P. R. SUANZES X. COLÁS C. VALERO BRUSELAS MOSCÚ BERLÍN, 10-11-2016

«Su mundo está colapsando, el nuestro empieza a construirse». La frase, digna de un villano de Marvel, pertenece a Florian Philippot, uno de los asesores más cercano de Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional francés y la mujer que encabeza la intención de voto para las presidenciales francesas de primavera. Y resume a la perfección la interpretación que los radicales y populistas europeos, de la mano de Vladimir Putin, hicieron la noche del martes.

El Brexit fue el primer acto. Las elecciones norteamericanas el segundo. El tercero, el decisivo para la UE, se juega en los próximos 11 meses en Italia, Holanda, Francia y Alemania, en un referéndum y tres convocatorias electorales críticas. Es difícil saber ahora con precisión a qué candidato favorece la victoria de Trump, pero es evidente quiénes lo celebraban con más ganas.

«Felicitaciones al nuevo presidente y al pueblo americano, libre», exclamó muy contenta Le Pen. «Felicidades, Donald Trump. Tu victoria es histórica y para todos nosotros», expresó desde su cuenta de Twitter el holandés Geert Wilders, tan controvertido como el norteamericano, acusado de xenófobo y populista, y que también se sitúa en los sondeos para las elecciones de marzo por encima de sus rivales. «Una oportunidad histórica», coincidió Frauke Petry, cabeza de lista de Alternativa para Alemania. «Más grande incluso que el Brexit», se regocijó Nigel Farage, líder intermitente de Ukip.

Dentro de la UE ellos dos son los más claros partidarios de Trump, junto al primer ministro húngaro, Viktor Orban, que ayer amaneció exultante. «Felicidades. Qué buenas noticias, la democracia sigue viva», recalcó desde Budapest. Todos beben de fuentes similares. Del descontento en Europa con el sistema y la élite política, con los temores a la inmigración, con años de salarios contenidos y empleos perdidos. La UE no estaba preparada para la victoria del republicano y sus enemigos lo aprovechan.

Lo creía imposible e impensable y ahora se enfrenta a cuatro años de una relación más que complicada. El presidente del Consejo, Donald Tusk, y el de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, reaccionaron pronto, pero con más confusión que claridad. «Te hacemos llegar nuestra sincera felicitación por tu elección como 45º presidente de EEUU. La asociación estratégica con la UE tiene sus raíces en nuestros valores comunes de libertad, derechos humanos, democracia y la economía de mercado», decía la misiva en lo que parecía más una súplica que la fijación de límites.

La canciller alemana, Angela Merkel, fue la más clara. Felicitó, pero no se quedó en la cortesía. «Alemania y EEUU comparten valores como la democracia, la libertad y el respeto a derechos del ser humano independientemente de su origen, color, religión, ideología política, género y orientación sexual. Sobre la bases de estos valores ofrezco al próximo presidente de EEUU mi estrecha colaboración en la lucha contra los grandes desafíos del mundo», señaló, poniendo unas líneas rojas clarísimas. El presidente francés, François Hollande, se situó un peldaño más abajo asegurando que su país actuará con «vigilancia y franqueza».

Los líderes comunitarios instaron al futuro presidente a «consolidar los puentes que se han construido sobre el Atlántico», pidieron que siga «invirtiendo en las alianzas con sus amigos para que los ciudadanos tengan más seguridad y prosperidad» e invitaron al futuro presidente a una visita y una «cumbre lo antes posible según tu disponibilidad», para una «conversación que nos permita cimentar el curso de nuestra relación para los próximos años», pero en términos vagos.

Bruselas tiene sobre todo la vista puesta en el Este. En Ucrania, en Rusia y la amenaza de Putin, que ayer, en cierto modo, ganó sus cuartos comicios en sólo un año. Tras el referéndum de abril en el que los holandeses rechazaron el acuerdo de la UE con Ucrania, el Brexit de junio para sacar al Reino Unido de la UE y las elecciones parlamentarias rusas en septiembre, el Kremlin ve satisfecho cómo cae un adversario –Hillary Clinton– y se alza con la Casa Blanca un republicano que abre un mundo de posibilidades a las ambiciones rusas. Putin fue uno de los primeros líderes mundiales en felicitar al presidente electo y su mensaje no podía ser más claro: «Un diálogo entre Rusia y EEUU responde a los intereses de ambos países». Lo que más aprecia de Trump el régimen de Putin es que no es Hillary, a quien consideraban defensora de la línea dura en la política exterior de EEUU.

La irrupción de Trump en la Casa Blanca abre la puerta a un giro en la política exterior de EEUU. Trump ha sido el candidato republicano más rusificado de la historia. No tanto por sus comentarios alabando a Putin, sino porque en su entorno íntimo trabajaron personas con vínculos con el poder ruso: Paul Manafort, que llevó su campaña, trabajó para el presidente ucraniano preferido por Moscú, Victor Yanukovich. También dos asesores, Michael Flynn y Carter Page, fueron relacionados con el poder ruso. Con Trump como presidente, la designación de su equipo de Gobierno dará más datos sobre hasta qué punto va a cambiar la cara que Washington pone ante el desorden mundial. En Rusia la sensación es que ganarán y que pueden beneficiarse de la táctica más antigua con los que han sido aliados naturales desde 1945: divide et impera.

La inquietud de la otan ante la victoria del multimillonario
Desafíos. En la Alianza la victoria de Trump inquieta y mucho. Al futuro presidente no le gusta el inmenso gasto que soporta EEUU, no cree que se debe apoyar a cualquier socio atacado y no le gusta ese tira y afloja con Moscú. «Felicito a Donald Trump por su elección y miro al futuro para trabajar con él», aseguró ayer el secretario general, Jens Stoltenberg. «Nos enfrentamos a un entorno de seguridad lleno de desafíos, que incluyen guerras híbridas, ciberataques y la amenaza del terrorismo», apuntó, sin mencionar a Moscú directamente. «El liderazgo estadounidense es más importante que nunca», añadió, invitando a Trump a la cumbre de la organización en 2017. / P. R. SUANZES

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