EL FUTURO DE EUROPA

Europa se volcará en la seguridad

La UE se cita en Bratislava sin el Reino Unido para repensar su futuro

La Vanguardia, BEATRIZ NAVARRO, Bruselas. Corresponsal , 14-09-2016

Una Europa que proteja a los ciudadanos en todos los sentidos, que los ayude a prosperar, ¿no era eso lo que la integración europea pretendía ofrecer desde sus inicios?, ¿qué le ha hecho perder atractivo?, ¿cómo recuperar el favor ciudadano? Son algunas de las preguntas que se hacen estos días en las cancillerías europeas e instituciones comunitarias a un día de la cumbre informal que reunirá en Bratislava a los jefes de Estado y de Gobierno europeos. La cita pretende lanzar un proceso de reflexión que permita a la Unión recuperarse y salir fortalecida del golpe que supone la decisión del Reino Unido de abandonar el club. La primera ministra británica, Theresa May, no está invitada.

“Urge confirmar el sentido de nuestra comunidad”, reclama Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo. “No estamos en la situación de los héroes de El Gatopardo” de Lampedusa, no se trata de cambiarlo todo para que todo siga como está; “debemos rectificar algunas cosas para preservar lo mejor” de la UE, afirma en la carta de invitación enviada ayer a las capitales. “Sería un error” asumir que el voto a favor del Brexit y el euroescepticismo son “un tema específico británico”, “una aberración política” o un “mero juego cínico de los populistas ”, avisa Tusk, que pide hacer un diagnóstico común sobre la situación para ponerle remedio.

La palabra clave en la declaración a la prensa con que Tusk resumirá la reunión es seguridad. “La gente está preocupada por lo que percibe como falta de control y miedos relacionados con la inmigración, el terrorismo y la globalización”, afirma el borrador, al que ha tenido acceso este diario, que incluye medidas concretas que los 27 líderes se prometen a llevar a la práctica en cuestión de meses. “Debemos demostrar a los ciudadanos que queremos y podemos evitar que se repita el caos del 2015” en las fronteras de la UE, afirma Tusk, que se reafirma en sus tesis, contrarias a las de Angela Merkel, canciller alemana. La lenta e ineficaz ­respuesta, las “declaraciones políticamente correctas” con que se respondió hasta que se cerró la ruta de los Balcanes y se pactó con Turquía “minaron la confianza de los ciudadanos” en sus gobiernos. Las imágenes de miles de personas llegando sin control, sostiene, les han hecho “sentirse amenazados”. La falta de control, afirma Tusk, es lo que alimenta a los partidos xenófobos y antieuropeos.

Los líderes europeos se comprometerán a “reducir el número de inmigrantes irregulares” que entra en la Unión y para ello acordarán dar ayuda a Bulgaria a controlar su frontera con Turquía y tener en marcha a finales de año el recién creado servicio europeo de guardacostas. Para mejorar la seguridad interior y exterior, redoblarán los controles en las fronteras exteriores y apostarán por crear un sistema de autorizaciones previas de viaje, similar al de EE.UU. En el terreno económico, prometen responder a “las consecuencias inesperadas de la libre circulación de personas sin renunciar al principio en sí”, tema que cobrará actualidad en el marco de la negociación con Londres.

La cita tendrá lugar no en Bruselas sino en el castillo de la capital de Eslovaquia, país que ejerce este semestre la presidencia rotatoria de la UE, deliberadamente lejos de los malos recuerdos que traen muchas de las últimas cumbres celebradas en el Justus Lipsius, la sede del Consejo Europeo.El programa incluye un paseo por el Danubio a la hora del almuerzo para suavizar los ánimos. El lugar es parte del mensaje que se quiere lanzar: en primer lugar, que esta no es una cumbre de Bruselas más, pero también que son los gobiernos nacionales y no las instituciones comunitarias los que van a marcar el camino y llevar las riendas de la nueva fase que se abre con la futura salida de Londres.

La cita llega precedida por la creciente fractura norte-sur sobre la política económica, la inestabilidad política y financiera en Italia, la incertidumbre económica en Grecia y Portugal, y las diferencias con el este sobre la política de refugiados, un tema que sigue envenenando las relaciones entre países. Una muestra de ese enfrentamiento es la propuesta de Luxemburgo de expulsar a Hungría de la UE por tratar a los refugiados “peor que a alimañas”: “No podemos aceptar que los valores fundamentales europeos sean violados masivamente. Quien, como Hungría, construya vallas contra los refugiados o viole la libertad de prensa o la independencia judicial debe ser excluido de la UE temporalmente o para siempre si hace falta”, declaró ayer Jean Asselborn, ministro de Exteriores luxemburgués. Su homólogo húngaro, Peter Szijjarto, le llamó frustrado y prepotente, y le reprochó las prácticas fiscales desleales de su país.

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, recomendó ayer recuperar “el espíritu de Gasperi”, uno de los padres fundadores y hacer autocrítica: centrarse en objetivos concretos que redunden en el bienestar ciudadano para que “eficacia y legitimidad” vayan de la mano, como al principio. “La integración europea debe orientarse hacia resultados más eficaces, dirigidos a las necesidades de la gente y menos a la creación de instituciones”, que “no son aceptadas per sepor la gente, sino sólo como el instrumento necesario para ofrecer esos resultados”, avisó Draghi.

De Gasperi, primer ministro de Italia entre 1945 y 1953, ya advirtió de ese riesgo: “Si nos limitamos a crear instituciones, sin una voluntad política mayor impulsada por un ente central que una las voluntades de las naciones, nos arriesgamos a que el proyecto europeo (…) parezca frío y sin alma, incluso superfluo o una extravagancia opresiva”. Con el Brexit, millones de franceses seducidos por las respuestas antieuropeas y xenófobas de Marine Le Pen y varios países reclamando que Bruselas les devuelva competencias, los riesgos avistados por De Gasperi décadas atrás parecen materializados. El reto de Bratislava y las citas que seguirán (en enero, en Malta) es llegar al 60.º aniversario de la firma del tratado de Roma (marzo del 2017) con un plan para neutralizarlos y garantizar el futuro del proyecto.

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