El miedo polariza Estados Unidos
El Mundo, , 09-11-2016Estados Unidos concluyó ayer la campaña electoral más tensa y divisiva desde 1968. Lo hizo con un resultado que ratifica que esa tensión y enfrentamiento no ha sido sólo una circunstancia pasajera de la carrera hacia la Casa Blanca, y que deja claro también que el populismo que está irrumpiendo en la política de gran parte de Occidente se ha establecido firmemente en ese país.
Donald Trump y Hillary Clinton habían partido prácticamente en dos mitades al electorado estadounidense, en una jornada en la que el recuento de votos, que aún no había concluido al cierre de esta edición, estaba siendo mucho más favorable al republicano de lo que prácticamente todas las encuestas apuntaban.
El empresario, que ha lanzado al Partido Republicano en manos de un populismo nacionalista y xenófobo, que rechaza el libre comercio, había conquistado el estado decisivo de Florida y tenía serias posibilidades de llegar a la Casa Blanca. Los republicanos también conservaban el control de la Cámara de Representantes y, posiblemente, del Senado, por el que batallaban anoche.
La perspectiva de una victoria de Trump hizo desplomarse al peso mexicano, que perdió un 6% de su valor tras la publicación de un ajustados primeros resultados. La moneda mexicana se había convertido en las últimas semanas en un barómetro de la opinión de los mercados.
No está claro si los votantes dieron su apoyo a los candidatos por el entusiasmo o, más bien, por el rechazo al rival.
En cualquier caso, el miedo resultó ser un catalizador acaso tan grande como el entusiasmo, y el resultado fue una gran afluencia a las urnas. Incluso en el centro de Washington, una ciudad en la que la única duda era si la demócrata Hilary Clinton iba a romper el récord del 92,5% del voto de Barack Obama en 2008, había que pasarse más de una hora esperando para votar. La anécdota más relevante era que el candidato republicano, Donald Trump, había sido abucheado al ir a votar en su ciudad natal, Nueva York.
La participación de los hispanos – es decir, de la población con orígenes en América Latina– aunque alcanzó un récord, fue mucho menor de lo previsto, y no parecía bastar para darle la victoria clara a Clinton que auguraban las encuestas.
El voto de la minoría hispana, la mayor desde el punto de vista demográfico, parecía ser decisivo. Peor al final no pudo compensar la caída de la participación de los negros (casi un 8%, según los sondeos).
Porque, a falta de datos definitivos, las cifras apuntaban ayer a que los afroamericanos estaban acudiendo a votar en menor número que en 2008 y 2012 en estados como Carolina del Sur, que también juegan un papel central en las estrategias de Trump y Clinton.
Así pues, la coalición electoral que llevó a Barack Obama al poder en 2008 y 2012 seguía activa en 2016: mujeres, personas de nivel educativo alto y minorías, lo que en Estados Unidos incluye fundamentalmente a hispanos, negros, y asiáticos.
Sólo el voto de las mujeres casadas de clase media de los suburbios de Filadelfia podría bastar para entregar a Clinton el estado de Pensilvania. La conclusión de esa división del voto es algo tan sofisticado como que insultar al electorado no es bueno para un candidato.
Donald Trump arrancó su campaña acusando a los inmigrantes indocumentados de ser «violadores» y «criminales», y de «traer droga», y declarando que construirá un muro (otro más) en la frontera con México para contener la inmigración ilegal. Aunque los ilegales no votan, parecía claro que, 511 días después de esas declaraciones, las personas de origen latinoamericano seguían sin olvidar aquellas palabras.
Lo mismo que los asiáticos, a los que Donald Trump acusó de ir a Estados Unidos a tener hijos para después poder reclamar la nacionalidad de ese país. Igual que los negros y los judíos, que han visto cómo el republicano era apoyado por el Ku Klux Klan, la organización racista, blanca y protestante, más temida en todo Estados Unidos.
Y que las mujeres, que han escuchado las declaraciones que Donald Trump hizo años atrás en las que éste poco menos que proclamaba que a ellas les gusta que él las acose sexualmente.
La cuestión es que todos esos datos justifican el rechazo a Trump, pero no dan un argumento en favor de Clinton. Al margen claro está, del espanto. Y ésa es una de las conclusiones de los comicios de ayer.
Con independencia del ganador, hoy Estados Unidos sigue siendo un país dividido, en el que los dos grandes partidos y gran parte de los ciudadanos están dispuestos a crear un casus belli para la confrontación política sobre prácticamente todo: desde la tenencia de armas militares en casa hasta el IRPF; desde la enseñanza de la Teoría de la Evolución de Darwin en las escuelas públicas hasta la lucha contra el Estado Islámico; y desde la regulación de las bebidas con alto contenido en azúcar hasta la reforma de la inmigración.
