«No puede ser. Él va del trabajo a casa y ni siquiera tiene wifi»
Kamal T. compartía casa en Barriomar desde hacía dos semanas con otros jóvenes que no habían percibido en él ningún signo de radicalización
La Verdad, , 27-09-2016La noche aún estaba bien cerrada cuando decenas de policías nacionales, cubiertos con pasamontañas, irrumpieron en la humilde planta baja de la barriada murciana de Barriomar en la que se ocultaba Kamal A., un presunto yihadista acusado de ayudar a un compañero a integrarse en las filas del Daesh. Las puertas reventadas de esta vivienda de la calle Lo Pagán – muy cerca de las vías del tren – daban cuenta de la contundencia de la acción policial. «Estábamos durmiendo y a las cinco de la mañana hemos oído un ruido muy fuerte», relató a ‘La Verdad’ Hamza Nadif, compañero de piso del arrestado. «Han entrado decenas de policías que nos apuntaban con sus armas».
Los agentes de la comisaría general de Información de Madrid, con el apoyo de efectivos de la unidad de prevención y reacción (UPR) de Murcia, se afanaron durante cerca de tres horas en el registro de la vivienda donde vivía el supuesto yihadista, de 26 años y nacionalidad marroquí. «No nos han dejado hablar en ningún momento», relataban los otros inquilinos de la casa. «Yo al principio he pensado que se lo llevaban por drogas o por alguna pelea, pero al ver el despliegue me he dado cuenta de que era algo más gordo». En torno a las ocho de la mañana, los policías nacionales se marcharon de Barriomar con el supuesto yihadista rumbo a Madrid, donde deberá declarar ante la Audiencia Nacional. Al parecer, los agentes se llevaron también a otro de los vecinos de la casa al que, al parecer, pillaron con algo de droga.
En un colchón en el suelo
Kamal T. apenas llevaba dos semanas viviendo en esta casa de alquiler, bastante amplia y con un patio, que compartía con otros cuatro jóvenes inmigrantes . Según explicó su compañero, Hamza Nadif, ambos se habían trasladado a la Región en busca de trabajo y compartían incluso una misma habitación con colchones sobre el suelo. Actualmente se ganaban la vida en el campo, echando jornales en fincas principalmente de Torre Pacheco. «Él siempre iba del trabajo a casa», remarcó Hamza. «Venía de trabajar, se duchaba, nos tomábamos un café aquí cerca y nos íbamos a rezar a la mezquita. Nada más».
Ninguno de los jóvenes inmigrantes que vivían con él habían percibido signo alguno de radicalización. «Él ni siquiera tenía internet, aquí no tenemos wifi. Íbamos a coger señal aquí cerca, pero solo para descargar películas», explicaba Hamza, que no daba crédito a lo sucedido mientras repasaba en su teléfono móvil las últimas fotografías que había tomado de su amigo, con la barba y el pelo largo. «Me dejaba siempre su móvil y yo veía sus conversaciones de WhatsApp sin ocultar nada. Esto tiene que ser un error». Este joven hizo hincapié en que el arrestado mantenía vínculos normales con su familia y amigos, pero que no tenía relación alguna con Siria.
Kamal se trasladó a España hace unos seis años abandonando su pueblo natal, Azilal, en el centro de Marruecos. En estos años residió en Palencia, Sevilla y Valladolid, antes de recalar, en las últimas semanas, en la capital murciana. Según explicó su compañero Hamza, trabajó principalmente en el campo y como camarero e, incluso, en Palencia llegó a impulsar una pequeña empresa de frutas ecológicas que, sin embargo, no sobrevivió a los años de crisis económica.
Un amante de la literatura
En Valladolid, según explicó Hamza, ambos ya compartían piso y lo hacían junto a otro marroquí, Alí, que resultó ser el otro presunto yihadista arrestado en el golpe. Los compañeros de vivienda de Kamal lamentaban ayer la falta de información que les había facilitado la Policía Nacional sobre los motivos del arresto y los pasos que se seguirían tras este. En España, el joven apenas tenía familia, a excepción de un sobrino que, al parecer, reside en Madrid pero que lo hace de forma irregular – sin papeles – . Un deteriorado carné de biblioteca es uno de los muchos objetos personales de este marroquí que aún recuerdan su paso por esta planta baja de Murcia. «A él le gusta mucho leer libros».
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