El miedo, el motor de Europa

El temor al terrorismo y el recelo de los líderes europeos a ser relevados por fuerzas eurófobas mueven a la UE

El Mundo, RUTH FERRERO TURRIÓN, 17-09-2016

La cumbre informal de Bratislava se ha presentado como una reunión decisiva para el futuro de la Unión Europea. Objetivamente tenía todos los componentes necesarios para serlo. Así, ha sido la primera vez que los jefes de Estado y de Gobierno se reunían tras el Brexit, con la UE sumida en una profunda crisis institucional y de legitimidad frente a las opiniones públicas europeas. Bratislava ha sido el punto de inflexión en relación con la profunda división existente en el seno del Consejo Europeo con la presencia de tres grupos de países con distintas prioridades: el grupo de los países del centro y este de Europa, los países mediterráneos y el grupo de los países fundadores. Lo anterior, junto con la extrema ausencia de liderazgo político y la debilidad del presidente Juncker generó muchas expectativas.

Sin embargo, no ha habido sorpresas. La canciller Merkel y el presidente Hollande nos han comunicado de manera oficial aquello de «si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie». Y, de este modo, como es habitual en los últimos tiempos, las conclusiones se han centrado en cuestiones de seguridad, las únicas en las que los Estados miembros son capaces de ponerse de acuerdo. Así, una de las primeras conclusiones que podemos sacar de Bratislava es que la UE camina hacia una Europa más Fortaleza, con sus fronteras exteriores reforzadas por millones de euros y con la propuesta de un incremento de la cooperación en materia de defensa. El motor que mueve a Europa en la actualidad es el miedo. El miedo al terrorismo y el miedo de los líderes europeos de perder su puesto a favor de fuerzas de extrema derecha racistas, xenófobas y eurófobas.

La aparición en los discursos de palabras como prosperidad, cooperación y valores compartidos no son sino espejismos que ocultan vulneraciones de derechos humanos por mor de la firma del Acuerdo con Turquía, vulneraciones de derechos sociales gracias a la aplicación de las políticas austericidas o vulneraciones de derechos laborales provocadas como consecuencia de la inseguridad que provoca la globalización económica.

Una vez más, ha sido el eje franco-alemán el único capaz de integrar de manera razonable las posiciones de los países del Consejo. Frente a la petición de la defensa de la cristiandad común propuesta por los países de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa), Merkel ha incorporado el término de valores compartidos; si los países mediterráneos querían una Europa más social, Hollande ha sido el encargado de sacarlo en la rueda de prensa. No está tan claro sin embargo, cuál será la estrategia a seguir en relación con la pérdida de legitimidad o el aumento de los nacionalismos y las propuestas de un retorno al Tratado de Roma en donde la Comisión quedaría relegada a funciones de coordinación e implementación, sin ningún tipo de iniciativa.

Las encuestas preelectorales que manejan tanto Hollande como Merkel dejan a sus respectivos países en una posición muy inestable, con los partidos de extrema derecha en claro ascenso. Quizás por eso, el discurso del miedo y de las amenazas en relación con la inmigración sea uno de los primeros pasos para intentar recuperar la popularidad perdida. Parece mentira que, en países donde se han padecido de manera superlativa los estragos de los discursos populistas no hace tanto, de nuevo se vuelva a caer en los mismos errores.

Por otro lado, y ya en el marco estrictamente europeo, tanto Alemania como Francia van a tener muy complicadas sus posiciones y van a necesitar un amplio poder de convicción para conseguir sus objetivos prioritarios. De un lado, necesitan el apoyo de los países mediterráneos para sacar adelante las medidas en materia de migración y asilo; pero, por otro, necesitan a los países de centroeuropa para evitar la minoría de bloqueo de los países del sur en cuestiones como la política económica. Veremos quiénes consiguen ganar la partida en lo que parece que son posiciones irreconciliables.

Lamentablemente, a todas luces se está volviendo a repetir la misma historia. Una cumbre histórica que va actuar como revulsivo a la parálisis institucional y política de la Unión Europea, pero que, finalmente, lo único que consigue es generar exactamente lo contrario de lo que persigue, menos confianza, menos esperanza y más euroescepticismo entre la opinión pública.

Ruth Ferrero-Turrión es profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense

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