Los grafitis de la muerte
El Mundo, , 20-09-2016La tarde apacible. El mar en calma. El sol cae dando una tregua al sofocante calor del día. En unos minutos un intenso frenesí se apodera de la playa. Cientos de personas se agolpan en la orilla. Suben a una barcaza de madera que a duras penas se mantiene a flote. Un motor arranca cubriendo el silencio de temor y miedo. A popa, las costas africanas se pierden en la distancia; a proa, el Mediterráneo, agua, nada más. En unos minutos el cielo se cubre, el mar se encrespa. Llueve. El oleaje convierte la barcaza en una bañera a la deriva. El motor se apaga. La barcaza comienza a hundirse. En un último intento por alertar de su destino, los viajeros escriben sus nombres o los teléfonos de sus familiares en el interior del maltrecho casco cual grafitis desesperados de despedida. La barcaza se hunde. Los improvisados grafitis –cuya historia recoge el informe Fatal Journeys sobre las muertes y desapariciones provocadas por los movimientos migratorios– son la última huella de una huida. Inscripciones y epitafios en los cementerios provocados por la búsqueda de la seguridad, la paz, la libertad… Cementerios de agua en el Mediterráneo y en el Golfo de Bengala, de arena en el Sahel y en México, de selva tropical en Centroamérica. Cementerios que cuentan la dramática historia de vidas perdidas. Cementerios olvidados.
La amenaza de grabar su nombre en el tablón de una barcaza o en las gomas de una lancha neumática pende sobre millones de niños y niñas en todo el mundo. El último informe de Unicef, Desarraigados: Una crisis creciente para los niños refugiados y migrantes, calcula que hay 50 millones de niños fuera de sus hogares en busca de una vida mejor. De ellos, 28 millones son desplazados por culpa de los conflictos y la violencia dentro y fuera de sus fronteras. Los datos describen un panorama desolador sobre su vida y la de sus familias, que prefieren arriesgarlo todo huyendo antes que permanecer en sus lugares de origen.
Son millones de niños traumatizados que en su huida se enfrentan al riesgo de ahogarse en una travesía marítima, la desnutrición y la deshidratación, la trata, el secuestro, la violación e incluso el asesinato; que a menudo sufren la xenofobia y la discriminación.
No hay tregua. Las medidas puestas en marcha hace dos años ante la avalancha de refugiados en Europa lo único que han provocado es el cambio de escenarios, nuevas rutas (muchas veces más peligrosas), nuevos dramas a los que la comunidad internacional, la sociedad y cada uno de nosotros seguimos sin ser capaces de dar una respuesta… ¿Hasta cuándo? Una buena oportunidad para ofrecer respuesta se presenta en la cumbre de Naciones Unidas que ayer arrancó en Nueva York. Allí, por primera vez en la historia, la Asamblea General ha convocado a jefes de Estado y de Gobierno para elaborar un plan detallado que permita formular una mejor respuesta internacional a los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes.
Carmelo Angulo Barturen es presidente de Unicef Comité Español.
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