Delegado internacional de Cruz Roja en Grecia

Tirso Diego de Somonte: “Cuando miro a los niños refugiados a los ojos siento que hay futuro y esperanza”

“¿Hasta cuándo te vas a quedar?”, le preguntan los refugiados del campo de Skaramagas a este bilbaino. “Hasta que os vayáis todos”, responde él, comprometido

Deia, Arantza Rodríguez, 18-09-2016

Bilbao – Como delegado de Cruz Roja en Grecia, no juzga “lo que hacen o dejan de hacer los gobiernos”, pero es oír hablar de cupos de refugiados y no poder morderse la lengua. “Me indigna hablar de las personas como si fueran ganado”, censura este licenciado en Filología árabe que lleva cinco meses trabajando como traductor y mediador comunitario en los campos de Richona y Skaramagas y ha visitado recientemente su Bilbao natal.

¿Ya no mueren tantos refugiados en aguas del Mediterráneo o es que miramos para otro lado?

- A la isla de Quios, uno de los tres puntos donde trabajamos, siguen llegando botes, pero después de los acuerdos de la UE y Turquía se ha reducido muchísimo la avalancha.

Después de Aylan han seguido muriendo cientos de niños. ¿Fue realmente un punto de inflexión?

- Sí. La foto del niño en la playa fue un símbolo que removió muchas conciencias en Europa. Hizo que mucha gente fuera a terreno a título personal y que aquí hubiese un despertar de lo que estaba pasando. Hubo un antes y un después.

La imagen de Omran, aturdido en una ambulancia, también conmocionó. ¿Justo lo que dura un telediario? ¿Estamos insensibilizados?

- No, para nada. Es más, en Euskadi hay una mayor sensibilización respecto al resto del Estado. Hay muchísima más gente voluntaria.

¿A qué cree que se debe?

- Será parte de nuestro carácter.

¿Qué siente cuando mira a los ojos a los niños refugiados?

- Que hay futuro y esperanza. Yo no la pierdo jamás. Doy ese voto de confianza a toda la comunidad, a pesar de cómo está ahora el escenario y de que hay muchos gobiernos que tienen miedo a asumir toda esta situación. Por otro lado, está habiendo ataques terroristas en Francia y también posturas islamofóbicas por parte de mucha gente en Europa que no ayudan. Pero yo no pierdo la esperanza porque es gente que, después de todo lo que ha pasado, se come el mundo siempre que les demos las herramientas y les ayudemos.

Se habla de una generación perdida, pero usted les ve con posibilidades de salir adelante ¿no?

- Por supuesto. Para eso estamos allí también.

¿Qué es lo más duro que ha vivido en los campos de refugiados?

- El enfrentamiento entre comunidades y la frustración de la gente por el limbo en el que están, la desinformación y la rumorología que hay acerca de su futuro y esa inquietud que tienen. Hay 50.000 personas que se han quedado atrapadas en Grecia y es atroz porque he llegado a oír a algunos que prefieren volver a sus países de origen a quedarse en un punto muerto en tierra de nadie.

¿Cuánto tiempo pueden llegar a permanecer en los campos?

- Una media de 6 meses. He coincidido en los campos con familias que conocí en su día cuando llegaron a las islas. Fueron a la frontera norte, estuvieron esperando justo cuando la cerraron, estuvieron esperando también en la zona de Idomeni y de Kavala, y ahora han sido reubicadas.

¿Qué le transmiten? Tiene que ser desesperante deambular y que te vayan cerrando las puertas.

- Te dicen: “¿Te acuerdas de mí?” y claro que me acuerdo porque algunos casos son muy dramáticos. Luego te hacen muchas preguntas que no puedes contestar, como cuándo van a abrir las fronteras. También te transmiten sus alegrías, si han hablado con algún familiar, los sueños que pueden tener a la hora de llegar al país de destino…

¿Siente vergüenza ajena por la pasividad de los gobiernos europeos?

- Los voluntarios de Cruz Roja no nos metemos en política, nuestra labor es humanitaria. El trabajo de toda la gente que se ha movilizado es lo que me hace creer que esto se acabará algún día. Nuestro objetivo es la dignificación de las personas, intentar mejorar las condiciones en las que están. El mío, a nivel personal, es ver cómo se van yendo. Cuando te dicen: “Pasado mañana me voy a Francia”, te da un subidón.

¿Mantiene el contacto con ellas?

- No, yo pongo muros. Tenemos que mantener una cierta distancia con las personas beneficiarias. Les deseo lo mejor y ojalá las pueda volver a encontrar en otra situación.

Los días que ha pasado en Bilbao ¿ha notado que la ciudadanía tiene presente esta crisis humanitaria?

- Sí. Ves en las terrazas de casas o en colegios, como el de Jesuitas en Indautxu, la bandera de Ongi etorri errefuxiatuak y dices: aquí hay algo que mueve a la gente. Lo mismo que cuando unos voluntarios me dijeron allí lo de la caravana que se hizo desde Gasteiz. Eso, además, nos honra.

¿Qué frase de las que ha traducido siempre se le quedará grabada?

- La frase más dura que he oído me la dijo un refugiado que acababa de llegar a las islas: “He visto la muerte delante de mis ojos”. Estos cinco meses he oído clamar mucho al cielo porque la gente está desesperada. Hay testimonios muy duros.

¿De familiares que han perdido?

- De familiares que han perdido y las condiciones en que los han perdido. La comunidad yazidi de Irak ha sido muy castigada por el ISIS, que los considera infieles. Sus testimonios son atroces, desde decapitaciones de niños hasta el secuestro y la venta de niñas. Saber que a tu hija o tu sobrina la han puesto en el mercado de Mosul, en Irak, con fotografías para venderla es muy duro.

¿Alguna imagen que le haya impresionado especialmente?

- En las islas le dijimos a un niño que viniera a ver unos lagartos que había en una roca y empezó a apedrearlos diciendo que eran animales no permitidos por Dios. Venía de una zona controlada por el Estado Islámico y me impresionó mucho ver todo lo que le habían llegado a condicionar en su educación.

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