Europa como fortaleza
Los líderes europeos admiten en la cumbre de Bratislava las limitaciones del proyecto de integración y se refugian en el paso corto para reconectar con la ciudadanía
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 18-09-2016El proyecto europeo ha mirado el abismo y al ver que ese abismo le sostiene la mirada, según la célebre frase atribuida a Nietzsche, ha decidido refugiarse en el paso corto. La cumbre celebrada el pasado viernes en Bratislava (Eslovaquia) marca un antes y un después, más en el espíritu que en los hechos. La canciller alemana Ángela Merkel definió este espíritu como el de la “cooperación”, aunque el resultado deja más un sabor agridulce a serena melancolía que a euforia. El propio presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk reconoció que “la UE no es perfecta pero es lo mejor que tenemos” en un ejercicio de descarnada sinceridad.
El proyecto europeo reconoce de manera implícita sus propios límites y por eso, renuncia a superar las grandes brechas que separan a sus Estados miembro para moverse en el terreno de lo seguro. Porque los líderes europeos creen y quizás tengan razón que lo que sus ciudadanos necesitan es eso mismo. Solo el tiempo dirá si el análisis es acertado y si el miedo que se ha apoderado de una Europea envejecida que teme perder lo que tanto tiempo ha dado por inamovible: su Estado del bienestar, la certidumbre de que las generaciones venideras vivirán mejor que sus padres y abuelos, ciertas conquistas sociales amenazadas por otras costumbres y modos de vida a través de la llegada de inmigrantes y el temor al yihadismo que durante el último año ha sacudido a las sociedades europeas.
El eje franco – alemán – como casi todo en Europa, también en crisis – intentó este pasado viernes recomponer sus relaciones en un momento en que todavía se desconoce quién será el próximo inquilino del Eliseo a partir del mes de mayo y quién ostentará el puesto de canciller el próximo otoño. Ante el portazo de Reino Unido, Berlín y París parecen condenados a intentar entenderse o al menos fingir que lo hacen. Los desacuerdos siguen siendo importantes tanto en materia de una mayor cooperación económica como en la gestión de la crisis de refugiados o las negociaciones con Londres pero los dos países parecen decididos a dejar aparcado aquello que les separa para concentrarse en aquello que puede unirles y a la vez centrar sus respectivas campañas electorales en un momento de fuerte contestación interna.
Por eso, Europa ha vuelto a refugiarse en una de esas iniciativas que, paradójicamente, siempre han quedado sepultadas en el olvido pese a los diferentes intentos de darle alas: una política de Defensa Común. Con Reino Unido fuera, que siempre ha torpedeado intentos de este tipo a pesar o precisamente por su poderoso ejército y sus potentes servicios secretos, Berlín y París parecen dispuestos a darse una oportunidad en ese frente. Pero una vez más, el paso corto vence a las grandes palabras. Más allá de las declaraciones, de la ceremonia de unidad a través de una rueda de prensa conjunta, el terreno no parece proclive a las arengas sino a los planes concretos.
Los líderes europeos se limitaron a fijar una nueva fecha en el calendario, el mes de diciembre, para establecer hacía dónde va Europa en este sentido, teniendo en cuenta que la posibilidad de crear estructuras ajenas a la OTAN puede crear nuevos problemas.
En marzo de 2017, el 70º aniversario del Tratado de Roma marcará el rumbo de una nueva Europa. Hasta entonces, el objetivo de los líderes europeos es no llegar a tan magna efeméride demasiado magullados.
el flanco sur
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