En sus 511 días de campaña, Trump nunca articuló una visión clara de lo que quiere para Estados Unidos. Clinton tuvo 572 días –desde que el 12 de abril de 2015 anunció su candidatura– y también fue incapaz de construir una narrativa que justifique el voto en su favor.
Y así es cómo Estados Unidos votaba ayer por los dos candidatos, Donald Trump y Hillary Clinton, con índices de rechazo más altos en la Historia de ese país. Sea, por el mal menor. Como decía Jorge Luis Borges, la democracia en la primera potencia mundial fue ayer un abuso de la estadística.
Miranda, de 10 años, no puede votar en las elecciones de Estados Unidos, pero tiene claro quién le gustaría que sucediese a Barack Obama en la Casa Blanca: Hillary Clinton. Miranda hace campaña por Hillary a la puerta del Centro de Ocio Mt. Vernon en la ciudad de Alexandria (Virginia) junto a su madre y su hermano.
Un cartel marca el punto a partir de cual está prohibido hacer propaganda electoral en el centro de votación. «Estamos aquí para apoyar a Hillary Clinton. Me gusta Hillary porque está a favor de acoger a inmigrantes. En mi escuela hay muchos inmigrantes. No me gusta nada Donald Trump porque es un acosador y es muy irrespetuoso con la gente», explica Miranda, quien aboga por «construir puentes, no muros». Si Miranda se comportara como Donald Trump en la escuela, está convencida de que tendría problemas. «Probablemente me enviarían al despacho del director», cuenta la niña.
Justo enfrente de la familia de Miranda, Susan Hobbs está repartiendo muestras de papeletas con recomendaciones para orientar a los votantes republicanos. Los votantes de Virginia no sólo votan a quién será el próximo presidente, sino también dos propuestas de enmiendas de la Constitución del estado. Como no todos los votantes tienen tiempo de estudiárselo bien, muchos hacen caso de las recomendaciones del partido.
Susan asegura que, pese a vivir en un distrito que tiende a votar demócrata, hay «mucho entusiasmo por Donald J. Trump» en Virginia, uno de los estados más disputados en las elecciones.
«Es un candidato inusual que nunca ha tenido un cargo político, pero creo que es lo que le gusta a la gente. La gente está muy cansada de las élites políticas que sólo trabajan para ellos mismos y no les importa las pérdidas de empleos», explica esta votante republicana, que lleva un pin con el nombre de Trump en letras doradas.
No le gusta Hillary porque, según ella, «es una corrupta» y «vendió», cuando era secretaria de Estado, la política exterior de Estados Unidos para beneficiar a la Fundación Clinton. Le gustaría ver algún día a una mujer presidenta de Estados Unidos. «Pero no a esta mujer», asegura Susan. Si finalmente Hillary gana las elecciones, Susan asegura que aceptará el resultado de las elecciones. «Soy una ciudadana estadounidense y aceptaría la voluntad del pueblo estadounidense», explica.
Casi todos los votantes que han ejercido su derecho al voto exhiben con orgullo su pegatina Yo voté en Alexandria a la salida del colegio electoral.
A Tracy Washington Enger y su hijo Peregrine Enger no hay que preguntarles a quién han votado. Está claro. Ella lleva una camisa con la bandera estadounidense y unos pendientes y una pegatina con la H de Hillary. Su hijo ha pegado dos pegatinas de Hillary en sus gafas de sol. Peregrine entiende que muchos estadounidenses se sientan atraídos por Trump porque «es diferente» mientras que Hillary es «una política de manual».
«Voté por Hillary. Mucha gente dice que es la menos mala de dos diablos. Hillary sabe de lo que está hablando y me atrae su inteligencia y experiencia. Donald Trump está intentado gustar a sus bases; por eso dice cosas racistas y sexistas. Manipula a la gente», explica este joven afroamericano.
Su madre considera que Trump está bien para dirigir una empresa, pero para dirigir el país cree que Hillary Clinton es la más cualificada. A esta votante demócrata le preocupa la división del país tras estas elecciones que califica de «muy locas». Asegura que actualmente es muy difícil para ella hablar con sus amigos republicanos de política o candidatos dada la polarización que existe en el país norteamericano. Y cree que tanto los políticos como los ciudadanos deberán esforzarse después de las elecciones para «tender la mano al otro lado».
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