la carta del día

Huérfanos, muertos, desaparecidos

Diario de Noticias, Por Javier Corres, 17-09-2016

es muy difícil intentar escribir acerca de cualquier clase de calvario. Resulta muy complicado trazar con la pírrica herramienta del lenguaje siquiera una pincelada rotunda del horror pero, cuando este innombrable estado de cosas se refiere a miles de niños huidos de la guerra, cualquier aproximación a la verdad es una temeridad. No sé quién hace los cálculos pero existen diez mil niños desaparecidos en la maraña infernal de refugiados que soportan la incuria triplemente sazonada de indiferencia en la antesala de nuestro hogar occidental, doblemente protector de los privilegios propios. El privilegio es tomar cada mañana una buena taza de café mientras leemos los periódicos como si fueran carne nutricia y no un motivo serio de reflexión. No, sería estúpido renunciar a esa imprescindible taza de café pero sería bueno compartirla con alguien más que nuestra saciada entropía. El privilegio es ver una película de cine o comer al menos tres veces al día, vencida la necesidad, por puro capricho. Son muchas las imágenes de niños muertos, ahogados en el mar, ensangrentados entre el caos de ruinas en Alepo y otras ciudades y, son muchos los niños que pueden estar en manos de mafias que trafican con sus órganos en todos los lugares del mundo. Cualquier órgano sano de un niño cotiza en oro y se paga en oro. El oro mueve montañas y el silencio ampara este oscuro trasiego de niños donde el terror da paso a la pura mudez. No soy capaz de describir lo que siento al pensar en estos pequeños seres que son la inocencia en estado puro, que han visto morir a sus padres, que tienen en su retina infantil la imagen congelada de la tragedia.

Polvo, sangre, muerte. Ominoso negocio que nos habla de la ilimitada maldad de los hombres. Vivo en Europa, vieja dama que ha visto los mayores horrores que en la historia han sido. No hemos aprendido nada. Los refugiados lloran a sus muertos en el tedio vergonzante de Calais, en la Turquía golpista, en la sufriente Italia o las aguas del estrecho que mece la costa española como una promesa que no es tal. Grecia hace lo que puede, no tiene medios ni infraestructura, Alemania afila el esputo envenenado del nazismo… despierta la xenofobia en los lugares donde siempre estuvo y, algunos – nuevos ricos – , machacas perfumados del sistema apelan a la diferencia y al rigor de las leyes que ellos mismo han escrito entre la codicia y la corrupción más o menos velada. Ser persona es una sentencia en permanente estado de evolución y al mismo tiempo es un estado impasible de cosas que contiene el crimen desde el primer día. ¿Quién nos va a devolver a esos niños? ¿Alguien los busca? Mañana, al degustar el café del desayuno van a aparecer imágenes de otros niños ensangrentados y muertos, víctimas de la nada pues nada puede justificar la muerte de un niño. No, no voy a olvidarme de esos diez mil que no están. De ellos no tenemos imágenes. Nadie llama, vayan estas pobres líneas que los recuerdan y piden justicia si algo como la justicia existiera.

El autor es escritor

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